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Aportes para una reflexión responsable sobre la problemática social de los jóvenes nicaragüenses

Juan Bautista Ramos

Tratar de abordar la problemática social de los jóvenes bajo un enfoque integral resulta un desafío harto difícil, pues en ella confluyen todos y cada uno de los sujetos que gestan y conforman el sistema político, cultural, estructural y funcional de la sociedad.

La temática es amplia y controversial, pues habría que determinar el impacto y rol que cada sujeto social juega en el desarrollo y/o deterioro de los jóvenes, su incidencia directa e indirecta en su modus vivendi y su proyección de vida. Por tanto, el tema se torna difuso y complejo, ya que involucra posiciones e intereses de clases, lo que, obviamente, tropezaría con posiciones conflictivas y polarizadas de atribución y causalidad, posiciones autojustificadas del accionar emprendido en pro o en contra de los jóvenes.

Para hablar de la problemática social de los jóvenes, es indispensable saber antes qué implica su desarrollo social, lo que conlleva a referirse a conceptos tales como equidad social, creación de oportunidades educativas, laborales y de esparcimiento, sostenibilidad social de los grupos más deprimidos de la sociedad, generación y acumulación de valores individuales y sociales, fomento de capacidades académicas y laborales, consolidación de redes institucionales, en fin, mejoramiento de las condiciones y opciones de vida de los jóvenes sin distingo ni discriminación social, lo cual se perfila como una utopía si se considera que Nicaragua es el país centroamericano con el menor índice de desarrollo humano (IDH=54,7), ocupando, para 1998, según el PNUD, la posición 126 entre 174 países, ya que un poco más del 58% de la población es pobre (43,8% sobrevive con menos de US$ 1,00 diario).

Por otra parte, no se puede enfocar la problemática de los jóvenes sino inmersa en los procesos de globalización y de economía de mercado, ya que estos procesos derivan que la pobreza no sólo persista sino también aumente, lo que inevitablemente trae emparejada una marginación de las grandes mayorías, principalmente, en los países del Tercer Mundo y los que se consideran en vías de desarrollo. Alrededor de medio millón de nicaragüenses (un poco más de la cuarta parte de la población económica activa [PEA]) se encuentra en desempleo manifiesto, correspondiendo cerca de un 21% al desempleo juvenil (vale señalar que en el dato anterior no se incluyen otras formas encubiertas de desempleo).

Es decir, referirse al desarrollo social de los jóvenes implica, también, resolverles los problemas inherentes a la condición de pobreza que sufre la mayoría de la población: educación, salud, marginación social y política, precariedad económica y social, pérdida de valores y autoestima; más aun si se considera que los jóvenes representan más de la cuarta parte de la fuerza laboral en Nicaragua.

Es necesario que los entes sociales, económicos y gubernamentales dejen de encontrar cómodamente razones externas que justifiquen los fracasos sociales de sus estrategias de desarrollo, y reflexionen hasta qué punto están induciendo a las grandes mayorías de la población, y, por ende, a los jóvenes, a mayor pobreza y sin mayores perspectivas. Tienen que encarar seriamente que sus políticas en la sociedad deben tener un efecto directo para resolver el problema de la pobreza y no verlo como un producto derivado de razones humanitarias.

Por otro lado, vicios sociales como oportunismo, falta de escrúpulos, hipocresía, servilismo, lacayismo, individualismo, devienen, hoy por hoy, en atributos y cualidades personales garantes de desarrollo y bienestar social y económico. A ello habría que agregar premisas sociales que, en nombre de la modernidad, se soslayan paradigmas funcionales de la sociedad:

  1. ...que la inmunidad e impunidad social se logra a través del poder económico y político (o su adhesión incondicional a él).

  2. ...que las promesas y esperanzas de bienestar social son sólo "ofertas humanitarias" de las clases dominantes para garantizar su permanencia en el poder con el aval iluso de las grandes mayorías: los desposeídos y marginados.

  3. ...que la religión, sea cual sea su forma de expresión, lejos de ser gestora y promotora de valores individuales y sociales, no es más que un instrumento mediatizador social que induce a las mayorías (léase: a los pobres) a resignaciones estoicas frente a condiciones infrahumanas de vida, bajo el aliciente celestial de un paraíso donde se mitigue su sufrimiento terrenal.

  4. ...que la conciencia social ha dejado de ser un valor inherente a la condición de humano para convertirse en un valor agregado de intercambio mercantil acorde a los intereses de las clases hegemónicas.

  5. ...que el orden y justicia social es desigual y favoritista, cuya asimetría se concentra a favor de las minorías para preservar y garantizar sus derechos a la gran propiedad y riqueza privada, y desfavorece a las mayorías, pues en ellos recae todo el peso y rigor de la aplicación de las leyes, sirviendo de chivos expiatorios para tratar de "demostrar" que el sistema social funciona.

  6. ...que cualquier medida de ajuste económico que se dicte para "equilibrar" y/o "corregir" la balanza presupuestaria estatal sólo tiene incidencia en las clases pobres y marginales, son éstos quienes cargan con todo el peso inflacionario del costo de la vida por estar en el último escalón del ciclo mercantil (consumidores finales), lo que se evidencia en su incapacidad de poder costearse una canasta familiar básica (el 63,5% de trabajadores con trabajo perciben salarios equivalentes a menos del valor de la mitad de una canasta básica de 53 productos) y, ni aun gastando todos sus escuálidos ingresos, no logran satisfacer sus necesidades mínimas de subsistencia digna.

  7. ...que la poca inversión social a favor de una educación estable y de una seguridad social es necesaria para conservar una sociedad marginalizadora que garantice el flujo de mano de obra barata para la consolidación de las riquezas en una minoría pudiente y adinerada. Vale constatar que aproximadamente el 67% de jóvenes de 15 a 25 años, o sea, en edad escolar, no accede a un centro de estudio (46,7% corresponden a educación secundaria y 20,3% a educación universitaria).

Es este contexto desalentador y antagónico que conforma el entorno en el que crecen y se forman socialmente los jóvenes, una generación que pierde sus valores e interés para promover una sociedad equitativa y solidaria, para asumir un rol protagónico e histórico que le permita construir un nuevo orden social desprovisto de antivalores, seudodemocracia y corrupción, pues el mismo (el entorno) conspira contra su adecuada inserción social.

O sea, no se puede abordar la problemática social de los jóvenes nicaragüenses divorciada de un sistema social en crisis, de una democracia "partidista" decadente con una estructura económica-social que promueve el círculo de reproducción de la pobreza entre los jóvenes, pues no les posibilita la conservación y/o adquisición de valores que les permitan su autodesarrollo; es decir, lograr aptitudes y actitudes que les capaciten para ser personas que, en medio de una situación de riesgo y crisis, puedan construir su vida de manera digna y humana, siendo capaces de sostener una sociedad justa y equitativa.

Actualmente, para los jóvenes la moral se ha convertido en un elenco de enunciados banales, pues la perspectiva de una vida de trabajo y sacrificio no satisface, con la misma eficacia de antaño, la esperanza de un bienestar social futuro. Incluso, para muchos, el estudio ha perdido su prestigio y magnetismo como elemento de conversión y progreso social.

Es decir, son mayormente los jóvenes pobres quienes enfrentan la disyuntiva entre educación y la necesidad de trabajar, cayendo en una búsqueda, infructuosa y frustante, de bienestar social, desaliento que provoca la asunción de formas y vías diversas de adquisición de ingresos monetarios, aun fuera del mercado laboral, en un intento de satisfacer sus necesidades humanas, lo que, en la mayoría de los casos, no es posible dentro del núcleo familiar y el sistema social los excluye de toda perspectiva de logro.

Y no es a través de programas asistenciales que se va a resolver y detener el deterioro humano y social de la juventud nicaragüense, aunque esto no niega su importancia como alternativa paliativa y remedial a corto plazo, pero cuyos efectos no son permanentes, ni estables, ni sostenibles.

El primer paso para reducir el riesgo y la crisis social de los jóvenes nicaragüenses (y que no requiere de inversión financiera alguna) es comenzar a respetarlos y valorarlos; que dejen de ser un simple argumento estético y político en manos de las clases pudientes y en el poder, que los utiliza desde una perspectiva de clientelismo político eficaz para impulsar campañas proselitistas partidistas para asegurar y afianzar su avanzada política. Deben dejar de ser parte del panfleto hiperrealista mercantil que los asume como protagonistas de todos los mitos sociales creados y deificados por el mercado del capital, donde se presume que "todos son iguales", pero que, en la realidad, es el sistema el que determina y elige, dentro de su arquetipo, a quienes están en condiciones y disposición de perpetuar su modelo de cultura estratificada, cuyos límites se definen en los prejuicios sociales y raciales, sexuales y morales, económicos y políticos.

La realidad impone que los jóvenes dejen de ser marginados y calificados como "neófitos" incapaces de asumir responsabilidades, de no tener un sentido de existencia y percepción del mundo que les rodea. Hay que tomar en cuenta su visión y expectativas de futuro, reconocer y validar sus valores y formas de vida, pues para ellos están llenos de realidad y sentido. Se requiere asumir el compromiso de buscar un punto de equilibrio para que adultos y jóvenes puedan crecer y vivir en armonía, cada quien con sus paradigmas de vida pero con igualdad de desarrollo y oportunidad de coexistencia real y no demagógica.

Es decir, todo joven debe ser capaz de apropiarse de su destino y analizar críticamente su realidad, pero teniendo la seguridad de que cuenta con opciones sociales para afrontar cualquier adversidad. Debe ser capaz de proponer soluciones para su propia vida, lo que implica la necesidad urgente y crucial de mejorar y elevar la calidad de los sistemas educativos, que la educación no se valore por la cantidad de sus egresados, sino por la calidad de los mismos, pero existiendo una eficiente capacidad social y académica para la captación y retención de los educandos. Esto, a su vez, conlleva la necesidad imperiosa de crear pautas para mejorar la situación económica de los hogares y constituir opciones de seguridad y esparcimiento social.

La solución de la problemática juvenil en Nicaragua no es simple ni nada fácil, pues implica la elaboración de estrategias sociales y económicas viables e inteligentes, que involucren a todos los agentes sociales, políticos, económicos, religiosos y gubernamentales del país en un esfuerzo conjunto y una honesta disposición de trabajar, con la suficiente visión progresiva, a favor de los jóvenes. Estrategias coherentes con nuestra realidad e idiosincrasia y no traídas ni prefabricadas en el exterior, ni concebidas bajo contextos extraños, ajenos y antihistóricos a nuestra juventud.

La solución, por tanto, requiere de una plataforma política, social y económica que se fundamente y proyecte bajo dos ejes de acción determinantes: reducción de la pobreza y creación de oportunidades, lo cual requiere fortalecer y mejorar los procesos de integración laboral y tecnológica para las grandes mayorías y, sobre todo, para los jóvenes.

Pero es imprescindible impactar no sólo en el espacio económico de la población de menores recursos, sino también en las dimensiones sociales y políticas de la pobreza, requiriendo de una renovación, reestructuración y cambio de mentalidad política y social del gobierno hacia sus principales gobernados: las grandes mayorías (los pobres), que son, fundamentalmente, quienes garantizan su estadía en el poder al haberles otorgado un voto de confianza y esperanza en sus promesas de cambiar y mejorar las condiciones de vida y bienestar social de la sociedad en general y no sólo para una élite en particular.

Resolver la problemática juvenil y, por ende, luchar contra la pobreza y por la equidad social, puede implicar 7 tareas estratégicas principales:

  1. Desarrollar un dinamismo económico capaz de generar ocupaciones laborales de buena calidad, tanto en condiciones de trabajo como en remuneración.

  2. Impulsar ofertas financieras flexibles, sostenibles y coherentes con la realidad socioeconómica del país, que contribuyan a la creación de capacidades locales para la generación de empleos y autoempleos, incremento de la producción y la productividad, mejoramiento de las redes de comercialización interna, innovación tecnológica y conservación de los recursos naturales renovables. Es decir, definir estrategias de financiamiento que fortalezcan el mercado interno y brinden mejores posibilidades de inversión local para los sectores más desposeídos, sin que impliquen una inducción a niveles de mayor pobreza ni se constituyan en deudas impagables que quiebren a los deudores.

  3. Promover una equitativa distribución y acceso de la educación, en todos sus niveles (primaria, secundaria, técnica, universitaria), para todos los jóvenes sin distingo ni discriminación del nivel socioeconómico que provenga.

  4. Rediseñar las estrategias y políticas del sistema educativo nacional, a fin de contribuir a la retención de los jóvenes en las aulas de estudio, sin descuidar ni deteriorar la calidad de la educación ni su vinculación al trabajo, acorde al avance tecnológico mundial y a la realidad socioeconómica del país, de manera que propicie que todos los jóvenes tengan igualdad de oportunidades, tanto de desarrollo social como de inserción laboral, procurando desmitificar la tesis del capital de que los pobres sólo están aptos para engrosar las filas laborales del comercio, los servicios y la manufactura.

  5. Impulsar programas asistenciales que beneficien a los jóvenes de los estratos más pobres y contribuyan a paliar su condición de marginalidad social. A la vez, les permitan recuperar la confianza, credibilidad y esperanza social de su capacidad creativa para la búsqueda de soluciones que propicien el logro paulatino de un bienestar y equidad social.

  6. Impulsar proyectos de desarrollo personal y de esparcimiento social para los jóvenes, que coadyuven a la formación de su personalidad, hábitos y valores; asimismo, fortalezcan su capacidad individual y social para contrarrestar las constantes amenazas de deterioro y descomposición social a las que se ven expuestos y amenazados.

  7. Promover campañas educativas que proporcionen a los jóvenes conocimientos y elementos de juicio para discernir sobre las problemáticas estructurales y coyunturales de la sociedad nicaragüense, y desarrollen en ellos habilidades de vida para afrontar con sensatez las distorsiones y mitos de vida que el mercado capitalista promueve y los medios de comunicación refuerzan.

Para concluir, este escrito no es una reflexión concluyente en torno a la problemática social de los jóvenes nicaragüenses. Trata de ilustrar, responsable pero no exhaustivamente, premisas que motiven la búsqueda de incidencias de otros factores y de soluciones integrales a la misma, no bajo una visión utópica cortoplacista, menos bajo una calificación de mal social terminal incurable. Es un aporte e invitación a la continuidad incesante de una lucha por alcanzar que los jóvenes crezcan y se desarrollen bajo condiciones de vida dignas y humanas que respeten su integridad individual y social.


Algunos indicadores útiles sobre la juventud nicaragüense

Población Nicaragua 1999: 4.973.578 habitantes
    Menores de 15 años: 44,6%
    Jóvenes de 15 a 24 años: 20,9%
    Total menores 25 años: 65,5%
Edad mediana: 17 años
Indice de masculinidad juvenil (de 15 a 24 años): 102,9

Densidad nacional población: 35,8 hab/Km²
Densidad de población menor de 15 años: 16 por Km²
Densidad de población joven de 15 a 24 años: 7,5 por Km²
Densidad de población menor de 25 años: 23,4 por Km²

Promedio nacional de personas por vivienda: 6 hab/viv
Promedio de menores de 15 años por vivienda: 2,7 por viv.
Promedio de jóvenes de 15 a 24 años por vivienda: 1,3 por viv.
Promedio de menores de 25 años por vivienda: 3,9 por viv.

Indicadores sobre educación:
Tasa de población en edad escolar: 53,5%
Población en edad escolar matriculada:
    Primaria: 73,4%
    Media: 41,5%
    Superior: 13,5%
Coeficiente global de escolaridad: 50,4%

Indicadores sobre desarrollo:
PIB per cápita: US$ 468,10
Índice de desarrollo humano: 54,7
Ranking de desarrollo humano: 126 de 174 países
Ranking de desarrollo tecnológico: 53 de 59 países
Límite nacional de pobreza: 58%
Población por debajo del límite de pobreza: 43,8%
Salario real nacional promedio: US$ 112
Costo promedio de la canasta básica: US$ 139

Índice de desempleo:
Nacional: 25,3%
Juvenil: 20,9%

Indicadores demográficos:
Población nacional de mujeres: 2.549.719
Mujeres de 15 a 19 años: 11%
Mujeres de 20 a 24 años: 9,2%

Tasa de fecundidad:
Menores de 15 años: 10%
De 15 a 19 años: 11,1%
De 20 a 24 años: 27,5%
Menores de 25 años: 48,6%

Embarazos esperados (-25 años): 13,3%
Nacimientos esperados (-25 años): 11,8%


Fuentes

  • Banco Central de Nicaragua
  • Celade
  • OPS-Minsa
  • Inec