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Una historia de amantes Lo que más me gusta de Laura es que grita, y no es que grita en todo momento, sino que lo hace cuando en verdad le gusta, por supuesto que reparte arañazos y mordiscos, pero eso lo yo disfrutaría más si no dejara marcas. Nunca había engañado a mi esposa, pero luego de tres años de un maravilloso matrimonio comienza a cansar el consumir la misma carne en la misma salsa. Eso sí, mi esposa Vanesa es preciosa y muy abnegada, pero sobre todo es muy inteligente y casi siempre está estudiando, a decir verdad eso es lo que más me impresionó cuando la conocí, lo único que me molesta es que para ella el sexo no tiene el mismo nivel de importancia que para mí, la sensación que me da es que prefiere leer un buen libro que recibir un buen polvazo. Mi trabajo me exige viajes frecuentes, a veces duran dos días, otras dos semanas, lo bueno es que da tiempo de que cicatricen las "heridas de guerra" que mi ardiente amiga me infringe. Al contrario de lo que mucha gente piensa, no veo a Laura en mis viajes, la veo cuando estoy en la ciudad, casi siempre antes de viajar, ¿por qué? simplemente tiene sus ventajas. Primero le digo a Vanesa que salgo de la ciudad dos días antes de lo que realmente lo hago (en verdad de donde no salgo es de la habitación de Laura), segundo las marcas se curan mejor con reposo. Entre los estudios de Vanesa y mis frecuentes viajes no tenemos tiempo para pensar en niños, así que a veces tengo el tiempo y el dinero para divertirme... y ahora compañía. Tengo seis meses encontrándome con Laura. Cuando la conocí prácticamente me abrumó con su belleza, alegría y ausencia de vergüenzas, era abierta, franca, perversa, no gustaba de ataduras ni compromisos y comencé a frecuentarla, era maravilloso, justo lo que necesitaba, sobre todo después de la primera vez que lo hicimos. ¿Saben cómo me sentía al hacer el amor en el baño de damas de un lujoso restaurante? Mientras intentaba concentrarme en sus encantos rápidamente, con la misma velocidad con la que se hace algo ilegal, empezó a gemir y gritar. Inmediatamente le tapé la boca y le pedí que se callara, que nos iban a escuchar. Para mi sorpresa me preguntó que cuál era el problema, porque, que ella supiera, no habíamos pagado, y que si por tirar nos expulsaban, y por tanto nos daban la comida gratis, ¿qué más podíamos pedir? Inmediatamente me sujetó ambas manos y comenzó a subir y bajar conmigo adentro, viéndome fijamente a la cara y gimiendo lo suficientemente fuerte como para que todo el mundo se enterara, ¡y sin pestañear! No recuerdo haber llegado tan salvajemente en mi vida, así como tampoco recuerdo la cara del mesonero cuando nos trajo la cuenta, debe ser que no le vi la cara a nadie desde que salí del baño. Según Laura todo el mundo nos sonreía, la gente que atendía aquel lugar era súper amable, y que debíamos regresar. Yo para mis adentros dije: "¡Nunca jamás!". Después de ese día sabía que valía la pena, pero para evitar problemas de indiscreción preferí liberar al monstruo en un sitio donde se pudiera controlar. Realmente deseaba que todo saliera bien, el sexo con Vanesa pasó a un segundo nivel, esperaba que eso la complaciera, pues ya no le interrumpía sus lecturas tan frecuentemente, y casi ni se fijaba en las tenues marcas recién cicatrizadas. Lo que sí subestimé fue su inteligencia. ¡Que ironía!, lo que más me gustaba de ella me causaría problemas. Traten de imaginar lo siguiente, estaba con Laura en el aeropuerto (supuestamente tenía dos días que había salido de la ciudad) esperando el vuelo que me llevaría, cuando en medio del restaurante, repentinamente, me topo ni más ni menos que con Laura. Allí estábamos los tres, Vanesa, Laura y yo, en el momento y en el lugar menos indicado, frente a frente y desconcertados. Sinceramente no sabía qué hacer en ese momento, si hubiera existido un hueco sin fondo en el suelo, me hubiera lanzado sin pensarlo, pero las grandes ideas aparecen de pronto salvándote alguna que otra vez. Con una fingida alegría acompañada de una no tan fingida sorpresa, expliqué que el trabajo que realizaría había sido aplazado hasta nuevo aviso y quería darle una sorpresa a Vanesa, ¡ah! y le presenté a Laura como una amiga que por casualidad encontré a la llegada al aeropuerto. Cuando le iba a preguntar a Vanesa qué hacía ella en el aeropuerto, mi ya casi colapsado sistema nervioso terminó de colapsar cuando mi esposa, con una gran sonrisa, le extendió la mano a Laura asegurándole que "yo le había hablado mucho de ella". Como si lo reviviera todo en cámara lenta recuerdo haber abierto mis desorbitados ojos mientras veía a Laura caer en la trampa. ¿Oh, sí? Preguntó Laura extendiendo su mano y sonriéndome picaronamente. Más de una vez Laura me preguntó si mi esposa no sospechaba nada, y yo le respondía que ella lo sabía todo, pero que estaba bien porque así le dejaba estudiar en paz y que quizás algún día nos reuniríamos los tres a pasarla bien. Por supuesto que lo decía irónicamente, pero parece que a Laura le gustó la idea y me creyó capaz de hacerlo. Antes de que las cosas se pusieran mucho peor, si eso era posible, me despedí rápidamente de Laura y arrastrando a Vanesa a la salida me dio un vuelco el corazón al escuchar a mi esposa "prometiéndole" que se volverían a ver, siendo respondida por un "cuando quieras". De más está decir que el camino a casa fue excesivamente incómodo, yo dando mil explicaciones del aplazo de mi trabajo y Vanesa contemplando el paisaje sin decir palabra. Realmente yo no quería preguntar qué diablos hacía Vanesa en el aeropuerto, seguro estaba despidiendo a alguna amiga, pero temía que confirmara mis sospechas de haber sido descubierto por algún soplón y ella estuviera corroborando la historia. Al llegar a casa fingí una llamada a la oficina, acto seguido empaqué de nuevo mis cosas explicando que tenía otro trabajo "urgente", cosa bastante inusual en mi negocio, y desaparecí. La semana de trabajo me dio bastante tiempo para reflexionar, no hice ninguna llamada a ninguna de las dos, me sentía como un escolar que no hace la tarea y sabe que lo castigarán al regresar a clases. Era la ansiedad de saber que todo está perdido. Sin Vanesa yo no era nadie, ella era mi seguridad, mi estabilidad, era todo el refugio que uno espera luego del regreso de una gran batalla, era mi consuelo y soporte. Nada de eso me podía ofrecer Laura, ella ponía la pasión, lo salvaje, lo nuevo, lo alocado, pero no más, ella no pertenecía a nadie, ella era la amiga, la que se le dice un "hasta luego" y ya. Nunca me preocupó la posibilidad de perder a Vanesa, hasta ese momento. ¿Qué haría?, ¿qué le diría yo al regresar? Al transcurrir la semana mi trabajo realmente no estaba terminado, pero ante la posibilidad de perder a mi esposa, ya nada me importaba, así que sin ningún aviso regresé a casa. Compré un ramo de flores, rosas blancas, las preferidas de Vanesa y a media mañana me aparecí en casa. Al entrar, escuché la ducha, y me alegró la idea de conversar con ella desnuda y mojada, no sé por qué, pero la idea me hacía sentir menos nervioso. Seguro que terminábamos en la cama y felices, deseaba realmente que así fuera. Ya casi en la habitación la escuché en la ducha. Lo que nunca esperé es que estuviera también en la cama. Evidentemente otra persona que no era Vanesa estaba duchándose, y Vanesa reía desde la cama, secándose el pelo después de una reciente ducha. ¡Estaba con otro!, ¡la muy zorra me engañaba en mi propia casa! ¿Cómo nunca se me ocurrió?, ¿cómo pude ser tan ciego?, ¿sería por eso no le interesaba tanto el sexo conmigo?, ¿cómo demonios estuve tan, pero tan ciego? Mi corazón se quebró, quién podría culparla, yo hacía lo mismo, ¡pero era diferente!, ¿o no? Lo cierto es que quedé petrificado, observando sin ser observado lo emocionada que estaba mi infiel esposa, lo mucho que reía, pocas veces la vi tan alegre. No sé que esperaba, tal vez un rayo que me fulminara, o desintegrarme sin dejar rastro o simplemente morirme. La bofetada que me hizo reaccionar llegó a continuación. La ducha se apagó y una hermosa rubia salió del cuarto de baño, Laura, desnuda, estaba más bella que nunca. Mi barbilla cayó al igual que el ramo, simplemente no lo podía creer, Laura y Vanesa eran... eran... ¡amantes! No llevaban sino unos días, según Vanesa unos hermosos días en el cual pasó de la ira, decepción y desesperación hasta el autodescubrimiento, la pasión y la alegría. Definitivamente Laura seguía siendo promotora de grandes cambios, y por primera vez en mi vida Vanesa llegó a sorprenderme. En cuanto a mí, no puedo pedir más, muchas veces comparto mi pasión con mis dos chicas, ambas se convirtieron en grandes amigas y se ven a menudo, bueno, sería más acertado decir que "nos vemos" más a menudo. De alguna manera el hecho de que mi esposa se reconociera bisexual despertó su sexualidad a un nivel sin precedente, y de seguro que lo aprovecho, no me importa no ser el que despierta toda su pasión, lo que más me gusta es ser uno de los que se la bebe, al lado de Laura. ¿Puedo pedir más? Sin embargo debo confesar que existe un detalle que me incomoda. Laura tiene un amigo, lo hemos visto varias veces, y según sus comentarios creo que también siente atracción por los hombres. A veces me mira de una manera diferente, íntima, pero no es eso lo que me incomoda. Lo que en verdad me incomoda es el hecho de que sus miradas están comenzando a gustarme.
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