Poemas
Lorenzo Facorro
(Nota del editor: Lorenzo Facorro ha publicado los libros El
nudo y La ventana, de los cuales hemos extraído los poemas que
siguen. Los dos primeros textos pertenecen al primero de los libros
mencionados; el resto, al segundo).
No es fácil
Duro trabajo
el de olvidar,
el enterrar escombros y semillas bajo el hielo,
para lograr que mueras,
otra vez.
No es fácil
evitar los senderos de tu nombre,
intentar el amor en el exilio,
caminar
sin retornar
a tus palabras.
Vuelves
y no vuelves
en tu andar transparente,
con tu pelo derramado en los rincones de mi sueño,
vuelves y no vuelves
permanente y necesaria,
vuelves a morir
sobre mi espalda.
Absurdo
construir
con pequeñas astillas de sonido,
con destellos macizos de memoria,
la imagen que no existe.
Duro trabajo
el de olvidar.
No es nada fácil
arrastrar tu cuerpo por la arena
y sepultarlo detrás de las preguntas.
Duro trabajo
el de aceptar
que ayer llovió,
y ahora
está naciendo un pez.
Aproximación
Acercarse
con cuidado
desde la fragilidad del sueño,
avanzar
en puntitas de pie
por las bifurcaciones de tu alma,
esperar con paciencia
alrededor de tu piel
que tus ojos despierten,
rozar apenas tu mirada,
evitar el más mínimo crujido,
el sobresalto, el retroceso,
traducir el silencio,
preguntar sin preguntar,
deslizar suavemente la caricia
hacia el fondo oscuro de la herida,
amanecer a tu lado
despierto y sin despertar,
acercarse con cuidado
antes de que algo se quiebre,
antes de que se esfumen
los rasgos indecisos de tu rostro,
antes de que el aroma de tu cuerpo
se evapore hacia el recuerdo,
antes de que el sueño
vuelva a ser un sueño.
Los límites del amor
El origen del amor
es anterior a la memoria y al olvido,
anterior
a la oscuridad de la materia,
al estallido del principio,
a la respiración de algún ser vivo...
Los límites del amor
se expanden
hacia el contorno más lejano del instante,
traspasan
la frontera visible de los cuerpos,
traspasan
el territorio secreto de la muerte,
se acercan
hacia la imposibilidad más consistente...
Los límites del amor
se instalan
junto a la felicidad más dolorosa,
se mezclan
con la paradoja más incomprensible,
te envuelven
en la confusión más luminosa,
te arrastran
hacia el heroísmo más inesperado...
Ahora escribo
que el amor no tiene límites.
Los límites están
en la periferia de las palabras,
en la precariedad de las ideas,
en las paredes del sonido
de alguna ingenua voz
que intenta definirlo.
Suposiciones
Ahora puedo imaginar
sin la frontera de mi cuerpo,
sin la necesidad de acercarme,
porque ya no estoy aquí, conmigo.
Tal vez me haya movido
con mis pies descalzos sobre el césped,
con mi cabeza debajo del agua,
en mi cuerpo ingenuo y cambiante
entre la luz y la arena.
Debo haberme nutrido
de innumerables mañanas repletas de sol.
Debo haber sentido
la repetición crepuscular de la caricia
sobre el territorio vacilante de mi piel,
temporaria, limitada.
Tal vez no haya regreso ni futuro.
¿Cómo poder recordar
si al desplazarme estoy inmóvil?
Debo haberme olvidado
de dar gracias
por la risa y por la lluvia.
No habré tenido tiempo
de decir algo
sin la menor importancia.
Tal vez haya escrito estas palabras,
aquel día que pensé: "quiero ser feliz,
inmensamente, y para siempre".
No sé qué decirte
Podría decirte
que tu cuerpo inaugura con mi boca
el sabor terrenal de los jardines.
Podría decirte que penetro
en tu cálida pupila encandilado
y comienzo a descifrar lo incomprensible.
Podría decirte que el contacto
con la sombra de tus manos me ilumina.
Que cuando me voy, me quedo
adherido a tu mirada
permanente y repentina.
Podría decirte
que te expandes y desbordas
la extensión en donde pienso.
Que el instante se transforma en una piedra.
¿Quién soñó la detención del tiempo?
Podría decirte que tus ojos,
que tus labios, que tu pelo.
Podría decirte y te diré
simplemente que te quiero.
Trabaja en silencio
Algo se está moviendo
allí donde tú no llegas.
Crees
poder abarcarlo todo
con tu mente,
con tu piel o con tus ojos.
Piensas
que no sucede nada
porque ahora no percibes
el resplandor, el intento,
la burbuja, el desenlace...
Haces tanto ruido
cuando terminas algo.
Las hojas
trabajan en silencio
para darte el oxígeno
que tú nunca has visto.