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Jorge Gómez Jiménez |
La ciudad perdida
Temo perderme
En el umbral me asomo
La imagen recurrente perfora los sentidos no hay espacios de paz sólo gritos aullantes traspasan las paredes de un mundo trasnochado La tibieza se espanta mi cabeza no reposa en la almohada pende de tenues hilos tejidos por la araña en rincón donde habitan fragmentos de otros días astillas de mi cuerpo
Descubro la rendija donde el amor se cuela la cubro con párpados humedecidos también busco tu canto de sabor profundo y golpeteo de sienes el poema que arrancas de la piel La oración tiembla en rincones que saben a penuria mientras el dolor se apretuja en los costados y el agua acariciando el rostro es sólo una visión de este cuerpo febril
Ese geranio seco en la ventana testigo mudo de la decadencia Es mío el desamparo con el viento de la noche viene le abren paso las rendijas se desliza sobre la aspereza de mi cuerpo Entiendo de pronto que me busca me cerca Entiendo de pronto la urgencia de escapar a la otra orilla de la niebla
En esta hora de recoger sombras triturar escenas en espacios ruinosos sin luces me abraza la tiniebla En el hurto del café presiento el paso impenitente hasta tu cuerpo y el rito eterno perseguir una casa de paredes azules eucaliptus al cielo Sólo veo la ciudad entre escombros vaciada de torrentes mientras danzan las máscaras sobre el filo del ocaso
Volverás. No sé si en tiempo de despojos o aroma de albahaca de abrir o cerrar párpados Tu paso cruzará los ladrillos del patio de naranjos se detendrá en el bar tomarás una copa tal vez dos siempre lo has hecho estaré con mis horas a cuestas en fin que son mis horas sin embargo correré por el cuarto romperé los espejos aromaré mi pecho habrá sábanas tibias presintiendo tu cuerpo apagaré la luz Volverás a cruzar las aberturas del regreso
Te releo me busco en tu palabra hurgando más allá del contenido los caracteres danzan entre verdad y enigmas tópico ajeno a la lujuria de este sol de verano donde estallan las venas.
No recuerdo tu nombre se me extravió en la espera igual que la ciudad sin voces y en escombros recuerdo la palabra tal vez el gesto prolongado en el tiempo eras medanal aridez y negrura.
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