
En la cruel época de la Inquisición cualquier persona podía merecer la muerte simplemente por el hecho de emitir una opinión contra algún tema que fuese prohibido o donde el escolasticismo había prediseñado la respuesta “correcta”. A eso se le daba el nombre de delito de proposiciones. Esas opiniones criminalizadas también las denominaban “proposiciones erróneas” (J. A. Alejandre y M. J. Torquemada, Palabra de hereje: La Inquisición de Sevilla ante el delito de proposiciones, Sevilla, 1998, pp. 15-22). Por tanto, al no creer en Dios ibas a la hoguera, si pensabas que los árabes tenían cosas buenas eras carne para el fuego, si criticabas a la Iglesia Católica ibas al candelorio, si te quejabas del sistema político ibas a la muerte. Es decir, tener conciencia crítica de tu vida y del mundo era una prueba fidedigna de que estabas endemoniado y de que eras hereje y merecías ser asesinado. En nuestro mundo contemporáneo este delito sigue teniendo una vigencia contundente. Según el teólogo cristiano Michael Novak las transnacionales son como el Mesías, y cita Isaías 53.28 y comenta: “Me gustaría aplicar estas palabras a las modernas transnacionales, una menospreciada encarnación de la presencia de Dios en este mundo” (Michael Novak, Toward a Theology of the Corporation, American Enterprise Institute, Washington, 1981, p. 33). Así que quien critique a las transnacionales o al sistema de vida actual está metiéndose con la voluntad perfecta de Dios y por ende esa persona está siendo dirigida por el diablo. Es una exégesis de la demencia.
Esa es la mediocridad que hay que combatir con toda lucidez y sabiduría, pues está en todo el sistema político, económico y social. Con razón argumenta el maestro Pérez Esclarín: “Y si bien es cierto que, como dijo Jesús, ‘la verdad les hará libres’, no es menos cierto que sólo los libres, los que no están atados a prejuicios, miedos, pasiones, ansias de tener o de poder, podrán ser verdaderos… La libertad es autodominio (Antonio Pérez Esclarín, Los padres primeros y principales educadores de los hijos, Caracas, San Pablo, 2010, p. 99). Vivir es pensar y luchar con denuedo, con inteligencia crítica y sin cortapisas. Quien vive con pensamientos prestados, usándolos de muletas, tiene la existencia mediocre. Ser ciudadano implica juzgar el orden social y colectivo existente. Por eso hay que criticar al capitalismo, hay que criticar al cristianismo, hay que criticar la democracia, hay que criticar a la sociedad del siglo XXI constructivamente pero criticarnos. Y como cantaba Alí Primera: esa crítica es para ser más humana a la humanidad.
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