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¡Chapeau, Maestro!

viernes 1 de abril de 2016
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De izquierda a derecha: Guillermo Rodríguez, dos personas amigas, Carlos Yusti en la cuarta posición, Miguel Torrence y Maritza, la esposa de Torrence
De izquierda a derecha: Guillermo Rodríguez, dos personas amigas, Carlos Yusti en la cuarta posición, Miguel Torrence y Maritza, la esposa de Torrence. Fotografía de Yuri Valecillo

Hace dos semanas tuve mi última conversación con el Maestro Miguel Torrence, la hicimos por Skype debido a la distancia geográfica en la que ambos nos encontramos (él en Venezuela, yo en Polonia). Pero realmente esa fue una conversación que empezó hace dos años, cuando juntos pensamos en la posibilidad de publicar su obra completa. A Valencia (la de Venezuela) le hace falta su historia del teatro y en muchos de sus renglones el vacío va cavando un hoyo descomunal. Además, en Venezuela (y todos lo sabemos muy bien) se ha cometido, a lo largo de casi toda su historia, el pecado de omisión. Así que casi en la totalidad del país, cuando se habla de la “historia del teatro venezolano”, se hace mención escasamente a Caracas como epicentro único del hecho teatral. Lo cierto es que, por supuesto, no es así, y como es de suponer también en las provincias se hace un teatro de altísima factura. Ese fue el caso de Miguel Torrence, quien a lo largo y a lo ancho de toda su vida, o por lo menos una gran parte de ella, la dedicó al teatro. Conocí a Miguel Torrence y su agrupación escondiéndome debajo de las butacas de una sala alternativa que él, junto a Maritza Mendoza, su eterna compañera de siempre y además su gran actriz, es decir la gran actriz… y junto al resto de su agrupación de entonces (entre otros Jacqueline Briceño, Oswaldo Blanco, Moreno, etc.), crearon. Estoy hablando del año 1979.

Él, desde su sencillez y amplitud de ser humano, desde sus fortalezas y debilidades, desde sus alegrías y tristezas, fue EL TEATRO.

Supongo que ellos no lo sabían, pero de vez en cuando al salir de la Escuela de Teatro Ramón Zapata, donde yo estudiaba… iba hasta allá, entraba silenciosamente y me quedaba viendo los ensayos de sus obras. En ese año que traigo ahora a la memoria, ellos hacían El pequeño Eyolf, de Henrik Ibsen. Nunca lo olvidaré, tal como si fuera hoy. Su poder de atracción para mí era fascinante. Y como siempre el teatro me ha reunido con la vida, agradezco aquellas enseñanzas que el Maestro me dejó.

Es triste para mí decir y tener que confirmar que él no pudo ver ese proyecto tan anhelado en su totalidad (apenas llegó a conocer su primer tomo). Porque un libro o dos (o quizá tres en este caso) requieren siempre de una madurez y un proceso que se decanta en el tiempo.

No se trata de la cantidad de años que Torrence haya dedicado al teatro, se trata de su lealtad a una profesión, un oficio, un arte. En cierta ocasión el actor venezolano Omar Gonzalo hizo un monólogo que se tituló El teatro soy yo; por entonces yo pensaba en el afán de nosotros ser el teatro, y si yo en este momento pudiera decir “el teatro soy yo”, sería algo más que un orgullo para mí. Pues, el Maestro Miguel Torrence lo era, y lo era con creces. Él, desde su sencillez y amplitud de ser humano, desde sus fortalezas y debilidades, desde sus alegrías y tristezas, fue EL TEATRO. Y hoy por hoy puedo decir: “El teatro es Miguel Torrence”. Con esta pequeña misiva te doy las gracias por tantas enseñanzas. Te despediste una tarde, cuando en cierto momento te retiraste de la pantalla a través de la cual conversábamos largas horas, a través de la cual nos leímos textos, nos reímos, aprendí de ti todo. Me confiaste lo máximo. Te retiraste delicadamente y comenzaste a decirme chau… chau Carlos, chau Carlos… (yo te devolví el saludo, no sin cierta extrañeza), pero tú me seguías diciendo Chau… llamaste a Maritza para que terminara de coordinar algunas cosas conmigo… mientras repetías Chau Carlos… Me fui a Coímbra, donde tenía un congreso sobre teatro clásico. Y el día de mi ponencia, el viernes 18 de marzo, justamente a la hora de mi presentación, tú tenías tu deceso. Por supuesto deceso físico, porque no solo estarás en nuestra memoria, en la historia del teatro venezolano, estarás también en los hombres y mujeres de teatro en los que dejaste todo tu legado a lo largo de la vida. Y tal como dijo el amigo (y también tu amigo fraterno, Renzo Fernando Herrera Moreno), “¡Chapeau, Maestro!”.

 

Miguel TorrenceMiguel Torrence (1940-2016)

Miguel Torrence nació en Valencia el 22 de marzo de 1940. Ingresa a estudiar teatro en el año 1959; nueve años de estudio, nombrado asesor teórico de la Asociación Carabobeña de Arte Teatral en 1960, fundador del Teatro Arlequín 1961, fundador de la Escuela de Folklore, del Departamento de Artes Escénicas de la Universidad de Carabobo, Coral Filarmónica Carabobo, Fundador de la Revista Teatral de la UC, del Centro Dramático Nacional de Venezuela, del Centro Nacional de Investigación Teatral. Presidente encargado del Centro Internacional de Teatro ITI, filial Venezuela. Miembro directivo del Sindicato de Radio y Televisión. Director de más de trescientas obras teatrales. Dirigió las publicaciones Revista del Departamento de Artes Escénicas de la UC, revista Arlequín, Cuadernos del Centro Dramático Nacional de Venezuela. Premios Nacionales Juana Sujo, como director, con los montajes Ubu roi, Frank V, Santa, Ivon Princesa de Borgoña. Premio Nacional de Dramaturgia Nuevo Grupo con la obra La puesta en escena. Premio internacional como director con la obra El proceso de Lucullus. Premio Internacional Ollantay (publicación) por la revista Arlequín. Nombrado en el año 2011 por el Ministerio de la Cultura, patrimonio cultural de la nación. En fin, 56 años en el teatro, muchos reconocimientos por hacerlo, pero nunca tanto reconocimiento de Miguel Torrence para con el teatro, por su misterio, inabarcabilidad, inconmensurabilidad, y el reto ad infinitum, por transformarlo en lo único que lo hace ser: puesta en escena. Falleció en la ciudad de Valencia, estado Carabobo, el viernes 18 de marzo de 2016 a las 9 de la mañana en la Ciudad Hospitalaria Dr. Enrique Tejera.

(El presente texto se publicará en el boletín oficial del Instituto de las Artes del Espectáculo de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, con el apoyo del profesor doctor Jorge Dubatti, director del IAE).

Carlos Dimeo
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