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La poesía consciente de Humberto Pinedo Mendoza

martes 20 de junio de 2017
Humberto Pinedo Mendoza
Humberto Pinedo Mendoza usa como terapia los versos para comunicarse.

A pesar de que en España hubo un movimiento ideológico y poético marxista por la década del 90, la poesía sirvió para sus integrantes como un instrumento de lucha social y de liberación. Demostraron con sus poemas su disconformidad con lo establecido y mediante una particular poética en pos del entendimiento de las mayorías.

Pero el poeta Humberto Pinedo Mendoza llega a este estilo de poesía consciente con su propio sello en el lapso de cincuenta años escribiendo poesía. En sus inicios estuvo influenciado por el experimentalismo brasileño y la poesía del Siglo de Oro español en lo castizo.

Este estilo clásico y de ruptura con lo establecido lo descubrimos en los versos que en 1970 publicó el suplemento El Dominical del diario El Comercio: “Rumo, me gasto, tramo, monto, rumo toda una tragedia existencial de un hombre”. Poesía muy sugerente para su época.

En la época de la revolución de Velasco y de la subversión, Pinedo logra plasmar poemas más comprometidos y de connotación protestataria.

Como diría Abelardo Oquendo, existencialmente Humberto Pinedo usa como terapia los versos para comunicarse. El psiquiatra Alberto Seguín rastreaba este enfoque. Nos muestra la deshumanización del hombre, la lucha contra la cosificación (Herbert Marcuse). Este es un poema con rostro, este es el rostro de un poema, o “zurró a palos a mandón estado, su lomo, su cogote su hocico”.

A pesar de esta ruptura con el lenguaje y con lo establecido, su desesperación para comunicarse es irreversible, como sostenía Umberto Eco. Nos habla de otras formas de comunicación y Humberto aporta al lenguaje nuevos giros y signos.

Fue en esta época cuando junto con el poeta Jorge Ovidio Vega realizaron una poesía de ruptura con el lenguaje, el tiempo y la sociedad. Tamayo Vargas diría que H. Pinedo es un poeta sintagmático y contestatario. En cambio el poeta chileno Flores Letelier sostiene que sus versos parecen una metralla de palabras con contenido social.

Luego, en la época de la revolución de Velasco y de la subversión, Pinedo logra plasmar poemas más comprometidos y de connotación protestataria: “Los abandonados”, “La vida no vale nada”, “Maestro de pueblo joven”, “Los sirvientes”, “Los pequeños burgueses”. Muchos de estos versos están incluidos en sus libros TopusAvizorConvulsión. Poemas donde se incide en la protesta pero usando la sintaxis. Algún crítico diría que estos poemas se parecen a telegramas llenos de sentimiento.

En sus viajes a Cuba, México, Panamá y Venezuela, asimiló mucho estas realidades sociales y culturales. Se dedicó a escribir poemas conscientes históricos: “Poema al pie del Teotihuacán”, “Fuerte de San Juan Ulúa de Veracruz” o el poema a La Habana Vieja.

Como se puede apreciar, internacionaliza la protesta como cuando el poeta Zanabria descubrió que era un poeta de la conciencia. Porque está comprometido existencialmente con el hombre de nuestra época. “Para qué sirvo, para qué hablo, para qué sirvo”, la condición humana. Complementa estos juicios José Beltrán Peña cuando dice que con sus poemas escarba la realidad actual —“¿Qué somos, humanos o zombies?”, “Masacre en Gaza”, “He vuelto a nacer”, “¡Madre mía, perdón!”. Humberto Pinedo es un poeta de la conciencia; por eso nos hace reflexionar y sentir con sus versos.

Un poema consciente en un hospital
De tumbo en tumbo recojo mis pasos

Humberto Pinedo MendozaQué azarosa es la vida que recogemos sin dudas ni rumores
endiosamos ídolos y dinero sin atinarnos a prever enfermedades
corremos aventuras, ganamos experiencias como inmortales
así caemos, nos levantamos, volvemos a caer sin aprender a ser humildes.

Perdemos el tiempo, nos engañamos y sin remordimiento insistimos
qué ingenuos somos creyendo ser dueños de nuestro existir pobre
hasta que el destino nos tumba en la cama de un nosocomio ajeno
de tumbo en tumbo nos damos cuenta que somos frágiles ante la muerte.
Qué suerte nos depara el cuerpo cuando nos ataca el malestar asesino.

Deseamos ser fuertes pero nos vence el quejido y el malestar de esperar
así tropezamos con otras tristezas que ambiente quejoso nos humaniza
sentir el dolor de los otros que son peores que los tuyos te enciende
y tu ánimo se estropea y comprendemos lo duro que es la vida, enfermo.

Humberto Pinedo Mendoza

Raúl Allain
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