
I
El instante reclama confrontar una marcha fatal. Reclama resistencia.
II
Todo lo que no es asignado en su debido sitio provoca cismas, rasga el papel que hace confundir el catálogo con el horizonte.
III
Una consecuencia natural de aceptar itinerarios es la supresión de la espontaneidad.
IV
El anquilosamiento de la imaginación exime de responsabilidades. Su atuendo predilecto es el de la reverencia por el pasado.
V
La pasividad encuentra su apoteosis en el espectador que exige a como dé lugar la repetición de la experiencia.
VI
La nostalgia da un acceso dócil al interior de las personas.
VII
La nostalgia, en su expresión más desmedrada, revela un profundo hastío por el presente: lo devalúa. Favorece las imágenes lustrosas e irreales de tiempos idos. Es una denuncia discreta afín a la región donde complacencia e ira se confunden.
VIII
El pasado vuelto reliquia cercena el sufrimiento y lo reemplaza con obstáculos que siempre pueden sobrellevarse.
IX
La distorsión del pasado posibilita la creación de ficciones oportunas y comercializables. Más aún cuando se vale de nítidas divisiones cronológicas.
X
En su empaque industrial, la nostalgia no puede ser otra cosa que nostalgia dirigida. Al tiempo que distingue del resto, homogeneiza. No hay una experiencia singular, sólo experiencias que participan de una misma atmósfera cuidadosamente diseñada.
XI
La manufactura de la nostalgia debe su apogeo a la sencillez del reciclaje. De ahí que sus productos no sean más que gastadas permutaciones: la consolidación del arte como mera identificación.
XII
El realce de un sentimiento que aparenta ser inofensivo es una instancia más de lo que Adorno llama libertad organizada. Su fin es transformar a la persona en un receptáculo de opiniones elegidas por un sistema preocupado con la funcionalidad y la eficiencia.
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