
Ubicado en el corazón verde de Colombia y cuna del Paisaje Cultural Cafetero, declarado por la Unesco como patrimonio material de la humanidad, el departamento del Quindío es reconocido como el territorio donde la minificción liberoamericana tuvo su origen.
Valga citar que en 1926, cuando el poeta calarqueño Luis Vidales sacudió la abulia parnesiana con su libro paradigmático Suenan timbres, incluyó entre sus textos una serie de poemas en prosa denominados “Estampillas”. Para muchos críticos literarios, aquellos textos son considerados el acto fundacional de la literatura breve en Iberoamérica. Aquel acto poético constituyó un verdadero timbronazo que le abrió senderos insospechados a la literatura universal con la creación de un nuevo género literario, la minificción, ahora denominado “el cuarto género”.
El vecino de enfrente
Luis Vidales
Me lo encontré en la avenida. Su identidad conmigo era, como si dijéramos, escandalosa. Le dije: “¿Quién es usted?”. Y me soltó, susurrando las sílabas: “Luis Vidales”. Le grité, angustiado: “¡No! ¡Yo soy Luis Vidales!”. Y para asombro de mi parte, me respondió con aplomo: “¿Y quién lo contradice?”. Y en verdad, no tuve nada que argüirle.
(de Suenan timbres, “Estampillas”, 1926)
La tierra de Vidales es fértil escenario del cultivo de la minificción. Poetas como Nelson Osorio Marín, creador de las “microfantasías”, término pionero acuñado cuando aún en Latinoamérica no se hablaba de minificción, ficción súbita, brevicuento, haikuento, minicuento y más de medio centenar de denominaciones que ha recibido por los cultores y estudiosos, lo cultivaron. Umberto Senegal, maestro de la brevedad y promotor del haikú en Colombia, en un juicioso tratado sobre el trabajo de Nelson Osorio Marín señala: “Osorio llamó a sus cuentos microfantasías. Las escribió entre 1970 y 1976, agrupando veintiocho al final del libro de poesía Al pie de las letras (Bogotá, 1976)”.
Jugarreta
Nelson Osorio Marín
Estiré la mano y lo toqué. Sobresaltado encendí la lámpara y… allí estaba, flotando a unos centímetros del piso, con su título reluciente: Cien años de soledad.
Lentamente me acerqué y cuando creí que eran el momento y la distancia apropiados me descargué sobre él. Inútil. Permaneció suspendido en el aire. Al cabo de cierto tiempo —y sin que mediara mi intervención— se posó en el piso. Lo palpé y lo releí renglón por renglón, cuidadosamente. Todo igual, excepto algo: no estaba Remedios la Bella.
(de Al pie de las letras)
Sin lugar a dudas el Quindío, uno de los entes territoriales más pequeños de Colombia, se ha convertido en el más grande territorio de la literatura breve en Latinoamérica.
Se puede señalar también la obra de Jaime Lopera Gutiérrez La perorata y otras historias como uno de los hitos de la minificción en Latinoamérica. De hecho al momento de realizar su reedición, en la serie Cuadernos Negros, el Centro de Investigación y Difusión del Minicuento Lauro Zavala, con sede en Calarcá, señala sobre la obra de Jaime Lopera: “Este libro, publicado por primera vez en Medellín en 1967, fue el primer volumen dedicado a la minificción en Colombia y uno de los primeros en Latinoamérica”.
Números 25:12
Jaime Lopera Gutiérrez
Las llamaban “las hijas de Moab” porque lo hacían con todo el pueblo. Eso decía por lo menos aquel moralista protestante que se las daba de “conciencia pública” y pregonaba a voz en cuello la paz de todos los sexos. Como a ellas no les importaba el furor del moralista y la gente no cesaba de acudir a sus salones, le mandaron de carnada a una ninfeta y el pobre hombre se devoró a la niña haciéndose a la idea de que estaba contribuyendo a la salvación de las almas y a la redención de los cuerpos. Se llamaba Eleazar.
(de La perorata)
Gracias a la serie Cuadernos Negros, los cultores y estudiosos de la minificción han podido divulgar sus creaciones en otras latitudes y conocer estudios críticos sobre el cuarto género en otra partes del planeta. Valga reseñar aquí los libros Aforías, del escritor Hugo Hernán Aparicio Reyes; Era el final, del fallecido periodista y compositor Alfonso Osorio Carvajal; la antología Minificción quindiana, compilación de Leidy Bibiana Bernal; La baba del farsante, del poeta Fabio Osorio Montoya, y El boom de la minificción, del crítico mexicano Lauro Zavala. “Breve y exigente trabajo sobre aspectos varios de la minificción que pueden convertirse en sólidos puntos de partida para realizar múltiples investigaciones en torno al tema. Ideas imprescindibles, las de este texto, para consolidar, valorar y proyectar la minificción en la narrativa del siglo XXI”.
Sin lugar a dudas el Quindío, uno de los entes territoriales más pequeños de Colombia, se ha convertido en el más grande territorio de la literatura breve en Latinoamérica y aquí, en Letralia, lo celebramos.
- Nasrudineando - viernes 4 de febrero de 2022
- Dos mibonachis de Carlos Alberto Villegas Uribe - sábado 2 de octubre de 2021
- 8MSCD X 25ALRLH - lunes 31 de mayo de 2021