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Soy ateo, gracias a Dios

domingo 12 de noviembre de 2017
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Leila Guerriero
En su sugerente ensayo “El periodismo cultural no existe o los calcetines del periodista”, la periodista cultural argentina Leila Guerriero construye un verdadero texto oxímoron.

Gracias a mi entrañable amistad con Elías Mejía, el poeta del Paisaje Cultural Cafetero colombiano, el mirmecoléon se convirtió en uno de los personajes fantásticos que poblaron mi imaginario de juventud.

A medida que Leila Guerriero trata de demostrar que el periodismo cultural no existe, aporta valiosos conceptos y voces autorizadas que demuestran la valía, el rigor y la exigencia escritural que demanda el periodismo cultural.

Elías Mejía lo citaba en uno de los poemas que le publicamos en la revista Hermes. Tiempo después en nuestras frecuentes charlas en el café Neva de Calarcá me reveló, o al menos esa idea se quedó en mi memoria, que el mirmecoleón representa a los pantagruélicos lectores que tienen dificultad de procesar toda la información de sus múltiples lecturas y perecen sin producir una obra literaria trascendente.

Para precisar ese recuerdo inventado, busqué la definición del mirmecoleón en El libro de los seres imaginarios que Jorge Luis Borges escribiera a dos manos con Margarita Guerrero, y me encuentro con la siguiente definición:

Un animal inconcebible es el mirmecoleón, definido así por Flaubert: “León por delante, hormiga por detrás, y con las pudendas al revés”. La historia de este monstruo es curiosa. En las escrituras se lee: “El viejo león perece por falta de presa” (Job, 4:11). El texto hebreo trae layish por león; esta palabra anómala parecía exigir una traducción que también fuese anómala; los Setenta recordaron un león arábigo que Eliano y Estrabón llaman myrmex y forjaron la palabra mirmecoleón.

Al cabo de unos siglos, esta derivación se perdió. Myrmex, en griego, vale por hormiga; de las palabras enigmáticas “El león-hormiga perece por falta de presa” salió una fantasía que los bestiarios medievales multiplicaron:

El fisiólogo trata del león-hormiga; el padre tiene forma de león, la madre de hormiga; el padre se alimenta de carne, y la madre de hierbas. Y éstos engendran el león-hormiga, que es mezcla de los dos y que se parece a los dos, porque la parte delantera es de león, la trasera de hormiga. Así conformado, no puede comer carne, como el padre, ni hierbas, como la madre; por consiguiente muere.

Sin duda es más onírica y literaria la versión del poeta Elías Mejía y esa versión del mirmecoleón se avecina más a la percepción que tengo del escritor y periodista quindiano Ángel Castaño, infatigable lector quien atalaya críticamente la literatura latinoamericana para ofrecernos periódicamente los hallazgos de sus pesquisas.

Gracias a ese mirmecoleón llegó a mi correo el artículo de la periodista cultural argentina Leila Guerriero: “El periodismo cultural no existe o los calcetines del periodista”, leído en el seminario “Nuevas rutas para el periodismo cultural”, organizado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (México, 2011) y recogido en la antología Zona de obras, de Leila Guerriero, publicado por la editorial Círculo de Tiza.

En este sugerente ensayo la periodista cultural argentina construye un verdadero texto oxímoron. Valga la dicha recordar aquí que el oxímoron es una figura literaria que consiste en combinar dos expresiones de significado opuesto en una misma estructura. A medida que Leila Guerriero trata de demostrar que el periodismo cultural no existe, aporta valiosos conceptos y voces autorizadas que demuestran la valía, el rigor y la exigencia escritural que demanda el periodismo cultural. A tal punto que no duda en comentar:

Quisiera recordar lo que el ensayista mexicano Gabriel Zaid escribió, en 2006, en un artículo llamado “Periodismo cultural”. Allí Zaid se preguntaba: “¿Qué es un acontecimiento cultural? ¿De qué debería informar el periodismo cultural? Lo dijo Ezra Pound: la noticia está en el poema, en lo que sucede en el poema (…). Pero informar sobre este acontecer requiere un reportero capaz de entender lo que sucede en un poema, en un cuadro, en una sonata; de igual manera que informar sobre un acto político requiere un reportero capaz de entender el juego político: qué está pasando, qué sentido tiene, a qué juegan Fulano y Mengano, por qué hacen esto y no aquello. Los mejores periódicos tienen reporteros y analistas capaces de relatar y analizar estos acontecimientos, situándolos en su contexto político, legal, histórico. Pero sus periodistas culturales no informan sobre lo que dijo el piano maravillosamente (o no) (…). Informan sobre los calcetines del pianista”.

Yo, con el perdón de Zaid, creo que, en efecto, todo buen periodista debe ser capaz de entender lo que dijo el piano, pero también de entender cuándo es necesario informar sobre los calcetines del pianista.

Igualmente Leila Guerriero revisa los recursos literarios que favorecen su afortunado ejercicio. Con su ensayo la autora constituye un manual básico que debería ser estudiado y discutido en las facultades de comunicación. Un documento al cual se puede regresar con deleite por sus doctos aportes.

Leila Guerriero ha sido tan fulgurante en periodismo cultural que sus trabajos también fueron compilados y distribuidos en libros.

Nacida en Junín, provincia de Buenos Aires, Argentina (1967), la propia trayectoria de Leila Guerriero constituye un oxímoron del periodismo cultural porque desde cuando inició su carrera periodística en la revista Página/30 (1991) sus textos han aparecido en las principales revistas internacionales de periodismo cultural: La Nación y Rolling Stone, de Argentina; El Malpensante y SoHo, de Colombia; Gatopardo y El Universal, de México; Etiqueta Negra, de Perú; Paula y El Mercurio, de Chile; El País y Vanity Fair, de España; Granta, del Reino Unido; Lettre Internationale, de Alemania y Rumania, y L’Internazionale, de Italia, entre otros medios. Es editora para el Cono Sur de la revista mexicana Gatopardo.

Ha sido tan fulgurante en periodismo cultural que sus trabajos también fueron compilados y distribuidos en libros: en 2005 publicó el libro Los suicidas del fin del mundo (Tusquets Argentina y España), traducido al portugués y el italiano. En 2009, publicó una recopilación de crónicas titulada Frutos extraños (Aguilar Colombia y Argentina) editado en 2012 por Alfaguara (España). En 2010 su texto “El rastro en los huesos”, publicado en El País Semanal y Gatopardo, recibió el premio Cemex-FNPI. En 2013 publicó Plano americano (Ediciones Universidad Diego Portales, Chile), donde reúne veintiún perfiles de personalidades de la cultura de España y Latinoamérica.

Si el periodismo cultural no existe, soy ateo, gracias a Dios.

Carlos Alberto Villegas Uribe
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