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David Caleb Acevedo: “Las canciones de Bob Dylan no son poesía”

domingo 6 de noviembre de 2016
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David Caleb Acevedo
Caleb Acevedo: “¿Qué es Dylan si no un gran músico, un gran cantante, un gran compositor, pero no un escritor o literato?”.

David Caleb Acevedo (Puerto Rico, 1980) es poeta, cuentista, ensayista, novelista, pintor, traductor, editor, antólogo… escritor. Caleb Acevedo es desde muy joven una de las voces más autónomas que he conocido dentro de nuestro escenario literario. Cuando David habla, tenemos que escucharle, y más, si vamos a tener en cuenta la opinión de nuestros escritores o creadores literarios con relación al Nobel de Literatura (2016) que la Academia Sueca le concediera a Bob Dylan el pasado 13 de octubre de 2016. Caleb Acevedo, no empece a que Facebook le ha bloqueado, ha tomado su tiempo e intercambiado unas palabras sobre su posición respecto a lo que representa el Nobel de Literatura para Dylan. Les comparto con todos vosotros.

No podemos equiparar la oralidad de una era preescritura con la oralidad de la canción hoy día.

—Me dicen que estás de lo más feliz con lo del Nobel en Literatura que la Academia Sueca le acaba de dar a Bob Dylan, ¿por qué?

—Para nada. De hecho, me parece un grave error. El género de la canción es un género híbrido entre literatura y música. No es ni una ni la otra. Esa periferalidad es lo que distingue a los géneros híbridos de sus géneros matrices y es lo que los hace interesantes. Es un error garrafal de parte de la Academia Sueca haber abierto el Nobel de Literatura a cantautores, o por lo menos, a cantautores que sólo tienen la música como norte, como es el caso de Dylan. Me preocupa también que se rompan las periferalidades, que en nuestro afán por vencer los márgenes y las marginalidades destruyamos ecosistemas riquísimos y hermosos que se deben preservar tal cual son. La canción, como género, tiene una tradición riquísima que se acaba de trastocar al sacarla de su entorno. ¿Podría sobrevivir este género si le aplicamos las reglas y los estándares de calidad que le hemos asignado a la poesía (y por extensión, a la literatura) durante su desarrollo? En fin, que me parece idiota darle un premio a un bonsaísta en un concurso de orquidistas sólo porque dicho bonsaísta hizo un bonsái con una phalenopsis pegada al tronco. Coño.

—Pero la Academia Sueca no le da el Nobel en Literatura a Dylan por cantautor, se lo da por poeta.

—La Academia le otorga el premio a Dylan, y cito: “For having created new poetic expressions within the great American song tradition” (traducción: “Por haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense”). Creo que muy poca gente se detuvo a analizar esas palabras antes de lanzarse a celebrar o desempolvar sus discos de vinilo de Dylan. Se le premia por crear nuevas expresiones poéticas dentro del género de la canción estadounidense. No se le premia por poeta ni por su poesía, porque eso sería estirar demasiado la definición de ambos términos. Las canciones de Dylan no son poesía. Son canciones. La canción y la poesía surgen casi al mismo tiempo, no porque sean lo mismo, sino por la tradición oral y cómo en esa oralidad se transfirieron conocimientos de generación a generación hasta la invención de la escritura. Todo está bien. Pero no podemos equiparar la oralidad de una era preescritura con la oralidad de la canción hoy día. No es un paralelismo.

La canción es hija de la poesía y la música. Hija. No es poesía, es hija de. Ahí estriba su grandioso mérito. No en la literatura. Mientras la Academia se revestía de mantos inclusivos que raras veces ha demostrado, escritores de la talla de Ursula K. Le Guin, Neil Gaiman, Haruki Murakami y Edwidge Danticat, escritores con gran capacidad de arribo en su literatura y con grandes preocupaciones universales sobre el futuro y el destino de la humanidad, con grandes obras y trayectorias, se quedaron sin la posibilidad de un premio, que no es otra cosa que el reconocimiento de una labor bien hecha. Lo siento, pero esto es moda, “hipstería”, el derroche de miembros de la Academia que todavía son hippies.

—David, ¿no crees que la Academia Sueca lo que hace es volver el Nobel en Literatura 2016 a la época en que se le concede el Nobel en Literatura a Rabindranath Tagore?

—Precisamente, hay quienes invocan el premio de Tagore como prueba más allá de toda duda razonable de que la Academia Sueca ya les ha dado el premio a músicos anteriormente. Un estudio cauteloso de la vida de Tagore revela que no era sólo músico, sino también literato. De hecho, Tagore fue un hombre “renacentista”, en el sentido de que sabía y podía hacer de todo, en tiempos en que el afán por las especializaciones y especialidades profesionales apenas comenzaba a surgir. En fin, Tagore fue, más que nada, un folclorista, y su premio se lo dieron por ello. ¿Qué es Dylan si no un gran músico, un gran cantante, un gran compositor, pero no un escritor o literato? Tagore siempre tuvo la literatura en mente. Siempre tuvo la producción literaria como norte. Se le premió por eso. ¿Qué propósito literario ha tenido Dylan? Ninguno. Sus preocupaciones nunca han sido literarias, sino musicales. Sus propósitos de vida han sido musicales. Aun sus libros, sus crónicas, todo ha girado en torno a un norte musical, nunca literario. Digo yo… se le puede exprimir alguno que otro significado literario a sus canciones, pero eso no las hace poesía. Tener significado o mérito literario no equivale a ser literatura en ningún foro. Precisamente, anoche, mientras jugaba el juego Life is Strange, de PlayStation 4, meditaba en cómo hay juegos que tienen grandes capacidades literarias, o como yo le llamo a falta de un término que me haga sentir cómodo, literoplasma. Por ejemplo, hay juegos con grandes historias que reproducen preocupaciones clásicas o tradicionales de la literatura, como el “¿por qué estamos aquí?”, “¿cuál es el fin último de la humanidad?”, etc. Son videojuegos literarios, claro que sí. Pero no son literatura. Creo que la división es clara y no mezquina. La literatura se desarrolló con miras a unas necesidades individuales específicas, a saber: la necesidad de escape de la realidad hacia un espacio íntimo entre el ojo y la letra, la necesidad de aprender de las decisiones de los personajes, la necesidad de amplificación de vocabulario, necesidades que sólo se satisfacen hundiendo las narices en un libro, y que jamás serán cubiertas por una canción, por más literaria que sea o por más literoplasma que ostente.

La canción no se acepta como literatura desde hace par de siglos largos.

—La llamada crisis de las ciencias sociales, como la concibieron muchos científicos sociales al colapso del bloque socialista y, con ello, el fin de la historia y la guerra fría, sugirió un retorno al origen transdisciplinario de las ciencias sociales y humanas. ¿Acaso no es precisamente eso lo que acaba de hacer la Academia Sueca con el Nobel en Literatura a Bob Dylan?

—Pero es que estos retornos a las raíces no se pueden dar en un vacío. No se puede obviar todo un desarrollo de varios siglos por la sola excusa melancólica de volver a los inicios. Por joder. Esto se tiene que problematizar como se problematiza todo en la academia. ¿Por qué volver a unos inicios que no hemos tocado y de los cuales nos hemos movido durante los últimos cinco siglos de historia humana? ¿Qué propósito noble se persigue? Y sobre todo, ¿por qué el ser humano tiene la maldita necesidad de volver al inicio cada vez que se tranca en su desarrollo? O sea, la canción no se acepta como literatura desde hace par de siglos largos. Y los cancioneros, como género, son sumamente truculentos. Están los cancioneros compilados por folcloristas, cancioneros que son literarios porque existe una intención tácita e implícita de registrar para la posteridad canciones cuyas tonadas se desconocen y que ahora sobrevivirán como poemas, vis-à-vis la mera compilación de canciones en un libro, que es lo que Dylan tiene con los libros que ha publicado de sus canciones. Ahí es que uno ve el desacierto. El despropósito.

Nos mintieron, Wilkins. Nos vendieron un posmodernismo que predica que “todo está hecho”. Nos quedamos dormidos de ese lado y dejamos de inventar, de crear obras verdaderamente originales, de proponer cosas nuevas. Y ahora, que finalmente aceptamos que estamos trancaos, ahora, después de casi medio siglo pensando que todo está hecho, ¿ahora volvemos hacia atrás? Me parece una soberana estupidez.

¿Qué relevancia o pertinencia tiene el Nobel de Literatura, un premio que acaba de demostrar cuán lejos está de los lectores?

Aparte de eso, toda esta discusión de la exclusividad y la inclusividad se ha aceptado sin problematizarse lo suficiente. Hay exclusividades buenas e inclusividades peligrosas. Hay exclusividades justas e inclusividades injustas. Lo más triste es ver académicos respetables montándose en esta guagua a todas luces hípster y de gran contenido melancólico. Deprime este afán por juntar en un mismo renglón géneros que se desarrollaron tan distantemente como dista la Luna de la Tierra. Tradicionalmente hemos juntado en el renglón literario la novela, la poesía, el teatro, el ensayo, el cuento, y luego de Truman Capote esos mismos géneros pero traducidos al non-fiction, a saber, la memoria, la biografía, la autobiografía (que no es lo mismo que la memoria), el relato, el testimonio, la crónica literaria y la periodística (que no son lo mismo tampoco)… en fin, los hemos agrupado dentro de la categoría de literatura. ¿Por qué no nos preguntamos por qué? Propongo que las anteriores son literatura porque llenan una necesidad literaria en el individuo. Porque tienen ese propósito, esa pretensión. Es bien sencillo. Uno se acerca a la literatura de manera muy distinta que a la canción. Por ejemplo, las canciones no se leen. Ese no es su propósito. Por supuesto, existen anormales como yo que leen las canciones antes de escucharlas. Eso está muy bien, sobre todo si uno ostenta una cierta parcialidad hacia la poesía. Pero no constituye el mismo ejercicio que con un poema que ha sido escrito propiamente para leerse. Y con esto, no estoy diciendo que no haya canciones que no sean literarias… hay una cantante folk a quien amo muchísimo, cuyo cancionero entero (y estoy hablando de más de cien canciones) es sumamente poético y literario. Esa cantante es Tori Amos. Pero, ¿podríamos categorizarla como poeta? No. Jamás. Su intención como artista siempre ha estado orientada hacia la música folk goth pop. Nunca hacia la literatura. Entonces, no puedo evitar preguntarme cuál es el empeño en empujar algo que no tiene ton ni son, ¿cuál es el uso de traer algo por los pelos en pos de una falsa inclusividad? Te lo diré. Estamos en año eleccionario y sumamente histórico, por la amenaza real que representan ciertos candidatos. Hay que admitir que muy poca gente está, realmente, pensando.

Para concluir, ¿qué de importancia tiene un premio tan desprestigiado por desaciertos como este y otros tantos en otros años? ¿Qué relevancia o pertinencia tiene el Nobel de Literatura, un premio que acaba de demostrar cuán lejos está de los lectores, para una clase o generación de lectores o escritores para quienes este tipo de premio es un vestigio del pasado, una de esas reliquias que se niegan a morir, pero que pertenecen, casi, a otro mundo que prometía menos y premiaba más? Pues, no mucha. O tal vez, tiene más importancia para quienes se beneficiarían de ese dinerito para seguir empujando sus carreras. No soy hipócrita. Sueño con ganarme el Nobel de Literatura algún día. Sueño con ser el primer puertorriqueño en hacerlo. Pero como confieso una cosa, confieso la otra: con el pasar de los años, ese sueño se hace más frágil y menos importante.

Wilkins Román Samot

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