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Gabriele Morelli
“Entré en la cultura española como quien se hace cura”

jueves 17 de agosto de 2017
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Gabriele Morelli
Morelli: “Como hispanista siempre me gusta subrayar que España con la Real Academia ha hecho un buen trabajo”.
Cae eternamente
Cae al fondo del infinito
Cae al fondo del tiempo
Cae al fondo de ti mismo
Cae lo más bajo que se pueda caer
Cae sin vértigo
A través de todos los espacios y todas las edades
A través de todas las almas de todos los anhelos y todos los naufragios…
Canto I, Altazor, 1931, Vicente Huidobro

—Cada vez que me preguntan por qué me dediqué a estudiar lengua y literatura española, respondo que fue una elección de juventud —quien así inicia su relato cuando le pregunto cómo nace su vocación por la filología del español es el profesor Gabriele Morelli, un hispanista italiano de gran trayectoria—. En mis cuarenta años de trabajo he asistido a un cambio, porque ha cambiado el mundo. Ahora rápidamente, a través de e-mails, o con un teléfono, podemos entrar en contacto con otras latitudes. Mientras que en mi juventud, para saber de España, tenía obligatoriamente que ir hasta allá porque no había comunicación y la frontera era otra cosa. España tenía medidas fronterizas particulares para que no se entrara, por lo que para nosotros era muy difícil y por ende, era fundamental tener vocación, fe y amor hacia la pasión filológica. Estudiábamos y lo hacíamos por vocación, aquí había sólo dos o tres facultades donde se podía estudiar español, no había cátedras. Hoy la situación es completamente diferente; en la actualidad en las universidades italianas el español es una lengua muy importante, mientras en los años 70 éramos veinte estudiantes por facultad, ahora los estudiantes de español son miles.

En Italia no se escuchaba ni una palabra en español, nada. Recuerdo que iba a la catedral de Milán, al duomo, para ver si me encontraba con algún turista y así poder hablar el idioma.

Las únicas facultades de lengua y literatura española que existían cuando estudié eran la de Milán y la Universidad Ca’ Foscari de Venecia. Yo me matriculé en la Universidad Bocconi de Milán; conocía muy bien las literaturas francesa e inglesa y había leído las literaturas alemana y rusa, pero no sabía nada de la literatura española, salvo algunos nombres como Cervantes, Góngora o Lope de Vega, y fue por esto que me hice hispanista.

En aquella época España era un país fuera de Europa y en Italia no se escuchaba ni una palabra en español, nada. Recuerdo que iba a la catedral de Milán, al duomo, para ver si me encontraba con algún turista y así poder hablar el idioma, porque no había canales de televisión donde uno pudiera saber algo. España en Italia era un país que no existía por razones políticas e ideológicas. Era la época de la dictadura de Franco y no había relaciones comerciales de ningún tipo. Sólo de vez en cuando encontraba algún turista español, o argentino; no había en aquel tiempo lo que existe ahora: la cultura global. Por esto, España representaba casi la Edad Media para un italiano, existía una diferencia cultural y económica de treinta años; la vida española de ese tiempo era como la vida de los italianos antes de la segunda guerra mundial.

Así que frecuentando el primer año de universidad, en 1962, me fui a España. No obstante los tiempos difíciles, pude estudiar en Salamanca, entré en contacto vivo con la cultura y con grandes escritores como Vicente Aleixandre, que fue uno de los autores que más estudié. Eran unos personajes maravillosos, cuando tú te acercabas y ellos se daban cuenta de que eras un estudioso de su cultura, te aceptaban como si fueras un familiar. Yo tenía veinte años y Vicente Aleixandre me recibió en su misma casa, luego empezamos a tener una correspondencia y poco después él ganó el Nobel de literatura y yo me sentía superafortunado, porque era un joven que tenía un epistolario con Vicente Aleixandre, un premio Nobel, y era una cosa bastante rara que un estudiante se carteara con un escritor de esa talla.

España tenía esa maravilla, que los intelectuales te recibían en su casa, y abrían la tertulia. Conocí también a Luis Cano, que era el director de la revista Ínsula, y también él te recibía en sus encuentros literarios, por eso entré inmediatamente en la cultura española. En mí era una vocación, era como hacerme cura o fraile. Tampoco sabía a dónde iría a parar después de egresar como doctor en lengua y literatura española e hispanoamericana, porque se enseñaban las dos cosas, pero tengo que decir que he hecho una gran labor.

Para conocer más sobre el trabajo de Gabriele Morelli, recomiendo la lectura del artículo “Gabriele Morelli, pionero en los estudios de la vanguardia y el 27”, por Francisco Javier Díez de Revenga, de la Universidad de Murcia.

—Tuviste como profesor a Giuseppe Bellini, un hispanista italiano de alto rango y gran amigo de Pablo Neruda.

—Sí, inclusive Giuseppe Bellini era el albacea de Neruda en España. Neruda con Giuseppe Bellini tenía una relación muy familiar, el poeta chileno iba a comer a su casa. En ese tiempo aún Neruda no había ganado el Nobel, no era famoso; era conocido dentro del ambiente de las letras, era popular, pero no un monumento como ocurrió después de que ganara el Nobel. Y los estudiantes de Giuseppe Bellini tuvimos la suerte de que, cuando Neruda pasaba por Milán, venía a nuestra universidad. También hay que decir que en Milán estaban las sedes de las grandes editoriales y todo el mundo pasaba por allí. En el curso éramos poquísimos, diez o doce estudiantes que hacíamos los cinco años de magisterio; entonces era genial, íbamos todos a almorzar, o cenar, con Neruda, lo mismo ocurría si pasaban Mario Vargas Llosa, Jorge Luis Borges o Miguel Ángel Asturias.

—¿Dónde conociste por primera vez a Neruda?

—En la Bocconi, me doctoré a finales del 66 por lo que lo conocí en los primeros años de universidad. Recuerdo que ya en el segundo año teníamos que elegir el tema de la tesis y yo escogí un poeta que conocí gracias a una argentina. Al poeta Miguel Hernández, que acababa de ser publicado por la editorial Losada y mi amiga argentina cargaba el libro. Entonces me fui a España a investigar sobre él, de quien no se conocía nada. Y Bellini, como Neruda había sido protector de Miguel Hernández, se lo cuenta, le dice que él tenía un alumno que estaba haciendo la tesis sobre Miguel Hernández. Por eso enseguida Neruda quiso conocerme personalmente. Me invitó a cenar para contarme sobre la figura de Miguel, quién era. La primera cosa que me dijo fue que Miguel Hernández era un hombre de la tierra, que tenía una cara de patata recién sacada de la tierra; un campesino que andaba siempre descalzo y pocas veces usaba alpargatas. Neruda se había quedado muy sorprendido de que yo escogiese hacer la tesis sobre Miguel Hernández, del cual en Italia no se sabía nada. Pero la poesía se mueve más allá de todas las cosas. Por cierto tengo una dedicatoria de Pablo Neruda donde él escribió con su puño y letra: “Recordando a nuestro Miguel”.

—¿De qué otras cosas conversabas con Neruda?

—Se hablaba del interés que su poesía y su figura iban despertando en Italia. Se maravillaba de que Italia fuera un país tan acogedor y que lo amaba; él siempre recordaba su estadía de los años 50 cuando estuvo en la isla de Capri con Matilde Urrutia, período en el que todavía no estaban casados porque él tenía una relación oficial con Delia del Carril, su segunda esposa. A Neruda en Italia lo protegía el Partido Comunista; siempre andaba rodeado de políticos italianos como el onorevole Paglietta. Él siempre hablaba muy bien de Italia y cuando ganó el premio Nobel en 1971, la primera lectura que hizo después de haber recibido el premio fue en la Universidad Bocconi. Recuerdo la gran emoción, el aula magna llena de estudiantes; en ese tiempo se amaba mucho la poesía en Italia. Durante su discurso dijo que la Bocconi era una universidad donde él siempre se había encontrado bien, donde lo habían aceptado, y luego dio una lectura poética; leyó las poesías más conocidas, las de mayor efecto. Cené varias veces con él, éramos los especialistas de español que encontrábamos al poeta chileno, no tengo fotos de esos momentos porque en esa época no se tomaban fotos como ahora, quizás haya una foto de cuando vino a presentar el trabajo Fin de mundo, que hizo para el profesor G. Bellini.

—¿Cómo era físicamente Neruda?

—Como se puede apreciar en las fotos, era alto, un poco gordo y tenía una piel color aceituna con algo de ojos indios, achinados, que heredó de su madre. Era un poco ensimismado, tenía una lentitud de movimiento y de palabra. A mucha gente no le gustaba su forma de leer, a mí sí, porque yo estaba acostumbrado a su lentitud, a su voz, que tenía un efecto particular, era una cantilena a veces seria, a veces cursi, pero era muy bonita y original, tengo varias grabaciones de él.

—Me contaste que acaba de fallecer Giuseppe Bellini.1

—Sí, hace exactamente un mes. Giuseppe Bellini fue un gran hispanista italiano, además uno de los primeros que se dedicaron a la enseñanza de la literatura hispanoamericana en Italia. Fue un pionero, uno de los primeros, un gran decano de la literatura como materia; él tradujo mucho, enseñó en la Universidad Bocconi, en Parma, en Venecia, además de ser una persona extremadamente activa, muy positiva, vital, organizaba muchos congresos e invitaba a muchos escritores. Cada vez que he presentado un libro mío siempre se lo he agradecido al profesor Bellini. Por ejemplo, el último sobre Neruda, Cartas de amor, que salió en 2015 con la editorial Cátedra; el mérito de ese trabajo va a él porque invitaba a todas estas figuras de la literatura a la universidad y nos permitía conocerlas. Hoy es diferente, ahora en las universidades invitan poco a los escritores e inclusive hasta por razones económicas y por el aspecto burocrático que es tan pesado. Pero lo peor, lo que duele más, es que hoy, que se invite escritores ya no le interesa a nadie, sobre todo a los estudiantes, que cuando se dan cuenta de que no es materia de examen no les importa; hay una gran pérdida de interés. Mientras me desenvolví como profesor ordinario de español invité a muchos poetas; si estudiábamos la generación del 27 invitaba a la viuda de Rafael Alberti, a María Asunción, y así por el estilo. Antes invitar escritores era un regalo para los estudiantes, hoy no es así. Recuerdo cuando vino Miguel Ángel Asturias, era amabilísimo, tenía una humanidad increíble, era caluroso, amaba repetir: “Yo soy andarín”, con él si tengo fotos, pero hoy, repito, se está perdiendo el amor y el interés por la poesía y la literatura.

—¿Cuántos libros has publicado en español?

—Algo así como sesenta libros. Ahora estoy preparando otro texto sobre Neruda, también una edición sobre la correspondencia entre el pintor cubista Juan Gris, Vicente Huidobro y Gerardo Diego Galarreta; los tres se conocieron en París y mantuvieron relaciones muy significativas. Una parte del material de este libro hasta ahora la conocían sólo los especialistas; es un material que he encontrado en la Fundación Vicente Huidobro de Chile, por eso mi proyecto es reunir toda esa correspondencia en un texto para, además, disertar sobre la relación entre arte, pintura y poesía que nació entre un chileno y dos españoles; son documentos exclusivos, lamentablemente en este momento no tenemos ayuda económica de ningún ente, para ir a Chile yo mismo me pagué el viaje.

Huidobro alimentó una violenta polémica con Neruda, los dos chocaron toda la vida; inclusive Huidobro llamaba a Neruda El Bacalao.

—¿Cuáles países de Hispanoamérica conoces?

—Estuve en Argentina, precisamente en Mendoza, cuando se celebró el centenario de García Lorca. Pero el país que más conozco, donde he estado más de cinco o seis veces, y por largos períodos, ha sido Chile, porque Neruda y Huidobro son los dos autores que más he estudiado. De Huidobro he publicado toda su correspondencia. La correspondencia de la vanguardia, con Vallejo, etc., que representa un momento muy relevante para la poesía, el tiempo en el cual la cultura española e hispanoamericana se juntan en París. Huidobro fue un gran difusor de la vanguardia, muere en Chile el 2 de enero de 1948. Era un personaje un poco antipático porque pertenecía a una familia de élite. La casa de Huidobro en Chile era una mansión que contaba con alrededor de sesenta criados. Aunque se arruinaran con la crisis del vino, los Huidobro eran de una nobleza antigua, el padre era español, la madre era condesa, eran una familia riquísima. Y Huidobro, bastante joven, se casa con una rica heredera y tiempo después, en 1916, ya con dos hijos se embarca para venirse a vivir a Europa. Se dice que en el barco donde viajaba iba también una vaca para poder tener leche fresca para sus hijos. Además era un hombre muy polémico, porque él se creía el poeta más importante del mundo. Sobre todo alimentó una violenta polémica con Neruda, los dos chocaron toda la vida; inclusive Huidobro llamaba a Neruda El Bacalao. Pero Huidobro era un hombre muy noble y elegante; él, en cierto modo, fue el eje de la difusión de la cultura de vanguardia entre España y París.

—¿Y Neruda qué decía de Huidobro?

—Neruda decía que el peor enemigo de Huidobro era Vicente Huidobro porque era un narciso; no obstante la rivalidad entre ambos, se da la coincidencia de que sus cuerpos reposan en lugares bastante cercanos, el primero en su casa de Isla negra, y Huidobro en la finca de Cartagena, hay sólo tres o cuatro kilómetros de distancia entre los dos; por cierto, por los alrededores de esa región también se encuentra la casa de Nicanor Parra.

—¿Qué distingue aún hoy a Huidobro como poeta?

—La particularidad de Huidobro es que no se siente que es un poeta de primeros del novecientos. En este último año se le ha vuelto a leer. Neruda fue un poeta político, mientras Huidobro era un contestador, un polémico, un violento, un narciso, era todo eso, pero era un hombre que decía la verdad. Ahora lo estoy estudiando porque estoy preparando una copia de Total y Creación, dos revistas en cuyos manifiestos, en un determinado momento, Huidobro se declara comunista, por eso Neruda lo llamará “comunista del culo”, porque era un hombre riquísimo. Pero Huidobro se había hecho comunista mucho antes que Pablo Neruda, tanto que a su hijo le puso el nombre de Vladimir por Vladimir Lenin —con él por cierto he conversado el pasado mes de abril—, pero al apenas haber escrito aquellos manifiestos, Huidobro enseguida discute con el Partido Comunista; no acepta que el partido imponga al artista una literatura proletaria porque él decía: “Si el proletario es loco, loco se queda”, y esto lo escribe él en una revista de los años treinta. Imagínate, en aquella época ya Huidobro está discutiendo y contestando el marxismo estalinista, por eso a Huidobro se le debe reconocer una capacidad, una nobleza, más que a Neruda. Huidobro se sale del Partido Comunista cuando se da cuenta de que el partido impone cuestiones que al artista no se pueden imponer, pero lo dice en los años treinta, no después de Hungría. Huidobro se opone a la burocracia, al estalinismo, etc.; él ya en los años treinta estaba convencido de que el mundo debía cambiar, y hay que reconocerle esa lealtad a Huidobro, mucho más que a Neruda.

—De la obra de Huidobro, ¿qué es lo que más te gusta?

—Aunque Altazor es su obra maestra y se le considera la más importante, a mí de Huidobro me gustan dos cosas. La primera es la poesía de vanguardia, cuando inventa un mundo inexistente; él dice: “Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas! Hacedla florecer en el poema”. Esto significa inventar, crear, no copiar. Sugiere que los versos se relacionen por el elemento plástico, por la forma, era una poesía muy nueva. Por ejemplo, tiene un verso donde habla del vientre de una mujer que está pariendo y allí aparecen la redondez y el espacio de relación. Huidobro es un gran poeta y hasta advierte el presentimiento de la muerte, se abre al hermano, hace una poesía donde cuenta la vida de un hombre que ha desafiado el mundo, que ha hecho la última guerra, que lo ha perdido todo. Era un hombre muy generoso, leal. Se creía el poeta más importante y lo decía, por eso tiene una nobleza de espíritu. Hice una edición especial de su último trabajo literario que fue publicada en España en 2015. Neruda le reconoce la importancia a la última poesía de Huidobro y lo escribe. Pero Neruda nunca se reconcilió con Huidobro, lo define un poeta brillante que inventa el nuevo mundo, mas admitía que el peor enemigo de Huidobro era Vicente Huidobro.

“García Lorca”, de Gabriele Morelli—Vamos a hablar de Federico García Lorca. Este año se conmemoraron los ochenta años de su muerte y tú acabas de publicar un libro sobre su vida, háblame de las novedades que aporta esta publicación sobre la vida del más famoso poeta andaluz.

—Sí, el texto se llama García Lorca y ha sido publicado por la editorial Salerno. Durante el reciente homenaje a Vicente Aleixandre que hicimos esta primavera en Madrid lo anunciamos; aunque la celebración principal era recordar a Aleixandre con el objetivo de rescatar del abandono su casa y su memoria, allí se habló de García Lorca. El libro tiene varios temas inéditos, uno de ellos es que cuenta del último amante de Federico. Una historia que todavía no se conocía, y que sale a la luz hace algunos años cuando muere Juan Ramírez de Lucas, un crítico de arte de noventa y dos años de edad; entonces su hermana revela el contenido de una caja que su hermano le aconseja hacer pública después de su muerte. Así sale a la luz la carta que habla de la relación entre él y Federico. Por eso se descubre que el proyecto que tenía Federico, poco antes de morir, era el de ir de Granada a México con este chico cuya documentación aparece citada en el libro. En la caja que Juan Ramírez de Lucas había conservado con celo toda su vida se encontraron la carta y el poema que García Lorca le dedicó a él, y es así como sabemos que García Lorca volvía a Granada para festejar el onomástico de su padre, pero que su proyecto era ir con Juan Ramírez de Lucas a México donde lo estaba esperando Margarita Xirgu, la gran actriz. La poesía se llama “El rubio de Albacete”, el muchacho era actor y tenía diecisiete años, pero su familia se entera de esa relación y entre los dos se rompen las comunicaciones; la historia nunca se supo, fue revelada sólo en el momento en que la hermana de Juan Ramírez de Lucas hace público ese material inédito. También en el libro reconstruyo los últimos minutos de la vida de García Lorca. El soldado José Jover Tripaldi, que era un católico ferviente, movido por sentimientos de caridad cristiana, les anunciaba a los detenidos que les llegaba el momento de su ejecución y les preguntaba si querían confesarse o no; si querían dejar un mensaje a la familia, o un recuerdo. Pero sucede que cuando Tripaldi le hace esas preguntas a Federico, el cura, José Crovetto Bustamante, el párroco del pueblo, ya se había marchado del lugar. Entonces Federico, que tenía formación religiosa, le pide a Tripaldi: “Llama al cura, si no me quedo perdido”. Y Tripaldi responde: “No te preocupes, nuestra religión es una religión de misericordia, es necesario solamente decir un acto de dolor y con eso te salvas”. Federico añade: “Pero yo lo he olvidado el acto de dolor”. “No te preocupes”, vuelve a decirle Tripaldi, “yo te lo digo y tú lo repites”. Y así hicieron. Al terminar ambos se hicieron la señal de la santa cruz y se abrazaron y, pocos instantes más tarde, el piquete de ejecución obliga a García Lorca, junto con otros tres compañeros, a salir en un convoy que los llevará en dirección de Alfacar para llegar a Fuente Grande, donde enseguida los matan. Esta es la reconstrucción de su muerte, que hago en el libro, después de haber hecho investigaciones exhaustivas. ¡Es una historia muy trágica! En la parte del libro donde reconstruyo estos hechos pongo como fecha de su muerte el 17 de agosto; es mi tesis, pero normalmente se recuerda el 18 de agosto de 1936 como el día en que fue fusilado en el barranco de Víznar, un pueblo a ocho kilómetros de Granada, allí, cerca de un olivo y de la fuente Aynadamar, nombre árabe que significa “Fuente de las lágrimas”.

—¡Nunca han encontrado el cuerpo de Federico!

—Nunca, y existen varias tesis; en el libro examino cada una de éstas. Ante todo la familia siempre se opuso a que lo desenterraran. Yo hablé con todos sus familiares; ellos no querían que Federico se transformara en un evento mediático, porque allí mataron a miles y miles de personas en el mismo tiempo y en ese barranco están todos sepultados. La familia no quería sacar los huesos de García Lorca de allí y que el hecho se transformara en un caso mediático; por el contrario, para ellos ese lugar es testimonio de una gran violencia. La pasada primavera, en Madrid, en el encuentro que se organizó para rescatar del olvido la casa de Vicente Aleixandre, allí también estaba Ian Gibson. Este profesor inglés es el mayor estudioso de la vida de García Lorca, él ha suministrado las mayores investigaciones y testimonios sobre la muerte de García Lorca; es el biógrafo que le ha dedicado toda su vida a García Lorca. Gibson, a través de una vasta documentación y de testigos, ha intentado dar con el cuerpo de Federico, pero nunca lo han encontrado. La tesis que manejo yo, después de haber hablado con toda la familia, y sobre la cual estoy dispuesto a discutir con cualquier investigador, es que, aunque la familia siempre lo ha negado y siempre ha dicho que no sabe nada, pienso que el padre de García Lorca encomendó a algún labrador para que fuera a rescatar el cuerpo de su hijo del barranco de Víznar. El padre de García Lorca era un hombre muy importante desde el punto de vista económico, era terrateniente. Esa es mi tesis, que sin decirlo a nadie lo sepultaron en tierras de la familia, porque ellos tenían muchas tierras. Sostengo esto, porque los que podían, iban a recuperar los cuerpos de sus familiares, no los dejaban en aquel barranco pudriéndose en el agua: ¡aquello no era un cementerio, era un barranco con agua!, y quien podía pagaba un labrador y mandaba a sacar el cuerpo de su ser querido. Para mí la familia García Lorca era incapaz de abandonar España dejando a un hijo tan amado en ese barranco. Evidentemente esto no lo puede decir la familia, tampoco sus descendientes directos; creo en que fue una decisión que tomaron, quizás, el padre y la madre juntos, y nadie más.

—¿Has conversado sobre esta tesis con los hermanos de García Lorca?

—Sí, pero siempre han negado que ellos hayan sacado el cuerpo de allí. Considero que esta tesis de que se rescató el cuerpo, que sostengo, fue una orden de la familia, pero una orden muy íntima, secreta, ¡que no le podían contar a nadie! También se maneja otra tesis, que el mismo Franco haya dado la orden de mandar a sacar el cuerpo de Federico del barranco de Víznar para colocarlo en una fosa común, evitando así que se localizara su cuerpo y que el hecho se transformara en un acto contra el fascismo y contra el mismo Franco, pero estas versiones, hay que admitirlo, son todas hipótesis.

—¿García Lorca pidió ayuda?

—Al padre de García Lorca le llega una nota donde su hijo le escribió: “Papá, paga al ejército para que me dejen libre”. Pero en el momento en que don Federico recibe la nota, ya su hijo había muerto. Esa es la última papeleta que le queda al padre. ¡Imagínate qué tragedia para ese hombre! Al marido de Concha, a Manuel Fernández-Montesinos, lo matan el día anterior, mientras ocurre una rebelión; esa familia tan importante, que tenía una excelente relación con los campesinos, en poquísimos días recibe estos golpes. Los García Lorca eran de extracción humilde, venían del pueblo, habían hecho fortuna económica y eran cultos; el padre, don Federico, era un hombre muy liberal, incluso con los campesinos, pero de improviso se encuentra con que pierde al hijo adorado, que su hija se queda viuda con tres hijitos, porque al marido se lo fusilan, por lo que la familia, en muy poco tiempo, toma la decisión de vender lo que puede vender para marcharse a Estados Unidos. Dejan un administrador para que se encargue de lo que les queda y se marchan, abandonan España y se van a vivir a Nueva York. Te imaginas, una familia granadina, de origen campesina, a la que le toca abandonar España e irse a vivir a América, una gente acostumbrada a sembrar y comer garbanzos; el padre de Federico muere en septiembre de 1945 en Nueva York y allá está sepultado. Después de los años sesenta la familia vuelve a España; vuelven Paco, Concha, la madre que muere poco después e Isabel, a quien conocí muy bien. Cada miembro de la familia García Lorca ha escrito un libro y en cada uno de esos libros hay un capítulo sobre la diáspora familiar. Era una familia que se adoraba.

Federico nunca fue un político, era un hombre con una sensibilidad única, que defendía a los gitanos, o a los negros de América. Era sobre todo un hombre que odiaba la violencia.

—¿García Lorca visitó Italia alguna vez?

No, aunque lo habían invitado con su teatro La Barraca, el teatro ambulante de Andalucía, pero no pudo venir. También se logra saber que Federico, antes de irse a la Residencia de Estudiantes de Madrid, tenía que venir a estudiar al Real Colegio de España en Bolonia, lugar por donde pasaron personajes como Miguel de Cervantes o Antonio de Nebrija. Es un colegio muy antiguo, con más de seis siglos de existencia. Pero Federico nunca vendrá a Bolonia, elije la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde conoce a Buñuel y Dalí; la residencia era una pequeña Oxford.

—¿Has analizado la figura de Federico García Lorca desde el punto de vista político?

—A este tema le dedico otro capítulo en el libro. Federico era un hombre liberal que estaba del lado de las personas débiles, de los pobres, de los negros, etc., pero él nunca fue marxista; yo tengo las cartas que escribió donde explica por qué él rechaza firmar un manifiesto marxista. Federico nunca fue un político, era un hombre con una sensibilidad única, que defendía a los gitanos, o a los negros de América. Era sobre todo un hombre que odiaba la violencia de cualquier parte que llegara, era una persona muy inocente, muy pura, que con el conflicto que le quitó la vida nada tenía que ver.

—¿Cómo manejó su muerte la prensa italiana de la época?

—También el libro dedica un capítulo al eco que genera la muerte de García Lorca en Italia, a la reacción de los periódicos. En ese tiempo, por el fascismo, las cosas no se conocían bien; se dijo que su muerte había sido debida a una rivalidad entre homosexuales y se dieron interpretaciones de varios tipos, como la que sostuvo el gobierno franquista, según la cual, la muerte de García Lorca era una lucha del momento, que no tenía nada que ver con el gobierno, mas en realidad a él lo detuvieron porque recibieron una orden política, no fue por error, Federico fue una víctima inocente.

—¿García Lorca en Italia era conocido?

—Sí, sobre todo fue conocido gracias al actor de teatro Vittorio Gassman, que recitó Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejía y hasta se grabó un disco. Para las generaciones de los años 60 y 70, Federico García Lorca fue un ícono cultural y literario muy importante, todos nos aprendíamos sus poesías de memoria. Recuerdo que cuando Isabel García Lorca estuvo en Milán, la llevé a almorzar a un restaurante muy elegante que quedaba en via Manzoni, en pleno centro de la ciudad. Isabel tenía la costumbre de empezar con un vaso de vino blanco, y dado que yo lo sabía, al apenas sentarnos le dije al camarero: “Por favor, me puede traer un vaso de vino blanco para doña Isabel García Lorca”; cerca de nuestra mesa, a pocos pasos, se encontraba el dueño del restaurante, un señor alto y bien distinguido, que enseguida se acercó a preguntarme: “¿Usted está hablando de la familia García Lorca?”. Justo en ese momento en Milán se estrenaba la obra teatral de García Lorca y su nombre estaba en boga. Le respondí que sí, que Isabel era la hermana menor de García Lorca. Entonces el propietario del restaurante se dirigió a ella diciéndole: “¡Señora!, ¿me permite?, he amado mucho la poesía de su hermano”, y ante ella se puso a recitar de memoria el poema La casada infiel, que era la poesía que menos le gustaba a Federico porque era muy popular, muy de éxito, muy sensual, una poesía que el propietario del restaurante se sabía de memoria.

“Musa de asfalto”, de Juan Calzadilla—Hablemos de Génova. Nos conocimos gracias al poeta Claudio Pozzani, el director artístico del Festival Internacional de Poesía, quien nos puso en contacto porque quería que tú hicieras la nota de presentación de Musa de asfalto, la selección de poemas del venezolano Juan Calzadilla que traduje al italiano y que publicó el festival en la colección “Nuda poesía” de la casa editorial Liberodiscrivere.

—A Claudio Pozzani lo conozco desde hace muchos años, es un gran difusor de la poesía contemporánea española y latinoamericana. En esta edición del festival, la vigesimosegunda, el poeta español Luis García Montero tenía que recitar la noche del 12 de junio. García Montero es el poeta de la poesía de la experiencia, pero no pudo asistir porque tuvo un percance que le impidió llegar a Génova, por lo que en ese mismo momento fue para mí una sorpresa conocer el texto de Calzadilla Musa de asfalto, leerlo en tiempo tan breve y escribir su presentación que hice en una hora. Es un libro de poesía que se deshornó en ocho días, el editor Antonello Cassan hizo un milagro. Un buen milagro porque está muy bien traducido, porque era difícil traducirlo. También desde el punto de vista editorial está bien hecho físicamente, por lo que espero que Musa de asfalto se difunda y, además, que se pueda volver a Calzadilla para reunir más de su obra, para que pueda darse a conocer más de su poesía en Italia; sería considerable volver sobre él, porque a mí me parece muy interesante. Además tiene la particularidad de que no es un poeta estrictamente literario, es un artista y esto se advierte en sus textos, que poseen una visual muy amplia, no sólo venezolana, sino internacional; se percibe que Calzadilla está al tanto de todo. En Italia se conoce poco de su obra y el libro Musa de asfalto de la editorial Liberodiscrivere es valioso porque es la primera vez que este autor se traduce al italiano.

—Gabriele, hemos conversado largo y tendido de muchas cosas, por lo que te agradezco mucho el tiempo que me has brindado, pero para concluir esta entrevista tan vasta, regresemos al principio; al comienzo me dijiste que tú has asistido a un cambio, ya no necesitas ir al Duomo a ver si pasa por allí algún turista que hable español, ¡el crecimiento del español en Italia ha sido impresionante!

—Sí, un crecimiento increíble debido no sólo a España, sino a la difusión, gracias a Hispanoamérica. Como hispanista siempre me gusta subrayar que España con la Real Academia ha hecho un buen trabajo, porque ha admitido el léxico, o los vocablos, de todos los países hispanoamericanos. Es una Real Academia vital, dinámica y atenta, donde constantemente están entrando nuevas voces. Por cierto, conocí personalmente a uno de sus directores, a Víctor García de la Concha; él me contó esta anécdota, que un día se encontraba en compañía de Gabriel García Márquez en la entrada de la sede de la academia, que queda en Madrid cerca del Museo del Prado; que aquella vez el escritor colombiano lo desafió: “Vamos a ver si este vocablo lo tienes en el diccionario”. No recuerdo ya qué vocablo raro era, lo cierto fue que ambos entraron a la Real Academia a verificar si efectivamente estaba registrado o no, y Gabriel García Márquez se quedó bien sorprendido porque descubrió que el término en cuestión ya estaba reconocido; también tengo que agregar que España el Premio Cervantes se lo da un año a un español y un año a un hispanoamericano. España tiene una buena política lingüística, reconoce que en cada país hispanoamericano existe una diversidad de léxico, de modismos y expresiones peculiares y que todo esto enriquece al lenguaje; basta decir que a un escritor como el chileno Jorge Edwards lo leen en todas partes, y las palabras chilenas que no se conocen en otros países se encuentran fácilmente en el Diccionario de la Real Academia, es una riqueza. Lo contrario pasa con el portugués, yo conocí a José Saramago, pero a Saramago hay que traducirlo al portugués de Brasil porque allá no se entiende bien. Si analizamos las cosas desde el punto de vista cultural, el intento de España fue que los países hispanoamericanos no fueran colonias de España, sino regiones, porque los reyes enseguida firmaron estatutos para que fueran regiones, para que se fundaran universidades; claro, esa fue la intención, porque durante la Colonia el hombre mostró su avidez, su violencia, la especulación y la brutalidad y pasó lo que pasó, la historia que conocemos, pero no obstante lo “bueno” o lo “malo” España se ha integrado, recordemos cuántas lenguas indígenas se hablan en Hispanoamérica, el español fue un idioma unificador.

—A pesar de la historia dramática, existen, y siempre han existido, relaciones entrañables entre escritores españoles e hispanoamericanos.

—Cierto, relaciones intensas; por ejemplo, en España vivió Gabriel García Márquez, que es el escritor hispanoamericano con la mayor fuerza editorial. También amo contar que el grupo del 27, cuando se entera de que Pablo Neruda llegaba a España, van todos y lo reciben con un ramo de flores en el aeropuerto. A los hombres no se les da flores, pero ellos por estima y aprecio lo hacen y Neruda fue recibido en la casa de Vicente Aleixandre. También le regalan la revista de poesía Caballo Verde para que él la dirigiera y allí escribían todos los del grupo del 27; por cierto, estoy preparando un facsímil de Caballo Verde, porque se publicó hace mucho tiempo, es una revista donde se mezclan escritores hispanoamericanos y españoles en una ósmosis extraordinaria que hoy mucho vale la pena recordar.

Mayela Barragán Zambrano

Notas

  1. Esta entrevista fue realizada el 21 de julio de 2016 en Nervi, Génova.
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