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Mario José Artcadia Panet: “Yo sería un artista aunque naciera en la luna”

domingo 27 de agosto de 2017
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Mario José Artcadia Panet
Artcadia: “Siento orgullo de nuestros próceres como siento vergüenza de nuestras lacras”. Fotografía: Ashley Toledo Rodríguez

Mario José Arcadia Panet (Puerto Rico, 1983) es artista. Artcadia resulta ser un reto constante. Su trabajo artístico es provocador y comprometido con la calidad de su diario quehacer. Artcadia es un profeta del arte. A Artcadia lo del pincel le viene desde niño, cuando se enfocó en las curvas del cuerpo, de la anatomía del cuerpo del deseo, las llamadas artes figurativas. Mario José formalizó estudios en artes plásticas desde 1991, completando en 2006 su grado con honores en el Departamento de Pintura de la Escuela de Artes Plásticas de Puerto Rico. Mario José es oriundo de Caguas, donde destaca desde 2015 como el artista residente del Jardín Botánico y Cultural William Miranda Marín.

Artcadia es a su vez el director de su propia galería de arte (Artcadia Museum) en el Hotel Four Points-Sheraton de Caguas, Puerto Rico. Arcadia Panet tiene uno de los currículos más amplios de arte académico bidimensional de Puerto Rico, habiendo sido docente de la Escuela de Artes Plásticas de Puerto Rico, entre varios de los municipios del país, tales como Caguas, Carolina, San Juan, Juncos, Aguas Buenas y Dorado. La obra de Artcadia ha sido expuesta en el Museo de las Américas, en el Viejo San Juan, y en República Dominicana y Estados Unidos. Arcadia Panet ha compartido unas palabras en respuesta a una serie de preguntas relacionadas con su trabajo creativo.

Había compañeros que nunca entraban a clases. Llegaban drogados el día de entrega de obra con cualquier embeleco viejo.

—Eres un artista que a su vez escribe. Hace ya una década te graduaste con honores del Departamento de Pintura de la Escuela de Artes Plásticas. Tu tesis de grado se titula Los atentados contra las artes plásticas y una propuesta para su rescate (mayo de 2006). ¿De qué trata o tratas en esta tesis? ¿Qué te llevó a su tema? ¿Qué concluyes? ¿Qué recomiendas?

—Con mi tesis busco aclarar la diferencia entre el arte y lo que llaman arte erróneamente. Hice un resumen de la historia del arte donde se evidencian diferentes manifestaciones o movimientos que violaron la esencia o atentaron contra las artes plásticas.

El tema surge a raíz de todo lo irracional que impera en mi profesión. Observaba que a muchos mediocres se les llamaba artistas. En las críticas de las clases había compañeros que nunca entraban a clases. Llegaban drogados el día de entrega de obra con cualquier embeleco viejo. Esto era justificable porque alguien vanguardista hizo algo parecido en el pasado. Este acto no me parecía ni ético, ni justo. Así que mi crítica era fuerte hacia ellos. En el peor de los casos, había profesores que fomentaban el conformismo y la mediocridad. Por eso decidí hacer una investigación para mostrarles que el arte está en crisis y ellos eran parte del problema.

Con la investigación concluí que el arte tuvo manifestaciones antiartísticas. También, el arte no cuenta con una definición concreta. Quizás hoy por esto la ignorancia, la pereza, el conformismo, la mediocridad, el amiguismo, el hambre y la fama, entre otros factores, que llevaron a la plástica a un nivel decadente en cuestión de calidad técnica. Aprovecho para aclarar que mi tesis pasó por un filtro diplomático de profesores, y hasta intentaron boicotear mi trabajo. En realidad, mi tesis invalidaba sus creencias artísticas. Suficiente razón para ganar un odio que todavía no ha muerto.

A pesar de que estoy remando contra la corriente pretendo rescatar el arte verdadero. Para ello habría que hacer una reestructuración total en museos, escuelas y en cualquier lugar en que se toque el tema del arte. Marcar la línea entre el arte y el pseudoarte. Separarlos para una mejor organización, y para que el espectador no entre en más confusiones.

—En esa época en que estudias en la Escuela de Artes Plásticas, tocaste fondo con don Ricardo Alegría, quien te encargó una pintura que ha sido expuesta en uno que otro museo de uno de tus países, también mío. ¿Cuál es esa obra y cómo surge la oportunidad de trabajarle? ¿Qué relación tiene esa obra con tu trabajo creativo entonces y hoy?

—“El padre de la cultura y los renegados” fue un encargo que me hiciera don Ricardo para 2006. Durante ese tiempo le hacía recurrentes visitas por las tardes. Platicábamos de cultura, escuchaba sus anécdotas y preocupaciones. Entre los proyectos que estaba desarrollando se encontraba la recopilación de obras para una exposición. El tema fue “Los renegados”, fábula de la autoría de Alegría. Tuve la fortuna de que me preguntara si quería participar. Me regaló una copia del libro y me dijo “Inspírate”. Por las conversaciones que teníamos ya conocía sus gustos. No fue difícil complacerlo porque teníamos pensamientos similares en cuanto a lo que debía ser el arte. Con esta obra se podría decir que fue el comienzo de la definición de mi estilo actual. Alcancé a unir todo lo que soñaba como obra final en ella. Códigos a través de la delicada técnica de las veladuras.

—Si comparas tu crecimiento y madurez como persona y pintor entre la época en que te gradúas de la Escuela de Artes Plásticas con tu época actual de artista residente del Jardín Botánico y Cultural William Miranda Marín, ¿qué diferencias observas en tu trabajo creativo?

—Ahora soy mucho más cuidadoso, aunque tengo más rapidez para concebir una obra. Creo que soy al revés del resto de los artistas en cuestión de no descuidar la calidad técnica.

—Combinas la palabra con el pincel. Escribes cuentos y poesías, haces crítica del arte. Artcadia, ¿cómo visualizas tu trabajo creativo con el de tu núcleo generacional de artistas y escritores con los que compartes o has compartido en Puerto Rico y el extranjero? ¿Cómo has integrado tu arte plástico a tu trabajo literario?

La inspiración de hacer conjuntos poético-plásticos nació de Francisco Oller.

—Comenzaré diciendo que no todo el que ha compartido conmigo en una exposición es artista. Estoy rodeado de farsantes con notables deficiencias artísticas, tanto en lo conceptual como en lo teórico y en lo técnico. En la literatura debe haber también, pero todavía no he desarrollado la capacidad de detectarlos porque soy un escritor muy joven. Hay una moda de ser artista, poeta y bohemio. Estos que lo hacen sin vocación han contaminado el oficio. Lamentablemente, son muy pocos los artistas con que he trabajado que pueda considerar completos.

Durante mis años de universidad admiré la obra literaria de José de Diego, entre otros poetas de mi isla. Sólo imitaba la simetría de sus versos para expresar mis sentimientos. Pero la inspiración de hacer conjuntos poético-plásticos nació de Francisco Oller. En su famosa obra “El velorio” le acompañó un retablo que decía: “…orgía de apetitos brutales bajo el velo de una superstición grosera”. De ahí surge la costumbre de añadir poesía a mis pinturas, como también de “Los caprichos” de Goya.

—Recientemente, tu trabajo creativo ha sido censurado en Puerto Rico. Me parece bochornoso, pero a su vez extraordinario que todavía lo pretendan hacer. Fue gracias a eso que nos hemos podido conocer. Poco tiempo después, has viajado a la hermana tierra dominicana, expuesto en Nueva York y en Texas, Estados Unidos. ¿Cómo concibes la recepción a tu trabajo creativo dentro de Puerto Rico y fuera, y la de tus pares, bien sean artistas o escritores de poesía u otro género? Háblame de esos viajes, de esas exposiciones fuera. Háblame de “El león negro” (2016), con el que viajaste a República Dominicana y Estados Unidos.

—Con “El león negro” quise crear una de las obras de mayor profundidad y jamás hecha inspirada en don Pedro Albizu Campos. Ésta fue mal juzgada, pero como artista no me afectó. De sólo ver los pobres criterios que utilizaron para evaluar mi obra me di cuenta de que su mentalidad era demasiado obsoleta para poder digerir una obra que va dirigida a la nueva generación. Esta minoría acomplejada carga con un legado demasiado grande para mentes tan pequeñas.

La entidad que me censuró siente coraje por mi éxito. Al nivel que han llamado a los gestores que me apoyan para tratar obstaculizar mi recorrido. Es una entidad que no pienso mencionar porque su encargado dijo a mis espaldas que yo estaba utilizando su entidad para obtener fama. Ahora mismo “El león negro” tiene más fama y más logros que la entidad. Todo lo que he logrado con mi obra nada se lo debo a su nombre. Se lo debo a los dones con los que nací, a mi ímpetu de lucha y al sentir de justicia del espectador.

En general, la gente ha sabido apreciarla, pero unos pocos que no tienen empatía con este servidor han comentado a mis espaldas que yo me estoy aprovechando de la imagen de Albizu y la censura. Pero a ese gran poeta le aclaro: los gestores culturales que han conocido la obra son los que me invitan a presentarla en diferentes partes del mundo. Es una lástima que el trabajo al que dices haber dedicado toda tu vida con poemas de amor patrio no haya trascendido como “El león negro”. Estuviste presente ante casa llena en el teatro del Centro Cultural Héctor J. Díaz de Azua, en República Dominicana. Cuando terminé de declamar el poema de “El león negro” el público me ovacionó de pie y un colega dominicano me dijo: “Qué mucha verdad dice tu poesía”.

Tengo la capacidad, sin ningún complejo de inferioridad, de poder admirar otras culturas hasta el punto de sentir amor por otro país. El amor a la patria es una conducta aprendida.

En Nueva York y Texas conté con el favor de la comunidad hispana como también con la norteamericana. La comunidad boricua de Nueva York repudió la censura y lo asociaron con la ley de mordaza, pero a unos pocos les gusta lo que he logrado socialmente con la censura. En Texas el apoyo de la comunidad mexicana fue de total indignación contra la censura y reconocieron el derecho a la libertad que deben tener los puertorriqueños. Aprovecho para aclarar que esta no es mi mejor obra, y aun así con un solo cuadro he hecho más que muchos pintores que llevan una carrera de más de cuarenta años.

—Sé que eres de Caguas, Puerto Rico, con cierto pasado mexicano. ¿Te consideras un artista puertorriqueño o no? O, más bien, un artista, sea este puertorriqueño o no. ¿Por qué?

—Amo a mi patria, Puerto Rico, donde nací y me crié. Siento orgullo de nuestros próceres como siento vergüenza de nuestras lacras. Aunque cuando voy a representar a mi isla cargo con lo mejor de nosotros. Por eso en República Dominicana pinté un mural inspirado en Hostos, he llevado con orgullo a Albizu y también he cargado con mi obra “Jíbaro soy”.

Hay un poema muy hermoso de Corretjer que dice “yo sería borincano aunque naciera en la luna”. Cada vez que lo escucho, el calor que siento, el apretón de mi pecho y el exceso de humedad en mis ojos es la mejor respuesta a qué tan puertorriqueño me siento. Aunque confieso que mis raíces mexicanas son muy fuertes. Y lo que más siento es que “yo sería un artista aunque naciera en la luna”. En todos los lugares que he visitado he vivido cosas muy significativas. Algunas de esas vivencias en algún momento van a verse reflejadas en mi obra. Además, tengo la capacidad, sin ningún complejo de inferioridad, de poder admirar otras culturas hasta el punto de sentir amor por otro país. El amor a la patria es una conducta aprendida, pero los dones nacen con uno.

—¿Cómo integras tu identidad étnica y tu ideología política con o en tu trabajo creativo y tu formación en Artes Plásticas?

—Honestamente no busco integrar nada, eso no me preocupa. Yo sólo pinto lo que soy.

—Tu trabajo creativo se inicia a la temprana edad de tres años. ¿Cómo se integra tu trabajo creativo a tu experiencia de vida como estudiante de dibujo y pintura antes y después de tu paso por la Escuela de Artes Plásticas? ¿Cómo integras esas experiencias de vida en tu propio quehacer de artista hoy?

—Para contestar esa pregunta tendría que contarte toda la historia de mi vida. Que yo recuerde el arte siempre ha vivido en mí.

—¿Qué diferencia observas, al transcurrir del tiempo, con la recepción del público a tu trabajo creativo y a la temática poética del mismo? ¿Cómo ha variado?

—No me preocupa. El espectador percibe el arte según sus experiencias y preocupaciones.

—¿Qué otros proyectos creativos tienes pendientes?

—Soy muy ambicioso en cuanto a mis metas profesionales. Siempre he deseado realizar un proyecto arquitectónico único. También tengo planeado restaurar una casa de los años 30 para convertirla en una institución artística. Continuar nutriendo mi propuesta de arte ecológico. Seguiré luchando en pro del rescate del arte. Continuar mis posgrados en algún futuro. Para 2017 tengo en agenda más exposiciones internacionales. Tengo más de diez conceptos de arte de vanguardia para exposiciones futuras. Publicar varios libros. Entre muchas cosas más.

Solo pienso en lo mismo que me decía don Ricardo Alegría: “El tiempo de esta vida no me dará para culminar tanto trabajo”.

Wilkins Román Samot

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