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Carlos Sandoval, Madera Fina y las señas de una generación

martes 13 de febrero de 2018

El escritor y crítico habla del libro de Adriano González León publicado por esta editorial venezolana.

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Carlos Sandoval
Sandoval: “En Madera Fina somos muy rigurosos con todo el material que queremos publicar”. Fotografía: Bernardo Suárez

El sector editorial ha sido uno de los más afectados por la crisis hiperinflacionaria que enfrenta Venezuela. Las dificultades de imprentas y editores por importar insumos y sufragar los altos costos del papel, la falta de adecuación a las nuevas tecnologías y la no adquisición de derechos de autor, son algunos de los factores que atentan contra las editoriales y limitan la presencia de novedades en las librerías. Con todo, el país ha visto nacer un cúmulo de editoriales modestas que, con esfuerzo, apuestan a seguir publicando en Venezuela para sacar a flote las nuevas voces, y también para poner en manos de los lectores las obras de autores consagrados que todavía no habían salido a la luz.

Lo anterior es casi la descripción del trabajo que realiza la editorial Madera Fina desde la publicación en 2015 de su primer libro, Y recuerda que te espero, novela del venezolano Juan Carlos Méndez Guédez. Basada principalmente en el espíritu de publicar autores nacionales de gran trayectoria, como el mismo Méndez Guédez o Elisa Lerner, con su libro de crónicas Así que pasen cien años, y otros internacionales cuya pluma esté bien recibida por la crítica, como Martín Caparrós, con su novela Comí, Madera Fina ha hecho de su política editorial un instrumento para mantenerse no sólo en las páginas de los diarios nacionales sino también lograr lo más importante: tener un espacio en las bibliotecas de las casas, en las carteras y morrales para las lecturas en la calle, en el boca a boca de quienes forman parte del quehacer cultural.

El escritor y crítico literario Carlos Sandoval (Caracas, 1964) es parte del grupo de editores que conforman Madera Fina. Pese a las dificultades, Sandoval (compilador de El cuento fantástico venezolano en el siglo XIX, con Monte Ávila Editores, y de De qué va el cuento, antología del relato venezolano, 2000-2012, con Alfaguara), celebra el haber publicado a finales de 2017 Señas de una generación, libro que reúne veintitrés semblanzas que el escritor Adriano González León escribió sobre igual número de personajes de la cultura del siglo XX.

“Señas de una generación”, de Adriano González LeónLeer Señas de una generación es acercarse, en poco más de cien páginas, a las crónicas de Aníbal Nazoa, a los poemas de Rafael Cadenas, a los trazos de Manuel Quintana Castillo, y también a la crítica de Adriano, siempre tan aguda y portadora de un lenguaje que se mantiene.

“Este libro es para conocer más la prosa de Adriano, encantarse con la forma como él componía sus textos, y al mismo tiempo conocer una época en particular de Venezuela: los años 60, época que ha alcanzado cierta mitificación positiva y negativa. Esa década se convirtió en la base para producir y debatir sobre un tipo de narrativa, de ensayo y de poesía. Para un estudiante de pregrado o posgrado, para un investigador, este libro puede ser interesante”, expresa Sandoval con una taza en las manos, en un café del centro de Caracas.

—¿Cómo fue el hallazgo y el tratamiento que recibieron estas semblanzas?

—Un día se apareció en nuestra oficina el hijo de Adriano, Andrés González Camino, y nos trajo este material que, nos contó, encontró en una de las gavetas de los archivos de su padre. El texto estaba encuadernado, corregido, y pensaba que nunca se había publicado y que si se había publicado él lo desconocía: no tenía ningún tipo de datos al respecto. Él nos deja el material, nosotros nos ponemos a investigar y descubrimos que este es un texto que Adriano presentó en 1972 como requisito para ascender a la carrera universitaria en la Universidad Central de Venezuela. Adriano fue profesor de la Central hasta su jubilación. Este texto es un libro que reúne semblanzas, notas críticas y perfiles de autores que él fue publicando. Una vez que el trabajo estuvo terminado, él decide publicar algunos fragmentos en el Papel Literario con un seudónimo, Gabriel Sarcos, en una columna que tituló “Señas de identidad”, en los años 70. Adriano hacía crítica literaria, escribía ensayos, pero también aquí (en el libro) involucra el conocimiento que tenía de los personajes, y se permite hablar de la personalidad literaria de los autores. Así llegó el libro a nosotros.

—¿Cuánto tiempo duró la edición? ¿Se hizo alguna selección sobre el libro?

—Allí está todo. Todo lo que él presentó. Nosotros publicamos ese texto íntegro. Si se hace un cotejo con lo que salió en Papel Literario en los años 70, el lector encontrará las crónicas, las críticas. El proceso de edición demoró un año por las difíciles condiciones en las que se encuentra el país. En el mundo editorial se requiere de mucha inversión, sobre todo en lo que corresponde a la impresión, y lo que retrasó la salida del libro fue que no teníamos la fuerza financiera para llevarlo a imprenta. ¿Qué hicimos? Solicitamos ayuda de amigos de la cultura, amigos que nos han ayudado en otras ediciones, y así pudimos costear la imprenta. Lo demás, el diseño de la portada y la corrección, corrió por cuenta nuestra. Nosotros pensábamos que el libro podría estar en la calle en el primer trimestre de 2017, pero no pudimos. Lo sacamos casi finalizando el año.

 

Carlos Sandoval
Señas de una generación muestra la manera como un autor tan importante como Adriano González León ve a sus colegas de generación”. Fotografía: Bernardo Suárez

Un Adriano distinto

—¿Cómo era el material entregado por Adriano González Camino, físicamente hablando?

—No era un cuaderno. Era un documento mecanografiado, presentado en máquina de escribir antigua. Estaba corregido y tenía pequeñas anotaciones. En un momento pensamos en publicar el libro con fotos de los autores, pero por razones de tiempo y de dinero no fue posible. También queríamos tratar de involucrar esas notas y esa forma como Adriano lo armó para presentarlo tal como él lo presentó para su ascenso, pero no pudimos por las razones que ya expliqué. Nos esforzamos y queríamos que la editorial tuviera un nuevo título en la calle porque, justamente por la misma situación del país, nos vimos en la necesidad de parar la producción en febrero de 2017 y luego vinieron las protestas de finales de marzo. Eso detuvo no sólo a la editorial sino a buena parte del país.

—Sin embargo publicaron otros libros en 2017.

—Sí, publicamos tres. Queríamos publicar seis pero logramos sacar tres: Señas de una generación, El baile de Madame Kalalú, novela de Juan Carlos Méndez Guédez, y la novela Comí, de Martín Caparrós, que pudimos publicar también gracias a que el autor nos cedió los derechos. Que nos cedan los derechos baja los costos, pero igual tuvimos que enfrentar la cuenta de la imprenta, y esa fue una deuda que arrastramos durante varios meses.

—Para ti como editor, como lector y escritor, ¿qué significa haber publicado este libro y qué peso puede tener en el mundo académico?

—Curiosamente este año se cumplen cincuenta años de la publicación de la novela País portátil. Coincide eso con la salida del libro. Queríamos hacer coincidir las dos fechas haciendo de 2017 un inicio de esta celebración. Adriano es, sin duda, uno de los escritores más importantes gracias a obras como esta, que es todavía una de las novelas más representativas de la narrativa venezolana en el siglo XX. Ahora bien, desde el punto de vista de trabajo editorial, crítico, y desde el punto de vista de la historiografía, constituye un aporte para conocer no sólo una faceta distinta del Adriano novelista, poeta, sino al mismo tiempo muestra la manera como un autor tan importante ve a sus colegas de generación, a la gente que participó con él en los grupos literarios de los 60, y que estaban en ese momento desarrollando una carrera que apenas comenzaba. El libro tiene valor desde el punto de vista estético e histórico. Hay una valoración crítica de bajo tono a aquellos colegas que hacían poesía, que hacían narrativa, que hacían pintura. Desde el punto de vista del trabajo estético vemos cómo un autor como Adriano evalúa el trabajo de sus colegas creadores. Me siento muy satisfecho y muy honrado de que el hijo de Adriano haya querido que Madera Fina publicara el libro.

—Leer Señas de una generación es una nueva forma de leer a Adriano. ¿También es una nueva forma de conocer a los creadores que allí se describen?

—Nosotros en Madera Fina somos muy rigurosos con todo el material que queremos publicar. Evidentemente yo revisé el libro en varias ocasiones y leyéndolo descubrí algunas posiciones polémicas de Adriano cuando asume la evaluación de algunos de sus colegas. Me sorprendió mucho el modo como él, intuitivamente, alcanza a ver la poesía que en ese momento estaba haciendo Guillermo Sucre, eso me pareció un aporte muy agudo de parte de Adriano. También en algunos casos estas semblanzas se detienen más en los personajes que en las obras y esto ocurre aquí por una vinculación amistosa entre los colegas y Adriano, y eso le permitió anticiparse y ver otras cosas que todavía no alcanzaban a notar otros críticos de la época. Eso me pareció fascinante. Este libro le servirá a curiosos o estudiosos de la época de los 60 para indagar más sobre la narrativa de esa época.

 

 

Carlos Sandoval
Fotografía: Bernardo Suárez

La crítica en Venezuela

—¿Cómo ves el papel de la crítica hoy día en Venezuela?

—La crítica se sigue ejecutando pero se queda en medios académicos. Sin embargo, hay ahora varios portales electrónicos como Esfera Cultural, el propio Papel Literario y Contrapunto, que lo están haciendo. Hay algunas plataformas donde se puede publicar crítica literaria. Por otro lado, considero que la única manera de que uno pueda continuar publicando crítica literaria actualizada es que las editoriales te manden los libros pero, no lo voy a negar, tengo muchos amigos en el mundo editorial que me mandan sus libros pero hay muchos que no los puedo conseguir y tampoco reseñar. Sí hay crítica; de hecho, una manera de hacer crítica literaria es dar clases, estar en las universidades. La gente está haciendo crítica literaria de libros de autores ya fallecidos, clásicos, porque es lo que se consigue, incluso por Internet o gratis. Es muy difícil mantener una crítica literaria de novedades porque no llegan al país, pero sí se está haciendo crítica.

—Sin embargo podemos decir que hay un movimiento literario importante, emergente. ¿Cómo ves ese medio?

—Hay varias editoriales que están en el ruedo: Madera Fina, FBLibros, varias. Lo que creo es que hay varios modelos de producción. Nosotros hemos publicado libros con nuestros propios fondos, pero también hay otros libros que han sido publicados gracias al aporte de buenos amigos. No le cobramos al autor; al contrario, tenemos otra filosofía, nosotros le pagamos, y tenemos la política de que cada vez que firmamos a un autor le damos un adelanto, por muy simbólico que éste sea, pues en bolívares todo es simbólico, y cada seis meses le pagamos sus derechos de autor.

Madera Fina ante el futuro

—El compromiso que queda para 2018 es asumir, con más fuerza, libros de alta calidad, de grandes autores.

—Nosotros en Madera Fina partimos de que tenemos que publicar a autores que tengan ya una carrera consolidada en el contexto nacional e internacional, porque nosotros también publicamos autores fuera del país, como Santiago Gamboa, por ejemplo. Tenemos también una novela ya corregida, Fin de poema, del escritor español Juan Tallón, quien nos cedió los derechos. Esa novela ya está lista pero aún no hemos podido meterla en imprenta. Nuestro norte es publicar a autores que ocupan un lugar por su trabajo estético, por su producción literaria: un nombre consagrado en la literatura. Por otro lado, somos una editorial modesta pero también comercial. Tenemos la pretensión de poder mantenernos en el ruedo, tratar de publicar libros que se vendan, que nos permitan seguir con la operatividad de la empresa porque nosotros no recibimos dinero de ninguna institución. Recibimos aportes, sí, pero no para todos los libros. Cuidamos mucho las ediciones y tratamos muy bien a los autores porque cumplimos con los compromisos de tipo contractual que asumimos con ellos: el derecho de autor, la revisión minuciosa de los trabajos, el empeño en el diseño de la portada. Ese es nuestro esfuerzo por seguir en el ruedo editorial venezolano. Tenemos varios libros en cola pero todo va a depender siempre de la difícil situación económica que estamos atravesando. Nuestra expectativa actual es que podremos seguir operando hasta más allá de medio año.

—¿Qué título está a punto de salir?

—Aparte de la novela de Juan Tallón hay otros, pero prefiero mantenerlos en secreto. Tenemos una colección que no ha arrancado, que llevará por nombre “Savia” (un juego de palabras que hacemos con la savia de la madera, esto por Madera Fina) y que estará dedicada a los clásicos de la literatura venezolana. Eso está allí, parado, porque no hemos podido financiarlo. Tenemos muchos proyectos, hay gente que confía en nuestro trabajo. Tenemos ya diez títulos en la calle. Ahí vamos.

 

¿Qué tan difícil es publicar en Venezuela?

Conversamos con Carlos Sandoval sobre cuáles son los obstáculos que un editor debe sortear para poder publicar un libro y obtener no sólo la posibilidad de que éste llegue a las librerías, sino que también genere las ganancias necesarias para hacer que la edición sea sostenible.

—¿Cómo ves el ambiente editorial en Venezuela?

—El problema aquí es cómo pagar la imprenta y sus precios exorbitantes. Tanto así que entregamos un libro de ciento veinte páginas para su impresión, sin imágenes, y el presupuesto tiene una vigencia de un día. Un presupuesto para un libro de este tipo, para enero de 2018, no bajaba de los sesenta millones de bolívares para mil ejemplares. Esos precios limitan mucho el alcance de editoriales modestas que no tengan un músculo financiero tan fuerte para poder trabajar al ritmo que nosotros quisiéramos. El mundo librero está en estrechez. La hiperinflación lo ha afectado todo. ¿Qué está ocurriendo ahora? Madera Fina distribuye los libros a las librerías, las librerías los venden, sí, pero luego no pagan al mes porque tienen que utilizar el dinero de la venta de los libros para pagar la electricidad, los aumentos de salario de los empleados. Eso nos lleva a un círculo vicioso porque nosotros también tenemos que pagar los servicios de las oficinas, pagarle a un contador, entre otras cosas para seguir operando. Esta hiperinflación que afecta a todo el país va a mermar muchísimo a las pequeñas editoriales, salvo aquellas que reciban dinero del extranjero. Nosotros vamos a operar todo el año sobre la base de las predicciones que hemos hecho con la retribución que vamos a recibir de los libros que ya tenemos consignados, pero incluso estamos pensando en vender en firme —cobrar por adelantado el precio de los ejemplares que se entregan en las librerías—, pues si vendes un libro en firme ya lo vendiste, pero si lo consignas hoy y te lo pagan en marzo ya la hiperinflación se ha comido eso. Si un cartón de huevos sube todas las semanas imagina qué sucede con el libro, que aunque alimente de otra forma no es un bien de primera necesidad. La gente siempre va a preferir comprar la comida. Nosotros ajustamos los precios pero de una forma muy mínima pues entendemos que el lector está en la misma situación.

—¿Conjuntamente con la edición impresa hacen la edición digital? ¿Lo digital es una opción?

—Tenemos un proyecto digital. Estamos diseñando la plataforma pero, basándome en mi experiencia, no creo que la gente compre muchas ediciones en digital. Tener libros electrónicos que se vendan en el exterior, en otra moneda, esa podría ser una salida. También estamos vendiendo libros en Mercado Libre.

Arianne Cuárez

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