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Wilbert Pagán Ayala: “Más que todo, soy artista”

domingo 25 de marzo de 2018
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Wilbert Pagán Ayala
Pagán Ayala: “Puedo aportar mucho a la cultura y a la educación de Puerto Rico”.

La vida de Wilbert Pagán Ayala es la de un hombre que se hizo camino al andar. Nacido en Nueva York, de padres puertorriqueños, inició su carrera como diseñador de modas en nuestro país, y suyo también, Puerto Rico. Su trabajo creativo ha sido premiado por, entre otros: GLBT Historical Society (California, 2003), Art Déco Festival (Miami, 1998), Comité Olímpico de Puerto Rico (San Juan, 1997) y Festival Casals (San Juan, 1996). Parte de su obra creativa integra colecciones de museos, tales como el Smithsonian de Washington, DC, el Museo Metropolitano de Nueva York, el Museo de Historia de la Moda de California, la Casa Olímpica de Puerto Rico y el Museo Pablo Casals. Pagán Ayala ha tenido la cortesía de intercambiar unas palabras conmigo. Yo, por este medio, las comparto contigo.  

—Usted es más de uno a la vez. Es escritor de patrones, diseñador de modas e industrial (con especialidad en aeronáutica), historiador, cartelista, pintor, dibujante, artista gráfico, educador, museólogo, fotógrafo, archivero, arquitecto y, por si fuera poco, puede decir que también es biólogo. De ese todo que usted es, ¿dónde se ha sentido más cómodo? ¿Cómo integró su formación transdisciplinaria a su trabajo creativo de escritor de patrones, diseñador de modas, cartelista, pintor, dibujante, etc.?

—Más que todo, soy artista, y todas esas facetas las he ido incorporando a través de mi vida. Desde pequeño comencé a dibujar sin ninguna formación, sólo la que me daban mis profesores. Mi primer bachillerato fue en Biología. Al ser autodidacta en el arte, daba por hecho mis conocimientos. Donde más cómodo me siento es en el arte, porque tengo mi libertad de crear sin ningunas especificaciones, ninguna rigidez, sale espontáneo.

Hay que ser realista, la moda no es un arte, es un negocio, si no vendes no eres exitoso.  

—Hay una parte de su trabajo creativo que hoy está o forma parte de una que otra colección de museos, tanto en Puerto Rico como en los Estados Unidos. En retrospectiva hoy, luego del camino andado, ¿qué diferencias observa en su propio trabajo creativo además de su diferencia respecto a los estilos con los que ha trabajado? ¿Qué es aquello que ha aprendido dentro del proceso creativo de dar forma y contenido a su trabajo creativo?

—Tengo un avión Boeing 307-Stratoliner de 1937, “the ex-Pan Am Clipper Flying Cloud”, en el cual hice toda la remodelación de interiores, trabajo para B. E. Aerospace de Miami. Se encuentra en la exhibición permanente en el Smithsonian Museum, Sección de Virginia. Además, tres vestidos de mis primeras colecciones de modas están en el Departamento de Modas del Museo Metropolitano de Nueva York. Un cartel ganador del primer premio del Festival Casal de 1996 en el Museo de Casals, en San Juan, Puerto Rico.

He visto diferencia en mi creatividad, específicamente en la moda; en mis inicios era más innovador. La misma moda me convirtió a clásico, el sistema norteamericano me cambió. Hay que ser realista, la moda no es un arte, es un negocio, si no vendes no eres exitoso. Sólo los europeos se pueden dar el gusto de crear sin importar las ventas, por eso son más extravagantes y creativos a la hora de crear.

En el arte me especialicé en el dibujo al desnudo masculino de formato grande (tamaño humano), probablemente porque me fui a vivir a West Hollywood a mediados de los 80 y con las influencias adquiridas de los fotógrafos de aquel entonces, como Greg Gorman, Tom Bianchi y Herb Ritts, lo incorporé en mi arte. Dibujos que hoy día, después de veinte años, aún no puedo presentar en mi país, ya que todavía la mentalidad puertorriqueña no está preparada para esa clase de dibujo realista. Se puede presentar el desnudo femenino pero no el masculino; todavía hay censura en ese aspecto que no me ha permitido evolucionar. En otra forma, ese estilo de dibujo ha permanecido igual, y cuando algún día lo presente en Puerto Rico, será como nuevo. Se aprende que las circunstancias no te permiten crecer.

—Hace ya varios años transitó por California, Estados Unidos (1985-1992). Fue casi una década de formación profesional y de trabajo formal como diseñador de modas. Cuando llegó allí ya usted tenía cierto camino andado en nuestro Puerto Rico. Cuando Wilbert llegó a California, ¿qué llevó consigo de ese caminar previo en su país de origen que no pudo dejar atrás y que le haya servido para abrirse camino en su largo andar por California? ¿Qué considera usted es la mayor contribución a su historia de vida de esa experiencia de vida en California? ¿Qué hubiera dejado atrás, en Puerto Rico o California?

—La realidad del diseñador puertorriqueño, como no es una empresa formalmente, sino que los diseñadores dependen de la clientela, hace al diseñador más preparado. Tenemos que aprender a hacerlo todo. Indiscutiblemente, una ventaja que tenemos los diseñadores del país, y que me ayudó a la hora de ir a los Estados Unidos. A veces me pregunto, ¿por qué otros diseñadores de Puerto Rico no se toman el riesgo? Eso sí, en Estados Unidos se trabaja con mucha presión y, tal vez, no todos estos jóvenes diseñadores estén preparados para esa encomienda. Aparte, mi éxito se debió a ser diferente, llevé algo nuevo, refrescante e innovador. Mi estilo no se parecía al de nadie, a nada de lo visto europeo; podría decir que esa ha sido mi mejor contribución.

De los Estados Unidos traje esa libertad de crear lo que me plazca, sin trabas, sin censura, de poder dibujar lo que siento. Muy distinto a si me hubiera quedado en Puerto Rico, donde tal vez estaría pintando paisajes y bodegones.

—De California se movió a Miami, en Florida, Estados Unidos (1992-1995). De ahí se nos fue a Suiza (1995-1998) y, luego, a México (1998-2000). Entre 2000 y 2006 volvió a Florida. ¿Qué hubiera dejado atrás, en Puerto Rico o California, que llevó consigo a Florida, Suiza y México? ¿Por qué? ¿Cómo mantuvo su vínculo profesional, personal y espiritual con Puerto Rico desde la distancia? ¿Qué considera usted es la mayor contribución a su historia de vida de esa experiencia de vida en Florida, Suiza y México?

Mi aportación en Miami fue un viraje completo en mi vida, mi incursión en la aeronáutica.  

—Soy muy aventurero, me cansa la monotonía, siempre estoy en busca de algo nuevo. Mis movimientos no fueron pensados ni calculados. Me fui a Europa porque quería retirarme de todo, pero no fue así. Me di cuenta de que no puedo estar sin hacer nada; ya a los tres meses comisioné un fashion show con el concilio de la moda de Nueva York y el de Zúrich, y así comenzó mi carrera en Europa, logrando un contrato con Bulda Internacional de Alemania. Fui el primer norteamericano en hacer patrones comerciales, contrato que siguió aún estando en los Estados Unidos, por diez años, trabajo que sería mi mejor aportación mientras viví en Europa.

Así transcurrió mi vida en Suiza por dos años. Regresé a los Estados Unidos, específicamente a Miami, buscando algo nuevo; no quería volver a la moda. Vi la oportunidad de diseñar interiores de aviones y no lo pensé dos veces, acepté la oferta e incursioné en una de mis carreras, el diseño industrial, específicamente en la aeronáutica.

Mi mayor aportación en Hollywood fue el trabajo que hice para la empresa Paramount, de mis trabajos como diseñador de vestuario para las series televisivas de Aaron Spelling Production, donde por espacio de tres años asistí entre otros a Nolan Miller para las series Dynasty, Hotel y Dallas, aparte de tener mi propia colección de modas para Glenn’s Gallery, quienes pusieron mis modas en tiendas por departamento como Saks Fifth Avenue, I. Magnin, Neiman Marcus y Nordstrom, entre otras.

Mi aportación en Miami fue un viraje completo en mi vida, mi incursión en la aeronáutica donde llegué hacer los dos aviones del ex mandatario argentino Carlos Menen, Tango I y Tango II. Además del avión Boeing 307-Stratoliner de 1937, “the ex-Pan Am Clipper Flying Cloud”, entre un sinfín de diseños para aviones, helicópteros y yates privados.

Me fui a México como turista, a insistencia de un amigo que me decía: “Tú que amas tanto el cine mexicano, ¿por qué no vas y conoces México?”. Así fue, fui por diez días, inmediatamente dejé todo y tomé la decisión de aportar todas mis documentaciones e investigaciones que desde niño había hecho del cine de oro mexicano. Me asignaron poner al día la Enciclopedia del cine mexicano de Emilio García Riera.

—Mucho de su trabajo creativo ha sido premiado entre 1986 y 2008 en Puerto Rico y los Estados Unidos. ¿Qué tiene de particular su trasfondo personal (historia de vida) en la formación del contenido de su trabajo creativo premiado?

—Me crie en un ambiente común, con mi abuela, donde siempre se oía buena música, clásica, siempre rodeado de libros, quienes fueron transformando mi entorno. Estuve viendo el éxito desde niño, aunque no lo daba por entendido. Ya a la edad de seis años logré mi primer premio en pintura, después a los catorce años gané aproximadamente catorce premios en arte en distintas categorías: pintura, dibujo, caricatura, escultura y grabados. Eso fue encaminando mi vida a la competencia, siempre estaba buscando ese reconocimiento; el solo hecho de pensarlo era un reto para mí, tan es así que estando en mi mejor momento en Puerto Rico, decido aventurar e irme a buscar nuevos horizontes en los Estados Unidos. He ganado tantos premios porque me he educado, preparado, pero sobre todo ese afán de competir y dar lo mejor de mí, esa pasión que pongo en todos mis proyectos. Luego vinieron los reconocimientos, de lo cosechado.

—Se hizo camino. Usted ha caminado. Su pueblo de nación es Guánica, Puerto Rico. Su pueblo le ha honrado, y usted ha honrado a su pueblo. ¿Cómo se sintió al recibir la Proclama de Hombre Distinguido en la celebración del centenario de Guánica por parte de su alcalde y su Legislatura Municipal, el 12 de marzo de 2014?

—Honestamente no soy guaniqueño; nací en Brooklyn, Nueva York. Guánica es el pueblo de mi madre, aunque el alcalde me hizo hijo adoptivo. Estoy extremadamente agradecido de ser uno de los homenajeados en el centenario de mi pueblo, sí, porque uno es del lugar donde lo acogen y se hace; lo mismo siento por Nueva York, Los Ángeles, Miami, Berna, México, DF, en fin, me considero universal.

—Sé que por ahí tiene que tener una investigación doctoral realizada en el Departamento de Historia de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. ¿Qué nos depara este trabajo de investigación y cómo fue ese volver a su alma mater (1977) luego de su largo caminar fuera de Puerto Rico? ¿Cómo integró esa experiencia de vida adquirida fuera de Puerto Rico a su principal proyecto de investigación doctoral en la Universidad de Puerto Rico?

—Ese regresar a la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Rio Piedras, fue como un rejuvenecer, encontrarme con mi primera universidad. Esa tesis está en planes de ser editada, como todos mis escritos; pero, en una época de recesión, no es mi primera prioridad. Tengo como mi primera opción poder dejar mi legado en buenas manos, para futuras generaciones. Imagínate, ya logré el espacio, donado por un ser noble, pero ahora está lo más difícil, mantenimiento, luz, agua, conservación, montaje, empleados, entre otros asuntos.

Mi arte, específicamente el dibujo, es reflejo de mi vida en West Hollywood; ese ambiente creativo, de amistades y su atmósfera, influyó en mi estilo particular.  

—Sé que usted es un autor caribeño que no nació en Puerto Rico. Tuvo la oportunidad de hacer su propio espacio aquí, antes de partir, y tener la dicha de salir adelante en los Estados Unidos, Suiza y México. ¿Se considera puertorriqueño? ¿Existe el puertorriqueño o sólo su imagen es una imagen? ¿Por qué? ¿Qué es la que hace que su trabajo creativo sea de usted y lo que es de usted es o decide ser dentro de Puerto Rico, Estados Unidos, Suiza o México?

—Como comenté anteriormente, no nací en Puerto Rico, pero soy hijo de padres puertorriqueños; siempre a todas partes que he ido he dicho que soy puertorriqueño, y cuando lograba un éxito es cuando más pensaba en mi patria. Pero mi verdadero amor nació en este reencuentro con mi país. Tan es así, que todos mis escritos se basan en estudios e investigaciones de arte, moda, arquitectura y urbanismo de Puerto Rico. Hasta mis exposiciones de fotos se basan en ese tema. Es como querer recobrar esos años fuera de mi Puerto Rico, y recompensarlos con mi trabajo.

Sí, soy puertorriqueño, como cualquiera que haya nacido aquí, no es una simple imagen, creo haber hecho patria con mi trabajo, con mi legado; por supuesto, para los norteamericanos soy norteamericano, y así apareceré en las documentaciones y registros. Al trabajar en los otros países, aunque el trabajo era de acuerdo a sus postulados, siempre mi esencia estaba presente; por ejemplo, cuando hice los aviones para el ex mandatario argentino Carlos Menen, Tango I y Tango II, aunque el diseño de su espaldar tenía el sol radiante de Argentina, me sentía orgulloso de que estaba hecho por un puertorriqueño.

—Don Wilbert, ¿cómo visualiza su trabajo creativo con el de su núcleo generacional de diseñadores en Puerto Rico y esos otros espacios de creación cultural a los que tuvo oportunidad de llegar? ¿Cómo ha integrado su identidad étnica y su ideología política con o en su trabajo creativo? ¿Cómo relaciona su trabajo político-cultural con su lectura particular de la vida y su propio quehacer cultural o no hoy?

—Anteriormente contesté parte de esta pregunta. Mi arte, específicamente el dibujo, es reflejo de mi vida en West Hollywood; ese ambiente creativo, de amistades y su atmósfera, influyó en mi estilo particular, que es parte de ese estilo que aún no se practica en Puerto Rico.

Lo mismo pasó en la moda. Mi moda es internacional, no adaptada a un clima particular. Creo que desde joven ese fue uno de mis ideales al irme a los Estados Unidos, incursionar otras texturas, otros estilos de vida. De volver a la moda en Puerto Rico, me sería más fácil, no veo ningún problema en relacionarme con el nuevo grupo de diseñadores, aunque honestamente no está en mis planes en estos momentos volver a la moda; el capítulo no se ha cerrado por completo, pero creo que puedo aportar desde otro ángulo, como asesor, como educador.

—¿Qué diferencias observa, al transcurrir del tiempo, con la recepción de sus compañeros de viaje o aventura creativo-cultural con su trabajo creativo y la temática o las temáticas que ha abordado y los estilos desde los que los ha abordado? ¿Qué otros proyectos creativo-cultuales tiene pendientes?

—Eso es uno de los problemas más graves de Puerto Rico, el temor a aventurar, específicamente en la moda, lo había comentado antes. Muchas veces me he cuestionado: ¿cuál es el propósito de hacer un fashion week en Puerto Rico? Cuando la idea de los fashion week es vender, promocionar la moda. Como verán, lo menos que hacen estos productores es invitar a esos grandes compradores de las grandes tiendas de los Estados Unidos. Segundo, si se llegara a vender, ¿tienen los diseñadores el capital para producir? Tercero, de vender, ¿existe manufactura en Puerto Rico hoy día que pudiera llevar a cabo esa producción? ¿A tiempo? ¿Con experiencia y calidad? Son preguntas que yo sí puedo contestar y en las que puedo asesorar a esa nueva generación de diseñadores. Lo ideal para que estos jóvenes diseñadores triunfen en los Estados Unidos sin tener que salir del país es crear un show room en Nueva York, costeado por el gobierno de Puerto Rico, y así fomentar la manufactura de Puerto Rico.

Una de mis metas, como museólogo y archivista, es poder lograr un archivo de la moda puertorriqueña y un museo de la moda puertorriqueña. Sé que es cuesta arriba, pero no imposible. Mi visión es grande; lo que he visto, lo que he vivido, no tiene que ver nada con la política de mi país, pero sí sé que puedo aportar mucho a la cultura y a la educación de Puerto Rico. Estos años fuera de mi país no han sido en vano, han sido años de crecimiento personal, en todos los ámbitos.

Wilkins Román Samot

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