
Hace algunas semanas los lectores y visitantes asiduos a la sede en Altamira de la Librería Lugar Común quedaron desconcertados cuando en redes sociales circuló la noticia del cierre del espacio. Luego de siete años de lecturas, presentaciones de libros, debates sobre la literatura y la cotidianidad venezolana, talleres formativos y todo tipo de actividades, la esquina de las avenidas Del Ávila con Francisco de Miranda —la misma que la librería convirtió en una esquina icónica— ya no tendrá olor a café, ni a libros nuevos, ni recibirá a los curiosos que, guiados por la belleza del lugar (decorado entre un toque industrial y romántico, con paredes blancas y estantes que dan la sensación de tocar el techo), entrarán sonrientes y aún rodeados de libros preguntarán: “¿Buenas, y esto qué es?”.
Nosotros estaremos en el lugar que podamos estar haciendo lo que sabemos hacer: trabajar por la cultura.
El cierre de la librería es una gran pérdida, sí, pero sus propulsores no se dan por vencidos. Garcilaso Pumar, el creador del proyecto Librería Lugar Común, que en la actualidad ya cuenta con tres sedes más en Caracas (una en Plaza Venezuela y dos en Las Mercedes), una en Margarita y otra en Mérida, emplea la frase que escribiera Juan Rulfo en su libro El llano en llamas como una suerte de mantra: “Ya mataron a la perra, pero quedaron los perritos. Se ha cerrado un espacio ícono en la ciudad pero no se pierden los valores. Vamos a seguir con la fuerza de siempre”, dice.
Aunque se desocupe el espacio y se baje la santamaría, Pumar declara que el resultado de LLC no puede traducirse de otra manera que en ganancias: “Ha habido una tremenda ganancia para la gestión cultural, para la experiencia de nosotros, y en eso me gusta pensar, en que en algún momento conseguiremos el espacio para volver a Altamira y hacer lo que veníamos haciendo. Lo tenemos en cuenta y en términos muy optimistas”, lo expresa quien nació y creció entre libros, a la par de la lectura de las églogas de Garcilaso de la Vega, uno de los autores de cabecera de su madre, quien partió muy temprano, cuando Pumar apenas entraba en la adolescencia.
Lo que sigue a continuación es un canto a la esperanza.

¿Por qué el cierre de LLC en Altamira?
Es un tema de arrendamiento, este local no es nuestro. Estamos muy agradecidos con la casera, pero la expectativa de ellos de vendernos el local ya no es posible para nosotros. Ofrecimos todas las posibilidades que consideramos, pero no hubo acuerdo.
¿Qué hacer en esta situación? Nada, irnos, no hay nada que podamos hacer. Nosotros estaremos en el lugar que podamos estar haciendo lo que sabemos hacer: trabajar por la cultura. Altamira fue una de las cosas más bellas que nos han pasado a todas las personas que hemos trabajado aquí y la gente que ha estado con nosotros ha salido a la calle a practicar todo lo aprendido. Sentimos que hemos dado un giro a lo que representa hacer gestión cultural en Venezuela.
Es una lástima que esto suceda en uno de los momentos más difíciles para el país, pero también creemos que este es un país donde la gente tiene que comenzar a entender el valor de las cosas. Cerrar Altamira mostrará las fragilidades de un proyecto cultural.
¿Es posible medir en números el trabajo cultural de la librería?
En siete años hemos celebrado mil quinientos eventos gratuitos, talleres, jornadas de discusión sobre cuáles son los derechos humanos en Venezuela; instituciones han estado aquí, trabajando. Este ha sido un lugar de concepción de la libertad en todas sus formas y hemos tenido espacio para todo tipo de personas.
Aquí se han desarrollado actividades de un proyecto que tiene mi esposa Vyana Preti en Petare, y que se llama Escuela de Teatro Musical de Petare. Una vez completan su formación allí, los muchachos pasan a trabajar con nosotros. Actualmente, cuatro de esos jóvenes están entrando en la Universidad Católica Andrés Bello. Proyectos como ese y como Lugar Común han sido asumidos como faros para salvar vidas y entendemos nuestra gestión de esa forma: una gestión cultural para salvar vidas. ¿Nos cerraron Altamira? Sí, pero la idea continúa y sabemos que llegaremos a los sitios donde lograremos acuerdos para todas las partes.
Si yo hubiese podido mantener un equipo fijo de trabajo por tres años, sería Mark Zuckerberg.
¿Qué les dice la gente?
Ha sido muy bonito entender las manifestaciones de solidaridad de la gente, pero la realidad nos trasciende a todos: este local no es nuestro, lo tenemos que desocupar. Esa es la lógica del mercado, del capital, y nada puede tocar eso. Imagino que en un escenario económico diferente hubiese sido mucho más fácil llegar a una negociación. En otra situación tal vez hubiésemos podido comprar el local pidiendo un préstamo pero actualmente las cosas están muy complicadas, y se quiebran. La gente está muy conmovida, muy solidaria. Mi esposa dice una frase tremenda sobre lo que está sucediendo: ella dice que el cierre de Altamira es lo más cerca que vamos a estar de participar en nuestro propio entierro, porque la gente viene, nos abraza y lo sientes igual a que te dieran el pésame.
¿Qué viene ahora?
Eso, seguir llamando a la solidaridad. ¿Qué viene? Una reestructuración de fuerzas, revisar tácticas, poner a punto otras sedes que no hemos podido atender, reinventarnos.
A eso se suma el problema de que la gestión de la librería es algo muy complicado. Esta sede tiene veinte candados y fue robada dos veces; además, vivió en dos ocasiones un escenario bélico brutal, sostenido durante un tiempo larguísimo: las protestas de 2014 y luego las de 2017. Mientras la calle estaba encendida esto se volvió un bastión de pensamiento. Ahora vamos a trabajar más por mantener todas estas cosas.
Debemos trabajar en fortalecer el equipo. Cada mes se nos van dos o tres personas importantes para la librería. Me gustar hacer el chiste de que si yo hubiese podido mantener un equipo fijo de trabajo, por tres años, sería Mark Zuckerberg, pero por las condiciones reales en las que está el país no hemos podido mantener a un equipo por ese tiempo.
¿Quieren volver a Altamira?
¡Claro! Nosotros queremos llenar este país de librerías y de estructuras culturales. Ese ha sido mi sueño. La librería sirvió como una excusa para hacer gestión cultural a través del libro pero aquí también se han hecho conciertos, obras de teatro. Nosotros, en el momento que sea, vamos a volver, y yo sueño con LLC en Petare, en Carapita, en los sectores populares de Caracas.
Bajo la convicción absoluta de que este es un país con una vocación hacia la cultura: la gente lee, la gente se anima a participar. Un cierre de LLC no puede verse sino como una pausa. LLC, en el futuro, será una de las cientos de librerías, de emprendimientos venezolanos de librerías que tienen que existir.
Confiar en el optimismo
Cuando es consultado sobre los inicios de la librería, Garcilaso Pumar deja muy claro que el trabajo con LLC fue una labor de devoción, de “entrarle con el pecho”, de observar cómo las personas iban entendiendo y acogiendo el espacio que logró cambiar el discurso de una esquina para siempre.
Estamos cerrando un espacio que es icónico en la ciudad, que tiene muchísimo valor simbólico, y todo ese valor se irá con nosotros a donde esté la bandera que nosotros pongamos.
Al referirse a los inicios de la librería, destaca la labor del fallecido Arturo Garbizu, el primer librero que tuvo la sede, quien con mucha disciplina participó en el trabajo conceptual de la librería y organizó, en detalle, el lugar destinado para cada sección, para cada libro, aunque después fuera la gente quien reorganizara esta estructura a partir de sus propias inquietudes y deseos.
Entre anécdotas y tareas por cumplir, la sede de LLC en Altamira —que tendrá sus puertas abiertas hasta julio— continúa amparada en una bandera que Pumar y su equipo levantan entre todos: la bandera del optimismo.
Pese al cierre de la librería te mantienes muy optimista. ¿Por qué?
Nosotros seguiremos comprometidos con un cambio en el país, con la necesaria recuperación de la institución democrática en Venezuela, y eso significa que vamos a seguir trabajando en la misma línea que hemos mantenido: haciendo libros, instituciones y espacios generadores de libertad, construyendo alianzas.
La actividad de El Estilete, nuestra editorial, es muy fuerte. Venimos sacando un promedio de dos títulos por mes, entre ediciones y coediciones. Ahora saldrá el libro de Yolanda Pantin, por ejemplo. Además, en medio de una crisis aparecen nuevos proyectos culturales como La Poeteca. Entonces, ¿cómo no sentirme optimista?
Estamos cerrando un espacio que es icónico en la ciudad, que tiene muchísimo valor simbólico, y todo ese valor se irá con nosotros a donde esté la bandera que nosotros pongamos. ¿Cómo va a seguir la programación? Seguirá y con la misma fuerza de siempre. Posiblemente tomaremos espacios públicos dentro del municipio Chacao para la programación de LLC porque nos interesa seguir con la presencia en el municipio.
Ahora nos toca buscar las esquinas que queremos conquistar. Los lugares más insólitos son los lugares donde aparecerá una sede de la librería o algo relacionado con ella. No vamos a salir de esta crisis hasta que nos metamos todos en los sitios en los que hay que meternos. Si vamos a recuperar la ciudad hay que hacerlo de manera íntegra.
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