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David Caleb Acevedo: “Toda mi niñez se ha vertido en mi trabajo”

domingo 13 de enero de 2019
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David Caleb Acevedo
Caleb Acevedo: “No soy dado a escribir y rescribir el mismo libro una y otra vez durante toda mi carrera literaria”.

David Caleb Acevedo (Puerto Rico, 1980) es de los escritores vinculados al origen de El Sótano 00931, creo que el menor y el más querido y prolífico autor del grupo literario gestado en los meandros de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, durante el año 2000 o a finales de los 90 del siglo pasado. El David al que recuerdo de entonces y desde entonces es un gran narrador. Formó y no formó parte de los sotaneros por su carácter y su voz autónoma, y, tal vez por la seguridad con la que se ha forjado o tenido que forjar. David es egresado de la Universidad de Puerto Rico, donde concentró su Bachillerato en Artes en Pintura y Lenguas Extranjeras. Caleb, como le solíamos llamar, antes de recibir como respuesta “no vino”, ha intercambiado unas palabras sobre su trabajo creativo, en especial aquel relacionado al literario. Las comparto con todos vosotros.

Siempre me he dedicado a todos los géneros de la literatura. El que más trabajo me ha dado es el teatro, pero siempre los he trabajado todos.

—Eres poeta, cuentista, ensayista, novelista, pintor, traductor, editor, antólogo… escritor. En el 2015 publicaste Historias para pasar el fin del mundo (Puerto Rico: Trabalis Editores, 2015). ¿De qué trata esta novela? ¿Cómo comparas su temática con la de tu primera novela, el Oneronauta (Puerto Rico: Boreales, 2014), y con tus memorias o desmemorias de sexo, narradas a manera de ensayo, Diario de una puta humilde (Puerto Rico: Erizo Editorial, 2012)?

Historias para pasar el fin del mundo es una distopía, esto es, una historia centrada en el final de los tiempos, justo antes, durante o luego de un cataclismo global. En la misma, toda la humanidad se vuelve homosexual y lesbiana, aun los bisexuales y transgéneros, gracias a una proteína que se activa en el ADN de las neuronas de todas las personas. Nunca se sabe por qué ni es necesario. La única razón de los cataclismos es la existencia misma. Lo único que asemeja esta novela con el Oneronauta, o con Diario de una puta humilde, es que se trata de una obra que no esconde lo gráfico de las escenas sexuales. No tiene por qué hacerlo. La pornografía puede ser tan honesta como el erotismo si lo que busca es una representación gráfica de un acto tan natural como lo sería, digamos, desayunar. Fuera de ello, las tres obras son absolutamente distintas.

“Cielos negros”, de David Caleb Acevedo
Cielos negros, de David Caleb Acevedo (Editora Educación Emergente, 2014) Disponible en Amazon

Cielos negros (Puerto Rico: Editora Educación Emergente, 2014) es un libro de cuentos. ¿Cómo surge la oportunidad de trabajar este género? ¿Qué relación tiene Cielos negros con tu trabajo creativo en Las formas del diablo (Puerto Rico: Editorial La Tuerca, 2014) y en ðēsôngbərd (Desongberd) (Puerto Rico: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2014)?

—Siempre me he dedicado a todos los géneros de la literatura. El que más trabajo me ha dado es el teatro, pero siempre los he trabajado todos. En el caso de Cielos negros, fue la Editora Educación Emergente quien se acercó a mí en busca de una colección de cuentos queer. La doctora Lissette Rolón Collazo ya había publicado el primer libro de cuentos de la colección Queer y de la editorial, a saber, Lesbofilias, de Yolanda Arroyo Pizarro. Cielos negros fue el segundo. Se trata de un libro que amo muchísimo, cuyos cuentos escribí, casi en la totalidad del libro, en talleres impartidos por mi mentora Yolanda Arroyo Pizarro. Son cuentos tiernos, violentos y abusivos, porque creo que los tres conceptos no son necesariamente independientes entre sí. El libro también constituye un catálogo de casi todo lo que es posible experimentar desde el renglón de hombre homosexual. Quise, entonces, expandir y empujar los límites de la homosexualidad, haciéndome preguntas como: ¿puede un homosexual tener sexo con una mujer si cree que se trata de una transexual?, ¿puede la homosexualidad llevarte a la esclavitud sexual y luego a la libertad?, ¿qué catálogo de prácticas sexuales ejecuta un gay durante su vida?, y, ¿hay más de ser gay que simplemente un hombre que se acuesta con otro?

Las formas del diablo ya es otra propuesta enteramente distinta. Mis libros no se parecen mucho entre sí, y eso es intencional. Cada libro debe tener algo que decir distinto a lo que ya dije en otros libros. He planificado y cartografiado mi carrera de escritor con sumo cuidado de no repetirme. Así, Las formas del diablo es un libro de cuentos en donde la figura o concepto del diablo toma una forma distinta en cada cuento. En un cuento el diablo es el primer hombre, en otro es un mudo con poderes mágicos, o una bicicleta destartalada que se derretirá para hacer una espada, o una muchacha detrás de un mostrador en una botánica de Baton Rouge, o el gerente del Hotel California. Mi intención de autor en ese libro cae en dos renglones. El más directo y evidente es que el diablo puede ser cualquier cosa y estar en todos lados. El más oscuro es que la omnisciencia es diabólica en sí misma, desde su propia naturaleza.

ðēsôngbərd es un libro que me tomó casi seis años y medio completar. Se trata del trabajo de más de la mitad de la década inicial del nuevo milenio. Así, me preocupé por recoger las preocupaciones de los noventa y del milenio en un solo libro, a saber, los peligros del revisionismo histórico, las relaciones de poder interfamiliares, las distopías que en los noventa creímos que ocurrirían con el cambio del milenio, etc. Se trata de un libro sumamente millenial.

Mi modus operandi se nutre y depende muchísimo de tener algo qué decir.

—Te iniciaste en la poesía con Bestiario en nomenclatura binominal (Puerto Rico: Editorial Aventis, 2009) y seguiste en ese género con Empírea o Saga de la Nueva Ciudad (Erizo Editorial, 2011). Si comparas tu crecimiento y madurez como persona y escritor entre la época en que te tropiezas con los tipos aquellos de El Sótano 00931 en la Universidad de Puerto Rico con la de tu trabajo publicado, ¿qué diferencias observas en tu trabajo creativo poético y tu narrativa de entonces con la de hoy?

—Mi gente hermosa de El Sótano 00931 me enseñó a tener y mantener el más altísimo de los estándares en mi obra. Me enseñaron a aspirar a hacer sólo lo mejor, a tener algo qué decir más allá de lo formulista y lo formulaico, a llegar a la fibra exacta y precisa de lo literario y mantenerme ahí, aun si el lenguaje que empleo no es igual de alto. En fin, me enseñaron a empujar el límite de lo posible en la literatura, y así, empujar el desarrollo de la literatura mundial a través de mi ars poética. Las diferencias entre mi obra de aquel entonces y la de ahora, si acaso, es que con el pasar de los años me he reafirmado en lo que mis compañeros sotaneros me enseñaron. Uno no debe escribir si no es para desarrollar, empujar o romper lo que ya está establecido. En inglés tenemos muchas expresiones para hablar de esto: groundbreaking, pushing the envelope, pushing the boundaries, etc. Así, Bestiario es un libro en donde hay un personaje, salido de la literatura misma (de la novela de H. G. Wells La máquina del tiempo), que busca poesía como quien caza pokémones. En la propuesta, hay una eliminación del “yo” en aras de abrazar el “nosotros”. Es un poemario sobre la salvación.

Por otro lado, en Empírea hay una saga, eso es, poesía épica que narra y poetiza la creación de una ciudad flotante como refugio de las criaturas mágicas y divinas de todos los panteones de las mitologías del mundo, adonde se van a vivir tras un cataclismo, que se presume creado por la humanidad.

Tengo otros poemarios que han visto la luz del sol a través de un proyecto de publicación artesanal masiva. Puedo hablar de La deuda del pirómano (un poemario de furia y sumamente social), Las niñas perdidas del cielo (una alabanza a la lluvia, la melancolía de los días oscuros y nublados y el amor perdido), La despedida del nombre (obra en la que hablo de lo terrible de las imposiciones con las que uno nace, a saber, la religión que le imponen a uno al nacer, el país, el lenguaje, la sexualidad, las cosmovisiones y el nombre propio, y con el que comienzo el largo camino de cambiarme el nombre legalmente), Niños malcriados (poemario corto y muy narrativo que explora la abyección, la terribilità, la gravitas de la vida y la transgresión), Magna carta (poemario que mezcla la cartografía de los espacios que he visitado en mi vida, con el género del cancionero y fórmulas matemáticas inventadas e imposibles), El palacio de la memoria (poemario sobre el método loci de memorización, inventado por los romanos, y mi poemario más intelectual y abstracto), Sueño de Okinawa (poesía romántica bien escrita), Absolución (poesía atea militante), Nirvana (poesía budista) y Golconda (poesía basada en los arcanos mayores del Tarot).

“Pie forzado”, de David Caleb AcevedoFinalmente, mis poemarios más recientes son Terrarium (publicado exclusivamente en Perú bajo el sello de Paracaídas Editores, el cual constituye un registro de las voces de las plantas y el reino vegetal) y Pie forzado (Ediciones Aguadulce, poemario tallerista sobre el proceso mismo de la escritura creativa, que vio la luz en el 2017). Como se puede observar, mi modus operandi se nutre y depende muchísimo de tener algo qué decir. Por ende, se puede pensar que David Caleb Acevedo es un bocón con demasiadas opiniones sobre demasiadas cosas. LOL.

—David, ¿cómo visualizas tu trabajo creativo con el de tu núcleo generacional de escritores con los que compartes o has compartido en Puerto Rico?

—Para serte brutalmente honesto, no me siento parte de una generación o promoción literaria. Siempre me he visto y me han visto como una cosa extraña y bien aparte, que simplemente está ahí y no se irá nunca. Y me gusta verme, sentirme y hallarme de esa manera. Después de todo, no soy dado a escribir y rescribir el mismo libro una y otra vez durante toda mi carrera literaria, como hacen muchos y muchas poetas y escritores de mi generación y de las promociones anteriores. Asimismo, pues, entra en juego el hecho de que en mi caso la diáspora fue al revés. Yo me crie en Hartford, Connecticut, y regresé a Puerto Rico para echar raíces, pero también para darle al país lo que le hacía falta: fantasía, ciencia ficción, terror, realismo sucio, etc. Siempre empujando los límites de lo que se ha hecho literariamente en Puerto Rico y en el mundo. Puedo decir que antes de mí no existió alguien como yo. Luego de mí, pues espero que mis estudiantes sean un poco como yo en eso de cambiar de paradigmas más que de calzoncillos.

—¿Cómo concibes la recepción a tu trabajo creativo dentro de Puerto Rico, y la de tus pares, bien sean escritores de poesía u otro género?

—He recibido críticas severas de mi obra, algunas rayando en lo personal. Tengo pares poetas que piensan que no doy el grado como poeta. Tengo pares narradores que piensan que estoy en esto “por el aplauso, por que me detengan en la calle para felicitarme por lo bien que escribo”. Nada puede estar más lejos de la realidad. Soy un tipo sumamente metódico, prolífico y creativo, que se nutre no sólo de la literatura (desde niño leo entre tres y cuatro libros por semana, y leo de absolutamente todo), sino del cine, de los videojuegos, del arte plástico, de la música, etc. Tal vez ahí está el problema. Soy un punto negro en una página en blanco llena de escritores que todavía se nutren exclusivamente del medio que trabajan. Eso me parece una terrible vagancia intelectual. Por otro lado, tengo una disciplina sumamente estricta y me exijo sólo los estándares más altos de calidad. Eso crea malestar, sobre todo entre los escritores más hippies, relajados y rezagados de mi generación, nada de lo cual me preocupa, porque como te dije más arriba, tengo un mapa literario trazado de lo que quiero escribir y lograr con mi escritura. Mientras tengo ese norte, nada más importa.

Crecí con personas de todo tipo y toda combinación posible y me he hecho predicador y apóstol de eso mismo: todas las combinaciones pensables son posibles en el mundo material.

—Sé que eres de Puerto Rico. ¿Te consideras un autor puertorriqueño o no? O, más bien, un autor de literatura, sea esta puertorriqueña o no. ¿Por qué?

—Me considero un autor de literatura. Punto. Da la buena pata que soy de Puerto Rico, pero hasta ahí. Realmente, mi propuesta literaria dista leguas de la propuesta literaria puertorriqueña a grandes rasgos. Esto se debe a algo sumamente sencillo: mis preocupaciones no son insulares. He vivido y viajado muchísimo. He conocido otras culturas a fondo. Mis preocupaciones son mundiales, planetarias y hasta cósmicas. O sea, algunas de las interrogantes que me mantienen despierto por las noches son: ¿hacia dónde vamos como especie?, ¿cuál es el fin último de la raza humana?, ¿qué pasaría si descubriéramos la inmortalidad como especie?…

—¿Cómo integras tu identidad étnica y tu ideología política con o en tu trabajo creativo?

—Mi identidad política es independentista, mas no pipiolo. Mi identidad étnica es mucho más complicada, puesto que soy hijo de padre negro puertorriqueño-británico y una madre puertorriqueña “blanca”, dentro de lo que cabe ser blanco en Puerto Rico. Mi identidad racial, por ende, es mutable y fluida; a saber, si estoy rodeado de blancos europeos se me nota lo hispano; si estoy rodeado de negros, seré percibido como blanco, aunque no lo sea. Por ende, prefiero llamarme afrodescendiente y dejarlo ahí. En mi literatura trabajo estos temas de mutabilidad étnica, racial y política. Todo es mutable para mí. No existen objetos inamovibles.

—Tu trabajo creativo se inicia siendo estudiante de la Universidad de Puerto Rico. ¿Cómo se integra tu trabajo creativo a tu experiencia de vida? ¿Cómo integras esas experiencias de vida en tu propio quehacer de escritor hoy?

—No. Mi trabajo creativo comienza a los seis años de edad. Comienzo a publicar como estudiante de la UPR, pero mi carrera comenzó a la tierna edad de seis. Toda mi niñez se ha vertido en mi trabajo. La niñez es un período que siempre será importante para mí, puesto que es la raíz de todo grupo de antónimos: el bien y el mal, lo bello y lo terrible, la paz y la violencia, el amor y el odio. Los viví todos tanto dentro como fuera de mí. Crecí con personas de todo tipo y toda combinación posible y me he hecho predicador y apóstol de eso mismo: todas las combinaciones pensables son posibles en el mundo material. Y eso es lo que reflejo en mi obra.

—¿Qué diferencia observas, al transcurrir del tiempo, con la recepción del público a tu trabajo creativo y a la temática del mismo? ¿Cómo ha variado?

—No he estado pendiente de eso. Realmente, eso no me importa en lo absoluto. Mi único objetivo es completar mi mapa literario. Escribir todo lo que tengo que escribir antes de que se me acabe el tiempo.

—¿Qué otros proyectos creativos tienes pendientes?

—Quiero convertirme en un maestro antólogo, y por eso he venido trabajando unas antologías temáticas que tienen como objetivo rescatar lectores; a saber, la ya publicada Felina: antología de literatura para gatos, con Cindy Jiménez Vera, y las inéditas La morsa: antología de narrativa Beatle puertorriqueña y Atlas Malum: antología de la maldad, ambas con Pabsi Livmar; Hadouken: antología de literatura sobre videojuegos, con Raymond P., y X: antología de literatura sobre superhéroes, supervillanos y mutantes y Carroña: antología de zombiliteratura puertorriqueña, ambas con Valentina Marealta.

Asimismo, me encuentro terminando cuatro libros de cuentos; a saber, El evangelio del Fénix, Bowie ha muerto, Biografía de los planetas tristes y Such a Picky Homosexual. También he terminado un libro de cuentos de ciencia ficción titulado El sueño de los artífices. En el reino de la novela, a mi parecer el más noble y completo de todos los géneros formales, me encuentro terminando Grimorio del tiempo maravilloso (novela sobre la cultura surfer y los 80 en Puerto Rico), Rara avis in nebula (novela de vampiros), Razzmattaz (ciencia ficción), Manual de convivencia para la cristiana empleada de gobierno (novela por entregas a través de mi página de Facebook), La emancipación de Mareya (novela negrista fantástica) y Los guardianes (novela juvenil tainista).

Wilkins Román Samot

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