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Yo, Makandal, de Yolanda Arroyo Pizarro

miércoles 31 de octubre de 2018
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Yolanda Arroyo Pizarro

Yo, Makandal
Yolanda Arroyo Pizarro
Poesía
Boreales
Puerto Rico, 2017
ISBN: 9781542774222
132 páginas

Yolanda Arroyo Pizarro (1970) no deja de escribir. Como he indicado antes, en una reseña anterior a su obra literaria, su trabajo creativo va de la mano de su personalidad. Yo, Makandal, su más reciente poemario, nos lo vuelve a demostrar. Arroyo Pizarro, cuentista, ensayista, novelista, editora, antóloga… escritora, en Yo, Makandal, resuelve afrontar y cortar desde el cuajo el blackface. Lo hace por su etnia, su raza, su color, pero, sobre todo, por su misma vida, la suya y la de los suyos. En sus propias palabras, mejor que las mías, nos lo dice así:

porque se nos va la vida
a mí, a mis hermanos de lucha, a
nuestros hijos y nietos por venir
al reino de este mundo.

“Yo, Makandal”, es el poema que da título al poemario, en el cual Yolanda recoge un total de 42 poemas. Los distribuye en dos partes, veinte en la primera, veintidós en la segunda. La primera parte se intitula “El reino”, mientras que la segunda, “De este mundo”. Le inspira Alejo Carpentier (Suiza, 1904; París, 1980) con su novela El reino de este mundo (1949) pero, como hemos visto, le motivan su lucha, su vida, la suya y la de los suyos. No es para menos, si tenemos presente el texto y el contexto en el que Yolanda desarrolla su obra literaria, como también lo tuvo Carpentier al escribir su novela y desarrollar el personaje de Mackandal. Fue así como nos lo dejara escrito, en su primer prólogo a El reino de este mundo:

Hay todavía demasiados “adolescentes que hallan placer en violar los cadáveres de hermosas mujeres recién muertas” (Lautréamont), sin advertir que lo maravilloso estaría en violarlas vivas. Pero es que muchos se olvidan, con disfrazarse de magos a poco costo, que lo maravilloso comienza a hacerlo de manera inequívoca cuando surge de una inesperada alteración de la realidad (el milagro), de una revelación privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual o singularmente favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad, de una ampliación de las escalas y categorías de la realidad percibidas con particular intensidad en virtud de una exaltación del espíritu que lo conduce a un modo de “estado límite”. Para empezar, la sensación de lo maravilloso presupone una fe. Los que no creen en santos no pueden curarse con milagros de santos, ni los que no son Quijotes pueden meterse, en cuerpo, alma y bienes, en el mundo de Amadís de Gaula o Tirante el Blanco. Prodigiosamente fidedignas resultan ciertas frases de Rutilio en Los trabajos de Persiles y Segismunda, acerca de hombres transformados en lobos, porque en tiempos de Cervantes se creía en aquejadas de manía lupina.

(…)

Esto se me hizo particularmente evidente durante mi permanencia en Haití, al hallarme en contacto cotidiano con algo que podríamos llamar lo real maravilloso. Pisaba yo una tierra donde millares de hombres ansiosos de libertad creyeron en los poderes licantrópicos de Mackandal, a punto de que esa fe colectiva produjera un milagro el día de su ejecución.

(…)

A cada paso hallaba lo real maravilloso. Pero pensaba, además, que esa presencia y vigencia de lo real maravilloso no era privilegio único de Haití, sino patrimonio de la América entera, donde todavía no se ha terminado de establecer, por ejemplo, un recuento de cosmogonías. Lo real maravilloso se encuentra a cada paso en las vidas de hombres que inscribieron fechas en la historia del Continente y dejaron apellidos aún llevados: desde los buscadores de la Fuente de la Eterna Juventud, de la áurea ciudad de Manoa, hasta ciertos rebeldes de la primera hora o ciertos héroes modernos de nuestras guerras de independencia de tan mitológica traza como la coronela Juana de Azurduy (Carpentier, 1949).

Arroyo Pizarro, en su prólogo a Yo, Makandal, nos deja pistas al contexto en que desarrolla su poemario. Primero, nos deja saber que por recomendación de David Caleb Acevedo (Puerto Rico, 1980) retomó “la escritura reflexiva diaria para entender y entenderme”. Más adelante, también nos deja saber:

Yo acababa de entregar una monografía a [Raúl] Guadalupe sobre El reino de este mundo de Alejo Carpentier en medio de un vórtice de conflictos originados por el racismo descarado y rampante que arropa a Puerto Rico, y la tendencia del blackface que parecía querer regresar a los medios de comunicación como un búmeran ancestral y opresor. Así que junto a la monografía, le entregué al profesor un poema desahogo titulado “El reino de esta mofa” que luego de algunas transformaciones vino a convertirse en el poema “Yo, Makandal”.

Tal, pues, el contexto de una obra que, si bien se afinca en “el racismo descarado y rampante que arropa a Puerto Rico”, refleja la sólida formación en literatura creativa de Yolanda (doctoranda en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe), de la que ya nos había dejado constancia en Transmutadxs (2016), su extraordinario trabajo de grado conducente a su Maestría en Creación Literaria con especialidad en Narrativa de la Universidad del Sagrado Corazón (febrero de 2016).

“Yo, Makandal”, es uno de los veinte poemas de la primera parte del poemario, “El reino”. De esa primera parte son también, entre otros poemas, “Padre nuestro”, “Yo, Calibán” y “El día que murió Fidel”. En “Padre nuestro”, el primer poema del poemario, Arroyo Pizarro confronta. Lo hace con la valentía de la que se sabe sobreviviente de la masacre de Orlando, Florida, en la que estuvo presente vuestro Padre nuestro. El “Padre nuestro” de Yolanda, pues es una denuncia contra la voluntad de vuestro Padre nuestro, pero a su vez una oración de solidaridad para y con los 49 caídos por el odio contra nuestra comunidad LGTBIQ en Orlando, el 12 de junio de 2016. También es un abrazo de amor a sí misma, y a todos sus hermanos homosexuales, bisexuales, transexuales, intersexuales y pansexuales.

En “Yo, Calibán”, Yolanda se declara en lucha contra Próspero, personaje de ficción de William Shakespeare (Reino Unido, 1564-1616) en La tempestad (1611). Su lucha, la de “Calibán de senos y vagina”, además de ser por su libertad, es por la libertad de sus “ancestros ahogados / estatuas de sal debajo del mar / hombres y mujeres mandíbulas / quienes abrieron sus dientes para / engullir las vísceras del esclavizador”. Estamos, pues, ante otro poema de denuncia y reivindicación de su raza, la suya y la de los suyos contra esa otra forma de dominio y opresión, la racial, la del blanco.

De otra parte, en “El día que murió Fidel”, Arroyo Pizarro retoma su vida amorosa, y pasa balance del estado de situación de su país al fallecer Fidel Castro Ruz (Cuba, 1926-1916). Es un poema en el cual la poeta, al pasar balance, nos recuerda que, al 25 de noviembre de 2016, Puerto Rico está gobernado por una Junta de Control Fiscal, alimentado de cenizas tóxicas, “vergonzoso territorio cabecibajo”. También, entre otras verdades dolorosas, Yolanda nos recuerda que es un país con presos políticos —como entonces lo estaba Oscar López Rivera (Puerto Rico, 1943)—, con pobladores “valerosos que / no luchan demasiado” y sin uno que orquestara “un plan de escape / un dinamitar la celda / un intercambio de balas a la huida”. En ese país, su país, entre otras cosas, “criticábamos al cubano exiliado / no nos identificábamos con su alegría o su dolor / mofa a las celebraciones en la Havana / o de su luto, o de su duelo tempestivo”. Fue, sin embargo, ese día que murió Fidel, una oportunidad para Yolanda comenzar desde cero:

El día que murió Fidel
tú me besabas
yo te prometía abrazos en mis aureolas
tú me acenizabas la boca
un estertor orgásmico nos bautizaba etéreas
yo te bebía
tú me tragabas
nos juramos amnesia ante los meses perdidos
volvíamos a comenzar desde cero…

De la segunda parte de Yo, Makandal, intitulada “De este mundo”, son, entre otros poemas, “Poema a wanda”, “Lugares públicos” y “Julia rebelde”. En “Poema a wanda”, Yolanda invita a la reflexión a la “anticrística wanda / patética apóstol / de la nueva inquisición / ¡de cuánto te pierdes!”. En este poema, Yolanda reflexiona sobre su sexualidad como mujer, su desarrollo y el gozo de su disfrute, “real, academia, real academia / palabra / verbo que se hace carne / y habita entre nosotras / letras santificadas / más sagradas que las del otro libro / que tergiversas”. Es un poema singularmente labrado con perspectiva de género, y en el que la poeta confronta desde su sexualidad de mujer a la “apóstol Wanda Rolón”.

En “Lugares públicos”, Arroyo Pizarro cuestiona desde su identidad de mujer negra y lesbiana. Es un poema en que la poeta reflexiona mientras provoca a repensar nuestras conductas en lugares públicos, so color de respeto a “los no oprimidos / a los que nunca lo han estado / sea usted una negra respetable / una pata digna y moral”. Así, nos repite su credo:

repito mi credo
hay que ser estrictos
no olvide ser blanca
lo más blanca posible
no olvide comportarse como hetero
lo más hetero posible
de usted se espera el mejor
comportamiento
en lugares públicos
no lo reniegue
no instruya a aquellos que no cuestionan
aquellos que no leen
a los que no saben su historia y no la quieren saber
a quienes desean permanecer necios o ignorantes
que defienden la no lucha por aparentar
por parecer blanco
o heterosexual
que al final viene siendo lo mismo.

Finalmente, en “Julia rebelde”, Yolanda honra y recuerda la rebeldía de la también poeta Julia de Burgos (Puerto Rico, 1914-1953). Este poema es una invitación al recuerdo de esa vida “que eres Patria completa / que se alza en versos / no en tu voz: en mi voz”. Y en la voz de Pizarro Arroyo, Julia es guerrera, aun cuando “el tirano te trate con blanca maldad / Poeta serás con bandera, con lauros y gloria / Rebelde, Gran Julia, te llaman las hijas de la libertad”. Se trata de un poema reflejo de una poeta a otra poeta, un poema que además de dejarnos constancia de la rebeldía de Julia, nos deja constancia de la calidad humana de la poeta que le honra. Y honrar, honra.

Hace un tiempo decía, de los cinco cuentos de Yolanda en Transmutadxs, que no tenían que ser ciertos. Los poemas de Yo, Makandal, sí lo son. Los poemas de Yo, Makandal, traen todo un trasfondo social, cultural y, digamos, histórico-literario, que, como los cuentos de Transmutadxs, le hacen susceptibles de ser constatados en hechos y entornos sociohistóricos que rebosan la vida de Yolanda. Nacieron, como nos dice su autora en su nota introductoria, “de esa interacción de estudios doctorales” y para “ser leídos y compartidos en recitales dedicados a la visibilidad del amor lésbico, al adelanto de las luchas de la comunidad LGTBQ de Puerto Rico, la actividad de la Boda Masiva en la que contrajeron matrimonio 64 parejas del mismo sexo en San Juan el 19 de julio de 2015 y protestas en contra de fundamentalistas religiosos”. Yolanda, obvio, no escribe desde el privilegio.

Yo, Makandal contiene, pues, poemas de resistencia, poemas de protesta que también invitan, como los cuentos de Yolanda en Transmudatxs, a ser leídos con pasión, afección; son poemas reflexivos, escritos con perspectiva e identidad de género, y conciencia nacional, de género, de clase y de raza, poemas que han sido confeccionados desde el sentir-ser de la propia Arroyo Pizarro. Se deben leer igual, y sin reverencia; deben también provocarnos e invitarnos a reflexionar, conversar, cuestionar, romper el silencio y con el silencio, y a superar nuestros temores y secretos, los propios, ajenos y familiares. Aprendí leyéndolos. También gocé y lloré. Los invito a aprender, gozar y llorar con Yo, Makandal.

 

Referencias

  • Arroyo Pizarro, Yolanda (2016): Transmutadxs (Puerto Rico: Boreales).
  • Carpentier, Alejo (1949): El reino de este mundo (Argentina: Editorial Quetzal, 1980).
  • Samot, Wilkins Román: Transmutadxs, de Yolanda Arroyo Pizarro”, en Letralia, Tierra de Letras, Venezuela, 10 de junio de 2017.
Wilkins Román Samot

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