Tu cuerpo y tus alas
Paúl Mendoza Malaver
Gobierno Regional de Cajamarca (Perú)
56 páginas
I
Tres libros y una glosa filosófica componen este volumen de poesía pura. El silencio desciende su telón de gasa aquea, el cuerpo de la poesía se instaura hacia las rutas de un poniente que vuela, corpóreamente, hasta la gruta líquida de lo no escuchado; apenas un roce de lo descendente hacia el cuerpo alado de la no-presencia, vanamente hoja.
Del aire, hacia él, desciende una purísima fragancia de montañas gélidas, rociadas de flores.
Las sacudidas estrepitosas inauguran un poniente entre los sueños remontados hacia el paraíso primigenio del génesis dormido.
Tierra que levanta su mano, tierra de la destrucción y el reordenamiento de un caos, paradójicamente, ordenado. Como si no culminara el cuerpo, las alas toman la posta frente a lo que no acaba y ni siquiera han varado el espacio de un árbol conversacional, la sensualidad de la palabra lírica.
Anduve oliendo la frescura del agua corriente y verdosa, respiraba en mis narinas el espacio que sucede a los parajes de los cuerpos que se aman, hasta el numen mismo del desgarro ternuroso.
Duende de las mismas fojas inclinadas, las que no se intuyen mientras se lee, las que no bastan para guarecer dentro de la dicha de lo narrado que se corporiza en cuanto el eje relacional de las piezas poéticas aquí orquestadas, va calando la naturaleza del mar y de la piedra.
Cada Adán, cada ser de principio y los golpeteos del oleaje de arena transcurriendo entre el canal que relojea, al viento mismo de los ángulos, ya que el giro del agua o su ascenso pertenecen a seres milenarios velando prístina aurora.
El hierro languidece, la palabra da comienzo a sus cuitas innegables de lírico invento. La explosión de la palabra es un canto a la ternura, los versículos se extienden, pero acallan en un feliz término luminoso de atronador oleaje léxico por lo gravitacional de sus elementos: agua, fuego, árbol, musa de invento.
Como orar frente a una ranura luminiscente, como creer, vano de folículos o estampidas mitocondriales en una célula inmortal: la poética de la sensualidad lírica nace aquí en Tu cuerpo y tus alas, de Paúl Mendoza Malaver.
La palabra instaura sus banderas tranquilas frente a la hierba seca de un otoño de vidriados haces que la luz troca en albas sin cauda. Caracolas que estallan, hojas dormidas en su pleno dominio contra el mundo.
Toda ausencia lírica del hombre no lo aleja más que de la mano volteada, en ese rodar inexplicable de la arena del tiempo.
Cuando evidencié la vela que un árbol prefigura, ascendió la alfombra rodando hasta esa rareza exponencial, ese espejo promisorio que es la luna, y que no la dejo y que más me la aproximo, como si se tratara del ojo una tierra.
Los espejos, heme aquí, multiplican, insomnes, bajo los párpados, atrás, las bellas figurantas. Gnomos y sus saltos ostensibles, mientras la bombarda de timbales cascabelea en el momento irrepetible.
Loto imaginario, que empujado se es, no habrá más albura que lo nombre.
Aquí, frente a los contrastes lúdicos, la luna es símbolo de fertilidad por cuanto la lucidez se presenta como algo definitivo; un rodaje, acaso, si perseguimos con ojos de otra ventana el cargar sucesivo de la huella magenta embebiendo su fulgor: la luz iniciática de la lucidez y la sensualidad amarilla.
Henry Miller instándonos a saltar contra un abismo sin caída, el miedo eterno o la eterna valentía. Miras hacia abajo mientras ríes o lloras, si nada más te pasará, porque nunca esa habituada soledad te corresponderá hacia su hallazgo.
La premura definitiva de un ente pronunciado sin presencia, el hito hacia penumbras, cada una con un petardo vaporoso como lira, ese grisú en que parpadea la noche para dar valva secreta a una aurora recogiéndose de todas sus hojas como pasos.
Se petrifica el silencio de luces líquidas y coloridas, que largas cartas nos imponen:
La vigilia.
No se reste nada, de lo contrario, caracolas y ninfomaníacas madréporas elucubrarán la palabra justa, la que jamás nombra la impresencia entre los bosques de lo gritado como Gustave Flaubert, hasta encontrar la palabra justa, la escrita en la definitiva destrucción del caos que empieza donde encumbra la luminiscente eternidad de calamares bajo la noche sangrante en los relojes.
Ya nos había evidenciado hacía más de una década el autor de Tu cuerpo y tus alas, Premio Vanguardia Literaria 2019, aquellas ramificaciones espontáneas a que nos remitía toda multiplicación por los recovecos aurorales, imaginales, en donde la nada argenta seduce al agua y el trasluz que de ello se compone. Espejo ramaje (2008), un libro de mayor aliento, se componía ya de fragmentos poéticos presurosos de lo que podrían ser ejes fundacionales de lo heredado de la piedra, esa clarividencia opuscular de mínima poética, la de la pura esencia al calor de esa luz jamás extinguida: La Poesía. Y cuya clarividencia el alfarero la moldea de las mismas manos de un arte poética que ya, en el final del opúsculo que hemos leído, abstraídos por la belleza que evoca, explica, ente filosófico, lo que debieron ser las palabras espejeando la ranura del enigma.
“Círculo y esfera, materia y luz, secreto de los dioses de la piedra” (p. 16).
Todo ello, acaso, cabrá en equinoccio, en “bromurados declives” por donde el pantanal conduce al viandante de vidrio y viceversa.
El hospicio de un oratorio maquinal se difunde. La máquina perecedera se torna hilo sepulcral de plañideras que desfilan, hasta el puente colapsado del amor convocado, sentado en la piedra clarividente.
II
Noticia biográfica
Paúl Mendoza Malaver nace en Cajamarca en 1983. Realizó estudios en el Seminario San Agustín, de Lima, y en la Universidad Privada Antonio Guillermo Urrelo, en Cajamarca. Es docente de la especialidad de Comunicación. Dos libros de poesía en su haber: Espejo ramaje (2008) y el que nos ocupa: Tu cuerpo y tus alas (2019), ganador del Premio Vanguardia Literaria, organizado por el Gobierno Regional de Cajamarca. Psicólogo y maestro de Literatura, Mendoza Malaver también ha realizado una maestría en Docencia e Investigación Educativa. Ha publicado en diversas revistas virtuales e impresas y ha obtenido una mención honrosa en el II Concurso de Poesía y Cuento Huauco de Oro (2017), con el conjunto de versos Invocación a la piedra clarividente. Administra un blog: Xanadu (animales clarividentes); además de ello ha incursionado en la prosa y en el ensayo filosófico.
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