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Lo efímero perdurable en la poesía de David Cortés Cabán

domingo 16 de enero de 2022
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“Presencia de lo efímero”, de David Cortés Cabán
Presencia de lo efímero, de David Cortés Cabán (Ediciones Boán, 2021).

Presencia de lo efímero
David Cortés Cabán
Poesía
Ediciones Boán
Colección Voces de Abacoa
Arecibo, Puerto Rico, 2021
89 páginas

El tiempo camina sobre el esqueleto humano carcomiendo sus entrañas, sacudiendo sus sombras, volviendo polvo sus pasos y sembrando cicatrices y destellos semejantes a flechas de cenizas en torno al ser. Toda metáfora sobre el dios Cronos parece condena de mortales. Seca al árbol y al río. Vence la carne y tienta al verbo. Convierte en historia lo intangible y en probable lo inverosímil. Por lo demás, desafía al futuro como territorio de lo improbable.

El tiempo se trasmuta en conciencia y misterio, pero se revela de a poco, de salto en salto, en inaprehensibles instantes. Por eso lo efímero le atañe, y aunque se le intente atrapar en medida desde la civilización de los sumerios —y más allá—, se escapa y discurre hasta el mismo hueso de la vida y sus misterios más hondos, como flujo invisible infinito.

El poeta David Cortés Cabán sabe de esta ancestral labranza del hombre ante el tiempo. Culturas, civilizaciones, artes, formas de gobierno, sociedades diversas, viajes de ultramar, interestelares, imaginarios y de sueños lo han llevado a descubrir puentes de acceso a la otredad desde el rincón de los libros, desde la poesía, el ensayo, la narrativa, la ciencia, la educación y los misterios de la fe.

Tantas fuentes de conocimiento se convierten en ventanas del mirar, del sentir y del oír, con alas de pájaro, con alma de niño. Desde su Arecibo natal, costa norte de la isla de Puerto Rico, donde viera la luz por primera vez en 1952, su transitar parte desde esta villa —en la que sembrara ejemplo de valor y heroicidad Antonio de los Reyes Correa en tiempos de antiguas conquistas— y se adentra en la ancha carcasa del Atlántico siguiendo la rosa de los vientos, tanto como si sus brazos buscaran por el sur a Utuado y Ciales, o por otro flanco a Hatillo, Barceloneta y Florida.

Algo de esa trashumancia imaginaria se le volvió creación en el viaje. Como poeta latinoamericano contemporáneo de gran valía se le sigue y conoce por su respetada obra lírica. Varios países dan cuenta de ello, enmarcado su nombre en un aura de sencillez, humildad y sabiduría que muchos egos pesados extrañan para sí. Estados Unidos, España, Portugal, Croacia, Italia, México, Brasil, Colombia, Nicaragua, Argentina, Venezuela, Cuba y su Puerto Rico de familia y entraña, dan cuenta de su nombre y sus obras publicadas, entre las que se cuentan Poemas y otros silencios (Río Piedras, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1981), Al final de las palabras (Nueva Jersey, Slusa Editores, 1985), Una hora antes (Madrid, Editorial Playor, 1991), El libro de los regresos (Madrid, Editorial Verbum, 1999), Ritual de pájaros: antología personal 1981-2002 (Mérida, Venezuela, Editorial El Otro El Mismo, 2004), Islas (Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2011) y Lugar sin fin (México, Editorial La Otra, Granisales Servicios Editoriales y de Comunicación, 2017), y ahora un nuevo título, Presencia de lo efímero (Arecibo, Ediciones Boán, 2021).

El poeta hurga en su identidad de siempre, muestra sentimientos invencibles, afectos inolvidables, estadios de su ser ineludibles de revelar.

Esta obra aporta visiones y tonos que el autor ha querido presentar desde ventanas complementarias, de larga presencia en la historia de la literatura moderna, como lo son la poesía y la prosa. Por eso la obra se compone de dos partes. La primera comprende veintiséis textos de poesía, cuya estructura no está expresada en versos tradicionales, valga decir, verticales o descompuestos, como sería ley del verso libre, sino en pequeños cuerpos semánticos, de unidad temática cercana al sentir filosófico, en moderada prosa lírica de no pocos recursos metafóricos desafiantes, inteligentes, que dan cuenta del ser, del espacio, de la vida, de rutas interiores y externas, para formar un corpus de agradable lectura, cuyo cauce emerge del lenguaje y sus portentos figurativos.

El poema “¿Has escuchado la leve brisa?” tiene este signo del diálogo interior que el lenguaje trasunta como posibilidad de revelación y encuentro en el espacio-tiempo, tan estudiado por los griegos: “Miras la distancia después del primer amor, después del último acontecer. Los pájaros son humo, nada más el humo y el brillo sucesivo del silencio sobre las ramas. Habrás escuchado, amigo mío, la voz más luminosa mientras sigo sentado y abro mi corazón. Cuando el trino del ruiseñor sube sobre la soledad. No he podido olvidar el leve suspiro sobre la rama dorada”. Por esta vía el poeta hurga en su identidad de siempre, muestra sentimientos invencibles, afectos inolvidables, estadios de su ser ineludibles de revelar.

“El país se va con las casas. Los árboles se vacían de los árboles. La noche regresa en la noche”. Esto dice en el poema “Voces que no tienen edad”. En otro lírico mensaje de Presencia de lo efímero titulado “Me voy, pero me quedo”, el poeta mira su bitácora, limpia el prisma de otear las distancias y afina su sentencia: “Me voy, digo a las piedras y al camino, compañeros de viajes y de pérdidas”. De ese viaje emergen motivos y búsquedas, entregas y adioses que se nos dan como pan del alma, en forma de poesía. El corazón humano se nutre de poesía mediante el lenguaje lírico. Y esta es la huella inconfundible de la obra de David Cortés Cabán, que desde hace mucho tiempo nos habla y nos demanda ser oída, como olas de ese mar cercano a Arecibo, donde la brisa y el ventalle señalan un sentir.

La otra parte de este libro, señalado antes, se titula “Cuál es el orden. Todo esto es tan gracioso”, y se compone de quince minicuentos. En este aparte se vierten ingenio y humor, gracia y magia fabuladora con un sobreplano poético que en trabajo aparte desentraña muy bien el poeta y crítico literario Ernesto Álvarez.

Uno de estos minicuentos se titula “Viajando con un gallo” (“Le enseñé los documentos de mi gallo menos su acta matrimonial, porque a los gallos de pelea no les está permitido casarse, aun cuando pueden vivir en concubinato y en un harem toda su vida”), dando persistencia a ese viaje que no tiene comienzo ni fin en el cauce lírico que atraviesa a Presencia de lo efímero.

Otros textos de aparente motivo fabulario, titulados “El exiliado regresa de Nueva York”, “Cosas del amor” y “Esto es lo que sucede”, nos acercan a un orbe urbano que ha sido espacio vital del poeta, lugar de su creación y andar, horizonte ante su mirada y cristal refractario de cuanto abarca el motivo creador en el plano de sus misterios interiores, por su larga estancia vital y laboral en Nueva York, donde reside. Por eso, en la multitud de la metrópoli siente su corazón de tigre y cruza veloz en su figuración poética; sean el puente de Brooklyn o el de Zhangjiajie, sea Manhattan o el río Hudson, sea Battery Park o Ellis Island y, más allá, en la lejanía del mar Rojo.

El nunca o el jamás no desafían esa ley de la gravedad del poeta David Cortés Cabán que le permite sus búsquedas interiores en el propio sentido de su identidad caribeña.

En el acucioso ensayo “Laberintos de espejos en Presencia de lo efímero, poéticas de David Cortés Cabán”, el crítico literario Ernesto Álvarez advierte esos espacios físicos y metafísicos que dan paso a una dialéctica conversacional que no nos es extraña. Por eso este autor hace un lúcido repaso del poema en prosa, dando un largo paseo por Hojas de hierba de Walt Whitman, por Khalil Gibran, Rabindranath Tagore, Charles Baudelaire, el Conde de Lautréamont, Pierre Louÿs, André Gide, Juan Ramón Jiménez, más allá el Arcipreste de Hita y más acá Aimé Césaire o León Felipe, entre otras interesantes referencias. Va en sintonía este acucioso ensayo del poeta Ernesto Álvarez con la visión analítica que hace de la poesía de nuestro autor puertorriqueño, en su libro Las palabras habitadas: poesía de David Cortés Cabán (Arecibo, Puerto Rico, Ediciones Boán, 2014; Colección Voces del Abacoa, 78 páginas).

Ciertamente se conjugan en Presencia de lo efímero el tono filosófico y la observación interior del ser que indaga espacio y tiempo; el juego ficcional del orbe urbano metropolitano versus la memoria que suelta sus barcos sobre los ríos encantados de la vida común; la conversión de signos y conceptos en desafiantes juegos poéticos portentosos por su sencillez idiomática; y en suma, perviven valores muy sensibles de la naturaleza objetiva y la del sentimiento interior en pasajes líricos muy bien labrados en la lengua de Cervantes.

El nunca o el jamás, tanto como el otoño o la primavera, no desafían esa ley de la gravedad del poeta David Cortés Cabán que le permite sus búsquedas interiores en el propio sentido de su identidad caribeña. Su escritura es reveladora de ese esclarecido merecimiento. Su poesía, su prosa, su obra ensayística dan cuenta del Caribe latinoamericano tanto como su voz se nutre de todo el acervo literario y filosófico ancestral, sea amerindio u occidental. De esa mixtura y formación extrae motivos, visiones y revelaciones que se convierten en sostenida presencia creativa. Acaso valga para excusar cualquier atajo figurativo, esta sentencia suya, del texto titulado “¿Cuál es el orden?”: “Debí haber pensado que había un tiempo para todas las cosas, pero nunca comprendí la palabra orden. Es posible que mi vejez sea el desorden”, para tener la certeza de que el poeta Cortés Cabán no sólo es ordenado e impetuoso en la creación poética, y que goza de una edad de madurez ventajosa, reconocida y prometedora como el gran poeta hispanoamericano que es. Bienvenida esta nueva obra, y que todos los vientos del norte y del sur, del este y del oeste lleven sus páginas por derroteros de toda suerte y azar.

José Pérez

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