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Extractos de Voyageuse bleu, de Porfirio Mamani Macedo

lunes 29 de febrero de 2016
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Nota del editor

“Voyageuse bleue” (“La viajera azul”), de Porfirio Mamani Macedo
Voyageuse bleue
Porfirio Mamani Macedo
Poesía
L’Harmattan
París, 2015
ISBN: 978-2-343-05458-2
74 páginas

El más reciente poemario del peruano Porfirio Mamani Macedo, Voyageuse bleue (La viajera azul), publicado a principios del año pasado por el sello L’Harmattan, reproduce el diálogo en prosa poética que se desarrolla entre un poeta y una viajera. Escrito originalmente en español, la traducción corrió a cargo de Sophie Ferreira Ramos —las páginas pares muestran los textos originales en nuestro idioma y las impares su versión en francés— y el prefacio es firmado por Daniel Vives, para quien Mamani Macedo es “un poeta de lo elemental”. Hoy publicamos en la Tierra de Letras los primeros textos del libro.

El poeta

Viajera celeste que en el fondo de la sima preparas tus nobles atuendos para encontrarte conmigo en el desierto. Yo siguiendo voy esta sombra que sale de mi cuerpo, por un camino que nadie ha frecuentado. Callados van mis ojos, callados los ruidos de mis pasos, sólo el polvo se levanta cuando paso. Cuando llego al pie de una montaña, voz y llanto de un niño golpea las rocas de polvo no cubiertas. No sé si alejando o acercando me voy de tu mirada, extranjera azul, tú que en alguna parte ya me esperas, como la oscuridad espera al día.

 

La Viajera

¿De quién es la voz que allá tirita, de quién la sombra que doblada se queda en una esquina? Estira sus brazos como si hablara con el aire, mas el viento, mientras intenta dar un paso, de sus negros pelos hacia atrás lo jala. Sus piernas soñolientas, como pegadas a la tierra lo retienen, y sus ojos como desterrados paradigmas, miran la sombra extraña, que desde el fondo de la ruta le hace un gesto.

 

El poeta

No sé si cruzar debo esta calle o la otra, viajera celeste, que pareces vigilar sin cuidado mi destino. Creo verte pero no te veo, es mi cansada memoria que confundiendo va los caminos y tu rostro. A veces siento frío, a veces duda y miedo cuando paso por lugares como estos. Allá veo un niño arrastrando la basura que en el desierto encuentra. Alguien se le acerca y sólo mira piedras en sus manos. Sólo el niño me mira, y mirándome no quiere alejarse, pero se aleja.

 

La Viajera

Hundiendo va sus pasos, ya en el polvo, ya en el barro que inunda su camino. Difícil ver su cara. Mas ese perfil me parece haberlo visto en alguna parte. ¿Quién entre todos podrá olvidar su herida? Cuando era niño lo vieron todos cruzar un río, y ya llevaba en la frente esa herida. Entonces sigue siendo él, la marchita hierba que nadie cuida.

 

El poeta

¿Hacia dónde debo mirar, viajera azul, para ver mejor la silueta de tu cuerpo? Toda forma que a mis ojos se aproxima, la confundo con la tuya, imaginando que eres tú y no otra. Ahora mi silencio es una costra que se mueve con el viento, y yo, una insignificante sombra que se funde entre las sombras para sentirme menos solo. Ya no cuento las palabras, tampoco los recuerdos, que allá entre el frío y la noche, se van quedando atrás. ¿Qué veo? Un hombre doblado en una esquina, que palpando las paredes anda, para no caerse, como tantas otras veces se ha caído.

 

La Viajera

No quisiera pensar que sea él. Por allá una terrible tempestad se aleja, por allá otra se le acerca. Entre una y otra, un rayo de sol, todo su cuerpo alumbra. De una puerta sale y otra ya lo espera. Pasa por una calle donde nadie su voz escucha, donde su voz no tiene eco, donde debe dejar todo lo que lleva. Viéndolo como lo veo, no quiero acercarme a él. Ignoro lo que serán los días para él, quizá largos, quizá efímeros como la vida.

 

El poeta

¡Qué ser entonces ahora, extranjera ausente, que has traído la palabra, la voz, y también una esperanza incierta! Allí están todos los días, desnudos como siempre, esperando tu larga cabellera que tanto han soñado estos ojos negros. Mirar quisiera yo contigo, el mar azul, la hierba, las ramas que tantas primaveras, vi solo, desde el fondo de mi gruta. Allí están las estrellas en la desnuda noche, guiando mis pasos por el terrestre suelo. Todo es confuso en la memoria cuando te veo en la indiferente noche. ¡Dime, Lucero del desierto, qué huellas debo dejar, cuáles seguir y cuáles evitar, para evitar el olvido!

 

La Viajera

Te veo avanzar por la arena y no sé qué decirte para consolar tus pasos en la sombra. Entonces te alejas, te hundes en las luces de la noche. Quisiera conocer tu alma fugitiva, quisiera comprender el destino de tus ojos, mas tiempo y distancia nos separa. Quisiera saber lo que significa la edad, el tiempo y las palabras que no saldrán jamás de nuestros labios. Anochece y debo dejarlo en el camino, como ayer, como siempre.

El poeta

¿Qué palabra recordar para salvarme de la sombra? ¿Cuántos otros días más mirar por la ventana el vacío y la lluvia? Todo en la palabra nace, todo en ella se concentra. Sólo mirar la estrella que en el mar se pierde cada día. Ser entonces un árbol: aire y materia para alcanzar tu cuerpo, extranjera azul, hoy que no te veo. Ser entonces aire para tocar tu dulce cabellera; ser viento para jugar con ella en los bosques, en los tranquilos valles, que seguramente mirarás por la ventana cuando viajas, viajera azul. Ahora te espero bajo la sombra que me has dejado en el camino: el recuerdo.

 

La Viajera

Una extraña confusión lleva a su mirada de un lado a otro. Ha volteado la esquina y la noche. Su cansado rostro dice de él lo que ha soñado, lo que sus ojos han soñado en el sueño. Estando yo tan lejos, nada puedo hacer por él. Si me acerco, no sé qué decirle ni como, para no causarle otra herida en su humano corazón. Ahora debe, otra vez, cruzar el largo día con sus dudas. Se ha sentado en una sombra, se mira las manos y con ellas tapándose los ojos, tal vez recuerda, tal vez sueña solamente.

 

El poeta

No estoy soñando sino viviendo algo que no comprendo. Mas a ti, viajera azul, ¿por dónde tus pasos el destino lleva, cuándo mis ojos te verán llegar de tan largo viaje? ¡Será que no existes, será que todo es ilusión y sueño! Pero yo con estos mismos ojos te voy buscando entre todas las estrellas que titilan. Quisiera no esperar más, pero te espero en alguna parte. Seguramente he de cruzar valles y desiertos, ciudades y desiertos, palabras y desiertos para encontrarte un día. Hoy encontré una rosa en el camino, con ella en silencio por esta senda vamos hacia ti, viajera azul, que ya envuelves mi sueño en una sombra.

 

La Viajera

Se ha dormido con una flor en el pecho. Serenamente duerme. Hace frío, pero él no siente nada. Sólo duerme. Ignoro lo que sueña, si soñando está mientras lo veo. No sé lo que siento por él cuando lo miro. Su corazón va latiendo por alguien que no conoce aún. Sigue haciendo frío y él no siente nada. Siento que respira, y palpa con sus manos el vacío. Busca algo que no encuentra. Estira la mano en el inmenso vacío, entonces se despierta.

Porfirio Mamani Macedo
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