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Tres poemas de Necesidad de Orfeo, de María Teresa de Vega

lunes 6 de junio de 2016
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“Necesidad de Orfeo”, de María Teresa de Vega

Necesidad de Orfeo
María Teresa de Vega
Poesía
Escritura entre las Nubes
Tenerife, España, 2015
ISBN: 978-84-16385-33-1
68 páginas

Grímpola negra

El mirlo no conoce el horizonte al fondo de los hombres
a cuya huerta azul nunca se llega,
sus piruetas no nacen de impulsos que saben insaciables.

Se saben insaciables los humanos y siguen con la vida a cuestas,
y andan, y se duermen rendidos por la falta de luz. Expulsada
va saliendo, hasta que sean, la aurora y el ocaso, el mediodía,
emblemas de su eclipse. Donde los colores que dulcemente
se curvan no adornan el cielo, donde invisibles son
los rasguños del árbol en la claridad boscosa, donde no ven
moverse felices a las vivarachas alimañas.
Y dónde, dónde la dicha inenarrable
de lo Bello y lo Bueno repetido, como canon,
como lluvia que todos los inviernos nos empapa,
como piel que a intervalos se muda sobre
la misma fe: no cesará la lluvia de la hechicera
que mastica hojas y las escupe sobre el tallo,
y en su aliento creador las envuelve.

 

Hölderlin

Pero ¿quién es ese dios, tus dioses o tu dios?
Por dónde el rastro de su iris:
ese cordel en que colgados
lucen pámpanos y zarcillos de la vid,
las aves que otean minuciosas desde ramas
espectrales en los inviernos crudos,
las plumas de los pájaros que trepan por el viento
y nos dicen adiós, muchachos, hasta nunca,
las pleamares de soberbia, los crecientes abismos
en cuyo fondo saurios hinchados y ventrudos
duermen,
las calles sin salida, las primaveras tan marchitas
como cualquiera de sus pétalos al caer, rendidos.

Dices que no oímos a los dioses porque no sabemos escuchar.
Pero sí oímos a veces al sepulcro que nos llama,
su voz brumosa desde el camposanto solitario,
con las puertas de las tumbas que hacia abajo se abren.

A la intemperie el lecho para el dios ausente.

Quizás su oído, sobre los labios que fueron
del amor, se acerque a respirar su aliento:
humareda de los besos hundidos que se pudren
sin memoria del fuego.

 

Señales (fragmento)

De Orfeo,
dispuesta estoy a subir en sus cantos, entregada,
a convertirme en llama, en humo,
a ascender donde el júbilo se extiende,
¡qué escalera, qué elevada montaña
para lanzarme al aire y rozar esa alegría,
lo bueno y lo bello entreverado!

Subida sobre el tiempo, sobre
sus regalos crueles, sobre aquellos humanos
que pare por entre sus colmillos.
Alamedas del aire, allí donde la lluvia
no alcanza todavía el suelo
con los gritos insomnes de sus llagas.

Donde los relámpagos anuncian
la claridad de un día que vendrá, pese a todos los augurios,
pese a la llamada a la impiedad y a ese animal que nos posee,
a mareas del hambre y de la sed
que trajo el turbio triunfador, sobre las garras
de los suyos aupado.

Pese a la bestia desalmada que corre hacia el crimen
y nombra a Dios, y lo pone por testigo de su embozado
barro, sobre el que Aquel no dirigió su aliento.
Desde siempre, por los siglos, Su Creación envenenada.

María Teresa de Vega
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