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Poemas de Miguel Ángel Araya

lunes 17 de octubre de 2016
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Yo me encontré un día con la Virgen

En el punto exacto donde convergen
Borgoño con Tres Poniente
veo a la Carmela interrogando a pájaros
y drogadictos
sobre el paradero de su Hijo

Atraviesa la calle en zigzagueante
línea recta cuando me reconoce
se aferra a mi brazo como loca
me muestra los últimos estigmas
a falta de mejores fotografías

Como no dejo de ser psicólogo
ni siquiera cuando me olvido
le sugiero se calme
con una voz que más bien se parece
al silencio

La Carmela, por fin, escucha mis ruegos
y me pide la lleve, otra vez, de regreso
a su reino
no sin antes anatematizar por los siglos
de los siglos tanta humana bajeza

En la cuadra número seiscientos
sesenta y seis
de una calle demasiado oscura
para recordar su nombre
balbuce ideas ininteligibles

Yo la ciño del talle translúcido
para que no se desmaye
le ordeno la aureola que se enreda en sus greñas
seco la sangre que rueda por sus mejillas
con una astucia infinita la empujo a vivir

“Usted se parece a mi madre, señora” —le digo—

Y tras un púdico beso me aparto de ella
en el frontispicio de su pocilga
sin que se diera cuenta, por cierto
de que en ese momento yo ni siquiera lloraba
pero tampoco reía, pero tampoco reía.

 

Los poemas de amor también son ridículos

Como las cartas de Álvaro de Campos
los poemas de amor también son ridículos
habría que ser idiota para escribirlos
por eso yo estoy afilando mi verso
por eso obturo mis orejas como Ulises
y me río de los cantos tristes esta noche
la belleza a la que aspiro es otra cosa
por eso yo estoy afilando mi verso
para arrancarme esas ternuras
que me nacen cuando te recuerdo
para no convertirme en estropajo
ni en drogadicto
ni en delincuente
ni en un don nadie
para ser lo que tengo que ser
un poeta
nada más ni nada menos
que no escribe poemas de amor
ni tampoco cartas como Álvaro de Campos
pero que perfectamente, si Dios lo quiere
¡podría escribir tal vez tu epitafio!
oh mi hermana, mi hermosa traicionera.

 

De Quincey se pasea por la avenida Tres Poniente
(recuerdos de un fumador de ilusiones)

Este delirio más real que mi escritura
con nombre y apellido y tiernos senos
este delirio de caderas prominentes y falta de respeto
se llamó Liz por siete años
(siete como los años negros de un espejo roto)

Lo vi correr desnudo a este delirio
entre versos y plegarias ciegas
saltar de rima en rima hasta el centro mismo del misterio
caminar a sus anchas
por los angostos pasillos de mi corazón
y sonreír a diestra y siniestra como si nada importara
a pesar de mi notoria decadencia
de las buenas costumbres
del inapelable dictamen de los Justos

Y ahora, un poco infame antes de tiempo, un niño viejo
le rezo a la mentira para que me ayude a atravesar la calle
juro que hasta las prostitutas se enternecen conmigo
y soy ese sucio adicto a la belleza
que aguarda por su dosis de veneno
para morir un día más sin tener complicaciones.

 

Blues del pordiosero

Amanezco besado por los perros
y me abrazo a las ratas por la noche
yo soy tu asco tu duelo tu reproche
¡soy en verdad un Diógenes moderno!

Soy el hedor el cuco y el ratero
si no te comes la comida niño
si no te comes la comida digo
¡el encierro en mi saco será eterno!

Así me río aunque el dolor me muerda
qué voy a hacer Satanás dímelo tú
¡porque es real y atroz mi desconsuelo!

Y para colmo barren la vereda
qué voy a hacer Satanás dímelo tú
¡no queda ni una colilla en el suelo!

 

Cardiografía

Le duelen las muelas a mi corazón
No tiene zapatillas
Hace una semana que no almuerza
Dos semanas que no duerme
Y un mes que no se afeita

Le duelen las rodillas a mi corazón
Se le acabó el cuaderno
Perdió el último poema que escribió
En una servilleta

No tiene trabajo otra vez mi corazón
No tiene nada que fumar
Y es agosto y los gatos por la noche
No lo dejan leer esa novela

Le duelen las manos a mi corazón
No tiene ganas de pasear en bicicleta
No tiene ganas de barrer la pieza
Ni siquiera le interesa como antes la gimnasia

A mi corazón le duele el corazón
Lo he visto caminar pesadamente
Al inclinarse para atarse los zapatos se marea
Y es frecuente que olvide también su dirección

Le duele todo el esqueleto a mi pobre corazón
Todavía no publica su librito
Todavía no encuentra su cabeza
Y en el baño al mirarse en el espejo
Lo aterra ese amasijo de lágrimas y arrugas

En noches como esta
Más que un perro enamorado de la luna
Como un niño hambriento aúlla mi viejo corazón.

 

Escrito con frío

Habrá que ponerle abrigo a los versos
para cruzar la noche
guantes gorro de lana y bufanda
tendrán que ponerle a los versos
si quieren poema cuando amanezca mañana;
habrá que aprender a coserles las zapatillas
como hacen los presos
para que puedan atravesar la noche tranquilos
habrá que salir a robar a los patios
por si las viejas dejan en los cordeles
los pantalones más gruesos de sus cabros chicos;
habrá que ponerle abrigo a los versos
si quieren poema cuando amanezca mañana
o habrá que gritarle al que escribe ¡levántate y anda!
para que nadie se nos borre de frío.

 

Confesión

Yo quería decirle
que no pasaría hambre
que la casa la construiría
con mis propias manos
y en su respectivo jardín
nuestros hijos serían terriblemente felices
y decirle además que la luna
y el sol y las estrellas
que sí, que sus ojos sus muslos
su corazón su abdomen
que sí, que yo sabía a ciencia cierta
que toda ella en persona
era un Himme á la Beauté
que incluso estaba inventando un diccionario
para decir lo que tenía que decirle
pero pasan los años
y más sabe el poeta por viejo que por diablo
más sabe una dueña de casa que una musa
sí, pasaría hambre a mi lado
deberíamos el arriendo
a estas alturas nuestros hijos
nos habrían abandonado después de traicionarnos
y la belleza se fue como se nos fue la vida
pavorosamente veloz, pavorosamente
que hace frío
que está nublado
y la poesía no sirve para nada, por supuesto.

Gracias a Dios no está conmigo.

 

Qué será de Liz

Escarbo en los basureros de mi memoria
y no puedo dar con tu rostro
dónde andará tu belleza
me pregunto asustado
al cruzar Tres Poniente para siempre vacía
dormirás acaso el sueño feliz de los ingenuos
en esta noche en que para mí se repite
el insomnio y el espanto
supongo que no faltará nunca en tu casa
el almuerzo y la risa
imagino que tu hija continúa creciendo
fea y princesa
como le corresponde a la casta de mi peor enemigo.

 

Paréntesis

Sueño que soy un viejo como en los poemas de Parra
sueño que tengo sueño y me duermo en una cama sin sábanas
sueño con voces a mi alrededor, murmullos, risas
entrecortados comentarios, balbuceos
sueño que soy llevado en andas por una multitud
sueño que alguien me dice que ella estará ahí, en la pequeña ciudad de mi destino
sueño con mis amigos drogándose y bebiendo como en una despedida
sueño con una mujer parecida a mi madre que llora desconsoladamente
sueño con calas y con rosas y otras flores
—junto a la mujer hay un tipo serio como mi padre, lo reconozco por la corbata—
sueño que la misma multitud ahora me deja caer a una especie de sótano
sueño que se ahogan los murmullos
sueño que el sótano tiene una puerta que no me atrevo a cruzar
sueño que soy un niño entonces como en los poemas de nadie
sueño que cruzo la puerta al fin y desaparezco
sueño que estoy despierto soñando frente al cementerio.

 

Poema del amor pobre

Con estos zapatos rotos caminaré por ti
con mis dientes quebrados te sonreiré
con temblorosas torpes y encallecidas
manos de obrero acariciaré tu mejilla
y mi lengua de trapo te dirá linda al oído
y mi chaqueta sucia te entibiará noche y día
estas ojeras de drogo serán la sombra que necesites
y mi barba el alambre de púas
que te separe del enemigo
todo será para ti
largos brazos huesudos para abrazarte como se debe
un corazón apestoso
un seso en tinieblas
ojos grandes de hambriento para mirarte mejor
junto a todo el espanto del alma por cierto

Y para que nadie diga que falta ternura en este poema
te obsequiaré además amor mío
un ramillete de flores canallas.

Miguel Ángel Araya
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