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Pozo ZM-319

jueves 19 de marzo de 2020
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Hay sospechas que no admiten dudas: el pasante y el ingeniero ahora son conscientes de eso. El candor condujo al primero hacia aquella experiencia pavorosa, y la arrogancia al segundo.

En un reventón durante la perforación murieron cinco obreros. Excepto ese trágico detalle, la perforación no tuvo más contratiempos.

Cuando el pasante entró en la compañía petrolera, ésta acababa de promulgar el nuevo proyecto de reactivación de antiguos pozos productores, actualmente abandonados. Todos en la gerencia de producción evadían aplicar el procedimiento al pozo ZM-319, ubicado en Campo Mata, al este de Anaco. Era un pozo antiguo, perforado en 1955, en la época en que la industria petrolera era manejada con eficiencia por compañías trasnacionales.

El espectro de una anciana supuestamente aparecía en las inmediaciones del obsoleto cabezal de producción de ese pozo. Según los empleados más antiguos de la empresa, la historia de la anciana la relataban los ingenieros que inspeccionaron el pozo en la época en que éste producía petróleo. Ellos también contaban que esa anciana ya se manifestaba cuando el pozo comenzó a perforarse. En una ocasión un encuellador, en plena faena arriba en la cabria, la vio y del susto se echó para atrás y cayó al suelo. Los demás obreros entraron en pánico y se bajaron desesperados de la planchada, con mala suerte para uno de ellos que se tropezó y cayó desde esa altura, perdiendo la vida también. Pero nadie en la empresa confirmaba esas historias: eran relatos que todos contaban en tercera persona.

Por ser el único pasante, fue fácil ganarse la designación de ese pozo. No tardó en enterarse de todas las anécdotas. Consiguió despreocuparse cuando investigó el historial del pozo en la gerencia de información de la empresa. Aunque halló escasos datos, pudo saber que en un reventón durante la perforación murieron cinco obreros. Excepto ese trágico detalle, la perforación no tuvo más contratiempos. La información que obtuvo le extrañó mucho, porque era muy distinta a la de los innumerables cuentos que escuchó, pero se calmó porque pensó que, tal vez, ese funesto accidente tejió sobre el pozo una fama de muerte, de sucesos paranormales, esotéricos.

 

Al ingeniero no le importaba la situación del pasante, vio una oportunidad para resaltar y demostrar valentía, y la tomó: se ofreció públicamente a llevarlo a la locación; también se ofreció, mientras lo minimizaba, a orientarlo.

El lugar transmitía quietud, inmovilidad, y cierta luminosidad refulgía. Sólo les incomodaba aquella soledad, aquel silencio, aquella lejanía y el aspecto ruinoso y sombrío de algunas zonas de la locación del pozo. Realizaron la inspección sin inconvenientes, y ya más relajados, el pasante preguntaba aspectos técnicos y el ingeniero contestaba con detalle.

El cubo empezó a adquirir otra forma. Minutos después sabían que era una cruz.

Cuando se disponían a salir de la locación, la camioneta no encendió. Ambos se bajaron para revisar el motor, el ingeniero desconectó y conectó cables. La camioneta encendió, pero al rodar pocos metros se percataron de que un caucho estaba sin aire. Cambiaron el caucho. De nuevo, la camioneta no prendió. Al ingeniero y al pasante ya les costaba ocultar sus nervios. Asustados, no quisieron perder más tiempo, decidieron encenderla empujándola, aprovechando que era sincrónica. El pasante, desesperado, empujaba, pero la camioneta se movía muy poco. De pronto la camioneta comenzó a moverse, parecía liviana, como si varias personas estuvieran empujando también. El ingeniero, sorprendido, en lugar de encenderla, volteó para ver qué sucedía. Se vieron, llenos de pánico, y en ese instante la camioneta se tornó pesada nuevamente y se detuvo.

El pasante bajó la mirada para ocultar su honda preocupación, pero le llamó la atención un detalle: del suelo salía un cubo de metal. Ese trozo plateado los hizo desvariar. Comenzaron a escarbar, y el cubo empezó a adquirir otra forma. Minutos después sabían que era una cruz, pero querían exponer el objeto completo. Después que leyeron aterrorizados el nombre de mujer inscrito sobre la base de cemento, cruzaron, con pavor, sus miradas, y justo en ese instante el pozo comenzó a emitir un pitido intenso, inquietante.

Aníbal Alvarado
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