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Cuatro microrrelatos de Atilano Sevillano

jueves 10 de junio de 2021
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Reencuentro

Lo de anoche no tendría la menor importancia, a no ser porque al dar la vuelta a la manzana de viviendas me topé y, no sé cómo decirlo, me di de bruces con los relojes que marcaban la hora retrasada y el viento emocionado aplaudía en todas las ventanas. Alguien me cogió del brazo. Apenas acerté a balbucir: ¡Ah!, ¿no eres tú…? Y me respondió una voz muy próxima y bastante familiar: ¡Yo soy yo!

Tal vez hubiese yo podido desasirme de él, pero el asombro y el miedo me hicieron dejarme llevar. Es pueril, sí, es sencillamente pueril, pero me resultó inevitable. Cogido del brazo de mi acompañante, al poco tiempo decidí regresar a casa. Mentiría si ocultase que me invadió un sudor frío como aquel de la ya lejana infancia, cuando me topé conmigo mismo.

 

Sorpresa

De la mayoría de los parientes guardo algún recuerdo bastante significativo. Sin embargo el de mi tía Rosana es el que más me ha impresionado. Basta decir que no he podido olvidar aquel sonido de su móvil, y de eso hace ya bastantes años. La estábamos enterrando, cuando un sonido más o menos festivo interrumpió la ceremonia. Enseguida nos dio por pensar que algún amigo de la finada quería despedirse de ella. A nuestro primo Roberto no se le ocurrió otra idea que intentar extraer el teléfono móvil de los bolsillos de la chaqueta de Rosana. El aparato enmudeció enseguida antes de que el arrojado primo lograse la hazaña.

Al rato volvió a sonar el artefacto. Roberto se lanzó sobre él y lo cogió en el primer pitido y se pudo escuchar al otro lado: “Rosana, vida mía, espérame que pronto estaremos juntos”. Al viudo todos lo vimos palidecer. Al abandonar el cementerio nos conjuramos a guardar silencio y que, por supuesto, aquella llamada nunca se había producido.

 

Necrológica

Así rezaba la esquela: D. MIGUEL ROMÁN SALAZAR (Miguel, el Bienplantao) falleció en Fuente Vaqueros (Granada) al mediodía del 15 de abril de 2021 a los 85 años de edad tras sufrir un inesperado atracón con el desayuno. Hijo de “el Tío Agonías” y de “la Tía Zapatones”. D.E.P.

Miguel Román fue padre de seis hijos: Rafael (el Ojoslistos), Antonio (el Mellao), Raimundo (el Espantanubes), Dolores (la Bien-hechita), Eulalia (la Morrines) y Saray (la Chapó). Su mujer, Mariana Cortés Vargas (la Chata), obsesionada con la astrología y reconocida casamentera. Tuvo once nietos y tres bisnietos.

Gran impulsor del negocio de la venta ambulante. Tenía la capacidad de disfrutar de todo y con la sonrisa perenne en la cara. Gran amante del cante jondo y con fama de “jitano vasilón”. Patriarca de su grupo familiar. Católico no practicante, asistía (quién lo iba a decir) todos los miércoles al culto de la Iglesia Evangélica de Filadelfia para escuchar el sermón del pastor, que era su propio hijo Raimundo. Y así dejándose llevar daba rienda suelta a su expresividad mediante los cantos y alabanzas. Y asumiendo la creencia de que el pueblo caló había sido elegido por Dios para su salvación.

Nos toca despedir con nuestros corazones rotos a un gran hombre que promovió el mantenimiento de las formas tradicionales, el profundo sentimiento de pertenencia a la comunidad gitana y defensor del derecho de poseer una religión propia, distinta de la religión de los payos. Tus amigos no nos ponemos de acuerdo a la hora de considerar si era un buen marido y padre ejemplar. Lo que, sin duda, no era muy previsor y no se le ocurrió dejar pagado su funeral, mas desde aquí le enviamos un último mensaje: “Bienplantao, no nos esperes levantao, ya iremos llegando”.

 

El desquite de Dafne

¿Pero qué hecho yo para que este tío de cuerpo apolíneo, entre mojito y caipirinha, intente sobarme el trasero? ¿De verdad se cree alguien especial? Ya estoy harta de que me cante y baile reggaetón con sus machaconas letras, sus proposiciones groseras y probablemente habiendo ingerido algún que otro estupefaciente. Que para eso una es una tía divina y no se deja camelar por cualquier pavo. Me abro, sí, me abro. Hasta las narices estoy de pretendientes perseguidores.

Dados los tiempos que corren, no es que yo busque efebo galante cual si yo fuera Afrodita. ¡Qué paciencia, Dios mío! Tendría que volver de nuevo a nacer y mi blanca piel se tornase bronceada y mi melena de oro se tiñese de brown. Mas yo ya no sería la ninfa Galatea ni Apolo aquel maromo.

Abro las redes sociales y son muchos los followers del vate toledano, a la altura de los mayores influencers. Por favor, que no ose el poeta susurrarme al oído palabras de amor. Pues hace añicos su perfil de fiel enamorado y no deseo sufrir un nuevo desengaño ni encontrar refugio travestida de laurel y tampoco admito okupas en mi corazón.

Atilano Sevillano
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