—¡Llegaron, llegaron! —exclamó asustado Visitante cuando los vio montados en los caballos.
Desmontaron unos hombres de mal aspecto y caminaron por las calles polvorientas del pequeño pueblo Villa. Los tipos miraron las casas de maderas y ladrillos que estaban en el lugar. Visitante, que estaba escondido entre los ramajes, observó a los sujetos. Uno de ellos sacó una pistola y disparó al aire.
—¡Llegaron, llegaron! —gritó Visitante y salió de su escondite.
—¡Atrápalo! —ordenó un tipo que vestía una camisa gris y un pantalón negro; llevaba un sombrero de ala ancha.
El tipo era el líder del grupo. Con él estaban unos doce hombres de apariencia malvada. Llevaban cicatrices en sus rostros y vestían pantalones vaqueros y camisas grises, en sus mangas tenían unas cintas de color negro con el dibujo de una calavera y debajo de la imagen tenía escrito “Los Ovalles”. Visitante corrió bastante para no ser alcanzado; no obstante, un tipo lo capturó con un lazo y fue arrastrado por el suelo. Lo ataron en un poste. Lo vendaron y lo golpearon de forma salvaje. El cabecilla de la comitiva se montó en un caballo y recorrió rápidamente la aldea, porque el sitio era pequeño.
—¡Salgan, salgan! —exclamó en voz alta—. Si no salen explotaré sus pobres viviendas —amenazó el mal hombre.
Desde el poste, Visitante escuchó lo que dijo el sujeto. De pronto, sintió que alguien le quitó las vendas. El moribundo volteó y vio a un tipo robusto que portaba un fusil. Visitante intentó correr, pero fue tirado al piso. El sujeto le puso un pie sobre la espalda y lo apretó fuertemente, y en ese instante Visitante cerró los ojos cuando escuchó unos disparos. Como nadie salió de las humildes viviendas, el cabecilla ordenó a sus secuaces que ingresaran a las casas y sacaran a la gente. Cuando todas las personas estuvieron afuera, se colocaron en forma circular los inicuos. Visitante, que estaba tirado en el piso, se arrastró despacio y se escondió dentro de unas ramas. Desde allí escuchó cuando la gente fue masacrada. Levantó la vista como pudo y vio a los malvados alejarse en los caballos.
Las lágrimas de Visitante se mezclaron con su sangre, que se derramó por el suelo. Él se levantó lentamente y miró el lugar. Le llegó la idea de hacer justicia. Supo que estaría solo, pero estaría dispuesto a luchar contra la nueva organización paramilitar que estaba decapitando a los humildes.
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