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Microficciones reunidas de Ricardo Bugarín

domingo 26 de marzo de 2023
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Despropósito ilustrado

Las garrapatas me atraen por esa minuciosidad de entelequia que demuestran sin temores ni fisuras. Uno las ve ahí, entretenidas de existencia, arrellanadas de entusiasmo, excitadas de identidad y pertenencia, y no se puede creer lo que de ellas dicen los manuales. Ya vendrán tiempos mejores y en un congreso habrán de salvarse todas envergaduras y verdades.

 

Recelo expuesto

El señor del cuadro me hace señas obscenas. Nadie lo ve o, si lo ven, nadie dice nada. Dónde voy a ir con mi reclamo o, al menos, mi comentario. Cómo hacer para peticionar resguardo. Qué hacer con el pudor a esta altura de los acontecimientos. Seguramente harán oído sordo y sobre todo, sobre todo me corro el riesgo de que me cambien la etiqueta y me cuelguen en otra sala, en esas salas de soledad que todo lo acallan. O me envíen a depósito.

 

Como una bomba

En el segundo volumen se aprecia una cierta alteración. No tanto en el frente o el perfil sino, como decía mi comadre, “en ese poco aire familiar que ahora traen los niños”. Mi hermano, víctima de segunda edición, tiene los ojos negros como el azabache y unos pedos con olor a azucenas como nunca se han visto en este pueblo. Ahora resulta que nos enteramos de que no es Gómez. Un error de traducción lo ha apellidado Lautrec Cutillas. Y en la solapa nos anoticiamos que es la versión libre que se autoriza después de la tiránica guerra. Como una bomba nos cae la noticia.

 

Documento

Erculano se quitó la H y se sumergió en el agua. El lago lo recibió con toda su fresca frondosidad de paisaje acuático. Vio lo que se puede ver en esas profundidades y se asombró con lo que es atinado asombrarse en esos niveles de vida. Nadó a destajo. Se sintió un hombre liberado. Hoy se parece a un manojo de naturaleza bogando a la deriva. Ha tomado el camino que va a la desembocadura, donde el desfiladero se va juntando con los glaciares. Lo hemos documentado para mostrártelo. Aquí está, en esta fotografía.

 

Cosas de barrio

El hipopótamo del quinto es antojadizo como él mismo. No se parece a nada con sus caprichos. Ahora hay que andar con cuidado al salir de casa y pasar bajo ese balcón. En cualquier momento es capaz de arrojarnos con su bañera como ya lo hizo el otro día cuando lanzó al niño de la casa atado a un balero. Y ahí quedó la criatura, desprendido de vida, a la intemperie.

 

Los dos lados

Un lado está quieto y el otro zigzaguea en fase erótica. No podemos interpretar si es que al que se nos presenta sosegado le somos indiferentes o, simplemente, está ciego.

Ricardo Bugarín
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