La primera vez que miré al señor Petronio estaba retorciéndose en el piso de un café, gritaba como endemoniado, sólo le faltaba tirar espuma por la boca. Le afectaban los sonidos del viento.
Yo había llegado a esa cafetería acurrucado en mi chaqueta, los pies no me respondían, parecía que caminaba encadenado hacia el infierno. Miré aquel local y decidí entrar. Sostuve la puerta para que no se abriera de par en par y los reproches se hicieron presentes, nadie quería sentir el exterior. Un montón de familias sostenían el humo del café, estaban tan cubiertas que me sería imposible recordar el rostro de alguna persona que no fuera Petronio y su hija.
La gente siguió en su cuchicheo tras mi llegada, eran pequeñas islas indispuestas a conectarse. Un ventarrón azotó algún objeto contra la ventana y el señor Petronio se tiró al piso para suplicar por la vida de todos los presentes. Los bebés que aún estaban en brazos alertaron a sus madres, muchos hombres de buena voluntad saltaron de sus mesas para formar un círculo que tenía a Petronio como centro. Fue necesario destaparle el rostro y que su hija lo calmara con gritos aún más fuertes. Los murmullos recuperaron su terreno finalizado el escándalo.
Era un dieciséis de agosto. Me acerqué chocando los dientes para saber cómo estaba el anciano, sentía culpa por quedarme paralizado en un rinconcito como un mueble vacío del lugar. Nada importante, unos cuantos moretones y la garganta desgarrada. Sus pocos sonidos agradecieron mi preocupación.
Nadie, aparte de los habitantes de ese lugar, cree la historia del señor Petronio.
Tras veinte minutos había entablado buena conversación con el viejo, me nombró varios lugares que antes eran y ahora ya no son, muchos sitios turísticos atractivos para un visitante como yo, y otorgó a mi buena voluntad los nombres de las hijas de sus amigas para que les hiciera buena compañía. Entre tanta charla sin sentido pregunté la razón de sus perturbaciones. Nadie, aparte de los habitantes de ese lugar, cree la historia del señor Petronio.
Él vivía con sus dos padres, comían de vez en cuando una buena porción de carne, por lo regular su única cena eran unas papas con queso salido de la leche recién cortada. Su casa era minúscula, en dos cuartos dormían cinco personas, turnaban el colchón cada semana “para que todos prueben un poco de la buena vida”.
En el agosto de ese año tan lejano Petronio y su padre decidieron construir la cometa más grande jamás vista. Intentar tocar las estrellas en el mes de los vientos es una gran tradición del lugar. Recorrieron la montaña en busca de trozos de sixe que sirvieran para un buen marco, se valieron de varias bolsas de basura y unos cuantos clavos sacados de las paredes. Tardaron días enteros y dieron cuenta que el primer ventarrón ya había sucedido entre golpes de martillo y los regaños de su madre. Decidieron dejar el juguete esperando hasta el día siguiente. Era un sábado.
El domingo, temprano en la mañana, la hija menor de la familia salió a comprar el pan del desayuno, para ese entonces sólo había una panadería en el lugar. Nadie se sorprendió de la fina capa de hielo que cubría las ventanas, pero el intenso helar del ambiente provocó más de una preocupación tan poco intensa que dos ruanas sobre el cuerpo la apaciguaban hasta su mínima expresión.
Los ventarrones levantaban tejas para azotarlas contra las paredes vecinas. Fue necesario quemar los cuadros de la familia y romper uno que otro mueble para armar una fogata, el vapor salía en mayor cantidad de las bocas que de las tazas de bebida recién salida de las brasas. Habían pasado horas eternas. Las ventanas mostraban una realidad difuminada donde no existía siquiera la sombra de la pequeña.
Decidido a emprender una búsqueda, el padre se vistió con cada prenda que encontró en los armarios. Aquel gigante de camisas y faldas abrió la puerta y cada madera que no había sido condenada al fuego crujió de frío. El hombre se perdió entre las líneas que dibujaba la ventisca como si el mismísimo Dios lo hubiera tachado de su fatal escrito.
Petronio contó que su madre, ya difunta para el tiempo en que escuché la historia, intentó rezar un rosario por la vida de su hija y su esposo, sin embargo, la poca movilidad de sus dedos no le permitió llegar siquiera al primer padrenuestro. El rosario de manera fina terminó alimentando el fuego segundos después.
La niña reposaba en sus brazos con las cuerdas vocales paralíticas y las manos cristalizadas sosteniendo dos témpanos que antes habían salido frescos del horno.
Cuarenta minutos pasaron para que tocaran la puerta, ya nadie sabía si era el viento rompehuesos o el calor de la familia. Al abrirla entró el padre con un ojo sellado, sus pestañas se habían juntado por la gran cantidad de lágrimas congeladas, la niña reposaba en sus brazos con las cuerdas vocales paralíticas y las manos cristalizadas sosteniendo dos témpanos que antes habían salido frescos del horno. Según Petronio, de no ser por el calor encerrado de los hornos de la panadería, su hermana hubiera muerto de hipotermia. Tras largos gritos de horror, los llantos de Petronio y sus hermanos quedaron profundamente dormidos delante del fuego, acurrucados solamente por el canto desesperado de la madre que aseguraba con incertidumbre que todo iba a estar bien.
Al día siguiente se mostraba en las calles una larga exhibición de estatuas de hielo: pequeños llorosos detenidos en su agonía, hombres con los huesos retorcidos y damas con las faldas levantadas adornaban cada centímetro de calle. Ningún periódico o reportero rastreó la noticia, para ese entonces el pueblo era un lugar perdido entre las montañas andinas.
Al terminar su relato la sala quedó en silencio, los ojos de los niños más jóvenes triplicaron su tamaño y el café sabía más amargo que de costumbre. Solamente nos arropaba el silbido del ventarrón que cubría los edificios.
Si se pregunta por la cometa más grande del mundo yo la miré cuando pasaba por las calles de la ciudad. Petronio me comentó aquel día tan alejado del anterior que la utiliza cada agosto para jugar con su nieta.
- Vientos de agosto - domingo 17 de septiembre de 2023