El filósofo del rio
Quizás fue Heráclito
El filósofo
Quien lo dijo:
Nadie se baña dos veces
Ni dos veces bebe
En las aguas de un mismo río.
Nadie besa tampoco
La humedecida piel
Sobre la misma
La misma boca
Ni devora el cuerpo
De idéntica mujer
Un mismo día
Los labios
Los cuerpos
Y las aguas andariegas
Son el cauce cambiante
De ese río
En otro río
La espalda de Dios
La oscuridad de esas calles invidentes
Fracasadas de luz
Empuja los pasos a la escalera
Que trepa hasta el abismo
Y sólo vemos la espalda y la Melena
Sangrienta de dios
Como el gesto de sus ángeles
Escoltas.
Nunca vemos el rictus de su rostro
Pero imaginamos
Que avanza lentamente
Sin vernos
Por la escalera del abismo
Hacia la luz.
Dios persigue al hombre
Después de dos botellas de vino
El hombre se encuentra con su sombra
Y escapa de ella en los recovecos
De una calle,
Pero Dios lo persigue
Y le susurra reproches al oído.
¿Dónde podrá ocultarse ese hombre?
Esplendor más allá del sueño
Durmió tres noches con sus lunas al amparo
De una axila sudorosa de naranja verdes
Siempre flotando en un pantano de luciérnagas.
Estrujó su labio con su otro labio
Y le clavó sus dientes como si bebiera
El hilo de agua que brota de la piedra primigenia.
Se crispó en la sombra de su sexo
Y empapó su rostro entre las piernas
Encogidas de ella
Que empezaba a emerger como una emanación
De perfumes vagabundos.
Conoció su gracia desbocada y le acalló
La queja con el viento que bebía
En el hueco de su ombligo
En la liturgia del relámpago y el llanto
Invocando la complicidad de dios
De pájaros inquietos
Aturdido en las hogueras de la cuarta luna
Despertó hacia el calor del mediodía
Con un tropel de mariposas atrapado
Entre las lenguas.
Y cuando escuchó el golpe de alas de unas gaviotas
Chocar contra la luz de la ventana
Se olvidó de Dios
Se contempló dormido
Y huyó con su fiebre y sus fantasmas
Al descubrir que ese sueño
Ya no le pertenecía.
Octubre
Para buscarte
En la perdida dirección de tus pasos
Lavados por la lluvia
Fue necesario seguir los pasos
De tu dios
En su camino de silencios.
Para volver a ti
Sobre las huellas antiguas
Olfateé como un perro
La sombra que a diario te persigue
Para poderte hallar
En la calle desierta de los resucitados
Fue preciso antes
Abandonarte.
Me asusta ese sueño
Me asusta ese sueño.
Otra vez veo un patio adoquinado
Y en el centro exacto
Una casa sin ventanas.
Cuatro perros agoreros
Ladran a la luna
Suspendida de una percha
En la buhardilla ciega,
Las fauces clausuradas
En la mitad del ladrido
Y una red de telarañas
Apretada entre los dientes
Mientras Dios me señala desafiante
Con el índice erecto
De su mano izquierda.
Me asusta.
Del otro lado de la puerta…
Del otro lado de la puerta
Está la noche
Tan antigua como dios y como el sueño de mi infancia.
Antes de penetrar
En el desorden de la alcoba
Toca dos veces la ventana
Y me interroga.
He regresado de nuevo
Con su olor a madera
De trompos astillados,
Con su silueta de tiza
Abandonada en un cielo
De rayuela borrosa,
Con el eco de una ronda
En el patio de recreo,
Con el sermón del viejo a la hora de las despedidas
En la puerta de la casa.
Entre la noche y yo
Hay una trampa mutua
De olvido y de memoria:
Ella me trae de pronto
Un nombre de mujer
Un sueño de escaleras
La fragancia de un durazno
O el eco incesante
De un rosario.
Yo le devuelvo el libro
Que duerme indiferente
Bajo la almohada,
El desamparo de mis pasos
En la alcoba
Y el hechizo trasparente
De un vaso medio lleno
De aguardiente.
La noche y yo
Somos amantes y enemigos
Extraña relación la nuestra.
Calle recordada
En la esquina de mi calle
Hay un café.
Un poste de la luz orinado
Por los perros
Y un vendedor de lotería.
Hay un semáforo parpadeando
En amarillo.
Hay un viejo que duerme
Con un ojo abierto.
En la calle hay nueve casas
Donde habita un eco
De pequeñas cosas.
Hay pedazos de cometas
Enredados en las cuerdas de la luz.
Hay un aire de saxo destemplado
Que turba el silencio en los balcones.
Hay un chirrido de gozne en las ventanas
Y un rumor de escoba en los andenes.
A esa calle volveré algún día
Con un sombrero nuevo,
Una biblia mutilada
Y un libro de poemas bajo el brazo.
Deslizaré una carta y un retrato
Bajo alguna puerta
Y orinaré en la esquina
Contra el poste de la luz
Como los perros.
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