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Lámpara Tiffany en el vertedero, de Fermín Castro
(selección)

miércoles 18 de octubre de 2017
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Ginkgo biloba

Los dados siempre ocultan una cara
las monedas te dan una mínima oportunidad
la ruleta tiene seis balas marcadas
y la aburrida camarera cuenta las veces que ha muerto en una cama fría.

En el póker siempre te salen tréboles negros y sus putas picas
a la gentuza de siempre los arropan con corazones y diamantes
no me quejo
las estrellas se fueron de picnic el día que nací
me lo dijo una gitana en una feria.

Mi árbol preferido es un fósil viviente
cuando muera ya no habrá ninguno más
se habrá extinguido para siempre
guardo sus hojas amarillas con forma de paipay entre las hojas de mis libros de poemas muertos.

 

Boxeo en el cielo

En el cielo, los días buenos,
puede verse una buena pelea
las nubes blancas y las nubes negras
se dan de lo lindo
pasa algo
de cuando en cuando una buena bronca celestial.

Me pidieron que leyera unos poemas
me prometieron que se venderían algunos
me pagarían el bus y unas copas
llegó con su aritmética insana el instante
nadie acudió
llovía a cantaros
allá arriba debían estar en el quinto round
tronaba con fuerza.
Un viejo bebía en silencio frente al periódico
una lesbiana se daba el lote con su chica lesbiana en un rincón
yo me fui hacia el atril y empecé a leer los poemas de agua
el propietario se acercó:
—Se ha cancelado la lectura.
—Me he plantado aquí, estoy calado hasta los huesos
(era verdad) los leeré.
—Haz lo que quieras. Pero no te pagaré.
Los leí, se habían mojado, las letras se habían difuminado
el viejo siguió mirando con ojos vacíos las sucias noticias, las lesbianas a lo suyo
en la atmósfera los tambores de guerra estallaban
improvisé… algunos versos fueron el apocalipsis
era fantástico
estaba componiendo lo mejor de la cosecha
nacían y morían a la nada.

 

Fantasmas

Tengo algunas cosas que decir
el viento lo sabe
en los espejos ellos han aprendido a reconocer las huellas de lo profano
que se aproxima con la rápida lentitud de lo que muere
y vive para siempre de algún modo.
La niña peina una muñeca en la calle
es una imagen del pasado
será, con toda probabilidad, un fantasma.
Un joven da patadas a una pelota deslustrada
una paloma espantada escapa en planeo gris
un viejo lee un periódico con el ceño fruncido, quizás haya leído su obituario
esas cosas pasan
uno se muere y no se da cuenta, nadie se lo ha dicho.

 

La lectora de nueve libros de Henry

Es una bella imagen
una niña (casi una mujer) inclinada sobre un libro
el pelo le cae como cortinilla a un lado
sus ojos alumbran las páginas
está tan concentrada
sus piernas blancas juntitas
la falda se derrama a un costado dejando ver un muslo dulce y perfecto
con una simetría angelical preñada de promesas del paraíso futuro.
Se lleva sus dedos pequeños y blancos a la frente y se aparta con un gesto femenino
el pelo del rostro.
Su falda plisada es azul, su camisa es blanca y apenas se dibujan sus pechos incipientes
al cuello lleva un pañuelo azul. Con la otra mano sujeta el libro.
Ojalá mis poemas logren atraer a una huríe
ojalá mis palabras consigan un lector una llama verde un eco del pasadofuturo una visión del cieloinfierno la curvatura de la elipsis el odio de los vértices, a dios, a ti.

 

Sobre triángulos y baquetas y sexo

Se acerca la hora del ángelus
mi boca en un alarde flashforward
paladea el vino verdedorado
mis dedos buscan el cigarrillo grisazulado
todo lo bueno parece componerse de dualidad pictórica
como el amorodio de nuestra relación
tócala otra vez
y has música celestial
que los cuerpos deben estar bien afinados para hacerlo
los instrumentos predilectos necesitan de
algo más
el violín y su arco
el violonchelo y su arco
el triángulo y su baqueta
es un símil perfecto de nuestro amor.

 

recuerdo amarillo

la vida tiene sus orillas
instantes secuenciales
dinamo de latidos
la vida posee sus secretos diurnos
recuerdas el mar
la mar de una belleza insufrible
rememora aquellos castillos de arena
las murallas de deseos
una ola inquebrantable
abrazaba con su destrucción nuestro mundo
en las islas de la memoria habitamos
los continentes nos retienen a nuestro pesar
una palmera otorga al suelo una sombra perfecta
y la luz amarilla irradia una feliz simetría.

Fermín Castro
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