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Poemas de Miguel Ángel Latouche

lunes 15 de enero de 2018
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Una madrugada

Una madrugada entre los retos de la alquimia
Y las transformaciones te dije:
Cada vez que te profano de caricias y de besos
Lo hago con la intención
De tocarte el alma
Y de apropiarme de los sueños que hemos compartido.
Te busco entre estos rugidos de leones fieros
Que dejan nuestros corazones
Cuando desde la marcha acelerada del amor
Se preparan para entrar en reposo.
Te encuentro en la intimidad que nos resguarda
De los laberintos de esta ciudad
Malvada
Que nos habita y nos devora.
La verdad es que contigo me he olvidado
De las candilejas
Y de los espejismos.
Ya Circe no puede convertirme en cerdo,
Ni las sirenas me hacen caer en tentación.
Ya Poseidón no puede apartarme
Del camino.
Contigo la ruta es clara,
Las brújulas funcionan.
No hay puntos ciegos.
Contigo se inician todos los ritos
Y en ti finalizan
Todas las consagraciones.

 

Ritos

Siembro ritos
En esta noche de tertulia y poesía
Que se devela sobre tu espalda desnuda.
Te encuentro
En nuestras largas conversaciones
Y en los ritos que usamos para embriagarnos la piel.
En ti descubro el milagro de los sueños
Despojados de pudor,
El preludio de una lluvia de pétalos,
El tránsito de las horas deshojadas
Que no pasan cuando estamos juntos.
Me gusta ver cómo te muerdes
Los labios
Para no gritar cuando te siembro
De besos.
Me gusta abrazarme contigo en esta habitación
Para resguardarme de la lluvia
Mientras afuera la ciudad continúa su ritmo
Desenfrenado y peligroso.
Acá estamos los dos
Frente a la ventana
Seguimos en este empeño de contar lunares,
Derrumbar arqueros,
Convocar sátiros
Y conquistar fortalezas amuralladas.
Contigo descifré el mito de la caverna.
Te invito a encender el fuego
Sobre estas sábanas desordenadas
Mientras se confunden nuestros sudores
Y nuestros besos.

 

Leonor

Te traigo flores de despedida
Ya no nos queda ni la mesa,
Ni la estufa, ni la cama caliente.
Es un tiempo de silencios
Y trasmutaciones.
Ya no nos queda ni la risa, ni los parques,
Ni el canto de las aves migratorias.
Recuerdo tu cuerpo mermando
Poco a poco;
Consumiéndose en el festín de los cangrejos carnívoros.
Era como si un hado perverso
Te fuese tragando
En un afán inmisericorde
Por destruir el mundo
Que habíamos construido.
Has alzado vuelo
Fue la única manera que encontraste para escapar
De los devoradores
Que habitan esta ciudad desfigurada.
Espero que allí donde estés
—De cuando en cuando—,
Puedas regalarme una mirada
Luminosa.

 

Confesiones

Confieso que he pecado
Más de lo que era necesario.
Que no estoy dispuesto
A realizar actos de contrición,
Que no creo en los reclinatorios
Ni en los templos;
Que pocas veces he leído
Un catecismo.

Confieso
Que desde hace tiempo
No voy a misas
—Aunque hablo con Dios
Con cierta frecuencia
Y nos entendemos bastante bien.

Tengo problemas con las ofrendas
Y con los rituales
Que nos separan de la palabra
Más llana.
La que nace desde mucho más adentro.

Confieso
Que me he quemado las manos
Tratando de tocar lo prohibido.
Que he caído en la tentación,
Que he roto algunos límites
Y desafiado algunos tabúes
Que me parecían innecesarios.

He quemado mis naves
Buscándome a mí mismo
Sin pensar en convencionalismos.

Soy a fin de cuentas
Solamente un hombre
Y la carne es débil.

Estoy consciente de que
Aquello que puede llegar a perdernos
A veces revela la manera de salvarnos.
Hay días para desbordarnos
Sin pensar en las consecuencias
Para correr riesgos
Sin mirar a los lados,
Sin precauciones excesivas,
Sin previsiones.

Después de todo
Errar es de humanos
Y pecar es divino.

Miguel Ángel Latouche
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