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Los antisonetos

martes 20 de febrero de 2018
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Antisoneto con rima esdrújula

Doblado en mi escondrijo y pálido el crepúsculo,
entre el temblor borroso en alas de un murciélago
y la debilidad por un daño mayúsculo;
hora fatal se apuesta arrastrándome al piélago.

Esta roca tritura mi perfil en partículas,
todo valle y camino lo deforma en obstáculo.
Inevitablemente fractura mis clavículas
este rancio demonio con su tosco pentáculo.

Sin semilla en la granja, sin región en mi cráneo.
Ensordece con grito y jazmín subterráneo.

Si fija con la fíbula lesiona cual mandíbula.

 

El rostro de la muerte

Los gestos de la muerte son hendeduras trágicas
trazadas por la herrumbre de un criterio patético,
es rosa que no existe en fronda hemorrágica;
para muchos mortales es un néctar acético.

Ángel indetenible que fragua su propósito.
Sustento sin censura, franco, casi lunático;
amasa alientos para preservar su depósito
y así reforzar su servicio dogmático.

—Soy cama que no cesa —dice con voz solícita—.
—Dispongo la tragedia en base a norma lícita.
Es un borde de sombra porque nadie le nombra.

 

Quise

Quise buscarte a solas cuando el sol fracasaba
en la tarde de penas y brisa corpulenta.
Quise buscarte a solas detrás de aquellos hombros
abruptos y silvestres que cargaban ladrillos.

Batí brazos y pétalos para así perpetuar
el margen de tu espalda. Y rodó el calendario
sin que me devolviera un grano de tu pecho
o un punto siquiera de tus labios cruzados.

No sucedió en mis manos la primavera enérgica
que alguna vez quedó en formar los hibiscos.

La distancia es cuchillo que rebana los granos.

 

Naranjas

Quiero aquellas naranjas que saben dar al día
el milagro pedido por las bocas urgentes;
esas naranjas prósperas que resbalan orondas,
exentas, soberanas, en el seno del cesto.

Naranjas con firmeza del brazo percudido.
Nombradas por el reino: sustento del hogar,
símbolo de la raza, ingrediente en las dunas.
¡Ay, maldito el asalto que disparan las sienes!

Por esas infracciones la raíz no socava
y la broza no paga la sombra de la tarde.

Que sean las naranjas escudo para ustedes.

 

Olivo

¿Cuánto pesa un olivo o su fruto en verano?
¿Cuántos deseos valen para alzar su estructura?
¿Cuánto brazo es instado para colmar el cesto
con tanto mineral surgido del origen?

Nada es más comparable que la siega avanzada
en el que ramo fértil presenta su caudal
—que estuvo concretándose en la savia recóndita—
a los ojos nativos, agrarios y telúricos.

Que sean los asaltos pesadilla en la cama,
y no se constituya la ofensa del versículo.

Que el olivo resida en su trono silvestre.

 

Indiferencia

Cae lluvia sobre los techos,
el perro de la calle escapa
a cubrirse en el amarillo;
la altura ha quebrado su voz.

El agua poco a poco calla
dejando al paso cicatrices en
calzada y laberintos;
por las brocales: potros líquidos.

El rostro del espacio fue trocado,
el niño tardío llega húmedo
y los baladros alejándose.

Esta es lluvia de las ciudades
corrompiendo las indiferencias
del transeúnte en su contexto.

Luis Enrique Yong
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