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Poemas de El cautivo de blanco

miércoles 16 de mayo de 2018
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Trópicos

Bosques de Níger, abrasados en el horizonte por cuarzos
Estocado y devorado por el Nilo de la Era que resucita mamíferos
Desiertos del África, islas caribes, témpanos de los polos
Son amantes furiosas de ígneos abrazos y ósculos
Se rebelan como Prometeo y se encorozan por el cáliz prohibido
El Mar de las ligias los espera, océano tempestuoso
Vidas del más allá, de Marte y de Neptuno y del Centauro
Aquí el demiurgo cabalga en una cuadriga por el mundo
¡Oh montañas de Anaga! ¡Oh lagos de Finlandia!
El intríngulis del espíritu anhela tu secreto encendido
Sin rubores en la estratósfera, en el humus, en las sales disueltas
Mi lengua dibuja soles en tu dermis enrojecida
Oh Patria, mi amada Tierra, he geminado en cuatro
La Santísima Trinidad con mis heraldos
El neófito es una mujerzuela sacrílega del escribir
Ha delectado con su verbo incluso a Homero
A quien acuchilla la memoria de la reina Proserpina
Miel del Cáucaso, las cubas te sucumben el ánimo
Tu tímpano se regocija con el fragor del Iguazú
Mírate, el laúd te ha encerrado en sus maderas
Del barco que embriagado naufraga por las arenas
Mis sueños son un eterno despertar de lunas
La materia oscura cree en Dios y en la Cruz
En los agujeros negros del Universo y su Apocalipsis
En donde se pierden los ecos de mis pasos
La soledad es eterna, triste asesinar de Cronos
Y la planicie es una superficie crepuscular
De espejos aguachentos y un ojo novelesco
Perdido en alguna página de la Enciclopedia Humana
El arco y la hierba son una cimbra hambrienta
De triste pobreza y encierro cada mañana al anochecer
En el centro de mi canto hay un suspiro verdusco
Y Thánatos juega con ella, la Poesía.

 

He vuelto

He vuelto a la Poesía
Una tarde sin sol, sin amor
Sin pinos ni geranios bienales
Árido y tiritando y asfixiándome
En medio de una hojarasca invernal
He bebido las aguas del Leteo y aun así
Sé que no hice poemas jubilosos ni aun amé
Pensando en el gran himeneo y el cáliz de eucaristía
Esperando la noche fogosa tumbado en una camilla
Sin poder susurrar frases de amor en tus oídos sordos
Ni regresar a los pasos lejanos de la orilla de aquel río verde
Son luengas horas de bigote mal afeitado y heridas en la perilla
Nada de pureza, mas al contrario insomnes lunas y lágrimas turbias
He vuelto a la Poesía en el crepúsculo a la hora de los muertos y de los vivos.

 

La esquina invisible

La luna tiritaba entre los fantasmas del puerto
Y, entre ellas, una dura taberna sombría
Despedía azarosamente un aroma excitante
Y una trémula rosa en la puerta siempre abierta
Se erguía pequeña al costado del estropajo,
Con los pies enterrados en un espejo argénteo
Cuya largueza tenía una oscuridad viva
Quise cortarlas del tallo con mi lengua
Y bebí de su savia prohibida y agnóstica
Me embriagué en sus pétalos con frenesí
Y como una epifanía vislumbré el aleph
Donde los pasos suyos y tiempos lejanos
Eran una imposible libertad con cadenas
Sé que hay una cárcel en su alegría, en su aire
Es, finalmente, una inmóvil y pálida planta
Que da oxígeno a los anaerobios, luz a los ciegos
A los sedientos de ardores y caricias silentes
Yo fui su atribulado jardinero por unos días
Cuando el crepúsculo lidiaba con el arrecife en olas
Ahora, lejos del Océano, sintiendo una brisa gélida
Deseo que la lluvia la purifique sublimemente
Que los insanos la cuiden y no llore por su destino
Que es como el mío, un arduo barco a la deriva.

 

Un lazo en la distancia

Las discordancias de las horas no importaban
No tanto como las azules esperas que cantan
Los bellos idiomas de distancias, paz y nada
Bebiendo de libros, canciones y de la amada.

Imaginábamos algún día ser un árbol enorme
De fuerte tallo, bellas hojas, y una raíz profunda
Encima de una colina adorada por neófitos
Tan felices en su algarabía de doctos auspicios.

Soñaba dos senderos que se enlazaban en sí
En medio de una laguna llena de amantes
Por inmediaciones de un Eiffel amenazante
Cuya sombra nos admiraba con frenesí.

Preferíamos al árbol, uno viejo de copo sabio
En cuyas hojas descubrimos el astrolabio
Que nos guiaría en la jungla del gran saber
Versándonos sobre cómo en esta vida perder.

Nuestras voces apagadas en letras claras
Imitaban escarbando las razones raras
Que de un país a otro por moral variaba
Nosotros teniendo la Verdad cambiaba.

Creo que sólo existe un Dios en el Mundo
Debe estar Aquí o Allende, tan profundo
Mirándonos sin ojos, sin cuerpo, sin tiempo
Como a los ciegos del Gran Laberinto.

 

La noche crece

La oscuridad es la hora en la grieta
Con la paz bañando la mirada
Y no oigo nada, excepto el viento
Que juega con mi mudez cantada.

***

Pero de pronto suena una llamada
¿Quién necesita de mí a estas horas?
Pienso y contesto y veo que es otra vez
La criatura de las noches flamígeras.

***

Sí, soy el mercante de versos
Que juega con el hielo y tu maldad
El que llora por la muerte de unos venados
El profeta mentiroso de la Biblia.

***

Y tú eres la pervertida canción escandalosa
El celentéreo de las aguas con bulimia
Indefensa y hambrienta en tu majestad
Lástima que sólo lees gracias a la estafeta.

***

Quiero ser tú, ojos del mundo
Ser sólo la Lectura Universal
El gran atisbo del Universo y punto
Y no tener que rendir cuentas.

***

Basta de obscenidades, criatura sedienta
Hay muchas cosas por hacer, dijo mi hermano
Tenemos que forjar el gran ruido
Entre el mundanal baile de las piedras.

***

Desespero y grito como un dios
Mi estruendo es de truenos
El ruido de un asteroide
Que lleva mi vida hacia la nada.

Francois Villanueva Paravicino
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