XXXVI Premio Internacional de Poesía FUNDACIÓN LOEWE 2023

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Tres poemas de Víctor Rivera

miércoles 20 de junio de 2018

Nocturno

En la región donde bebe el tigre junto al ciervo,
en el abrevadero de las sales
donde el cazador renuncia a su presa,

escucha el ruido manso de los belfos,
y permite que te tome para sí la piel manchada,

luna de los tigres
y su reinado de salvaje inocencia.

Monta el ciervo que enmarca la noche con sus astas:
no temas perder en su cabalgar el astrolabio, el sextante,
o la brújula coleccionada en un anticuario de Londres.

Encuentra la manera de abrevar con las creaturas,
y sigue el canto del guía primitivo,
el aceite de sus lámparas,
la paloma que en la noche resplandece.

Permite que te tome para sí la piel manchada,
y sé la levedad con que los tigres viajan
en la penumbra de saetas florecidas.
Cazador de los que ya no hay allende a las orillas.

 

Antigua música

Hubo un tiempo
en que reposaste tu cabeza,
como una garza en su plumaje,
escuchando la música de tu propio cuerpo.

Hibernabas sin saberlo
en el refugio de tus órganos,
como un animal que se prepara para vivir,
haciendo lento
el compás de sus latidos.

Escuchabas las réplicas de un mundo subterráneo
que desde el fondo miraba
la humana correspondencia.

Fueron las cuerdas
de ese laúd suspendido
dentro de ti mismo,
lo que te hacía frágil
e invencible,
sensible al más mínimo acento
traído por el aire.

 

El hacedor de sonidos

¿Qué arpa marina
derribó con su música el peñasco
donde tantas naves estrellaron su quilla?

¿Qué instrumento quitó la herrumbre del áncora,
volviendo la nave al trato directo con el mar,
a la sal que hizo fuerte y ligero
el hueso volante del albatros?

¿Qué obrero esculpió la mirada obstinada
en el mascarón que bifurcó lo ultramarino?

¿Qué mano hizo el vientre de la roca,
huevo habitado
prehistórico e inefable?

Desconoció el hacedor la música que inventaban sus manos.
Desconoció el obrero el sol encendido por sus brazos.

Como el ave que ignora quién la escucha
y entrega su canto a la piedad de los hombres,
el hisopo ciego que detuvo
el universo derramado por la herida.

Víctor Rivera
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