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Cinco poemas de Plusvalías

viernes 31 de agosto de 2018
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Plusvalías
Iris Tocuyo Llovera
Poesía
ISBN: 978-1724309303
136 páginas

Nada respira en el jardín
miro los objetos que mueren contigo
deshabitados inertes en el precipicio

Entiendo ahora el concepto exacto
de naturaleza muerta
que pregona el cuadro clavado en la pared
justo al lado del sofá que apaciguaba el encuentro
cuando no importó el tiempo ni el compromiso
conmueve la foto polvorienta
abandonada al descuido
junto al azahar que sembraste cerca de la fuente

El piano
sin el sonido ni el calor de tus manos
vehementes después del invierno

Petrificados jarrones de flores secas
alfombras arrumadas
pendientes del hasta cuándo
la mesa del comedor entorpecida con candelabros
deslustrados con velas a medio camino
asegurando que la imposibilidad
es la memoria
donde jamás te encontré

 


 

De rodillas al filo del acantilado
la lluvia
seca hoja que el viento mueve
sin esparcir aromas ni secretos
seca hoja que la tormenta ancla
en lo profundo de la tierra
seca hoja que el abismo no reclama
ni en reliquias se convierte
esperando una nube
esperando una huella
una brizna un ungüento
que se adhiera a la herida y le procure un camino
seca hoja que nadie mira
que no trituras
para no exhalar el embriagador incienso
que sucumbe en tu sexo
solapado de prejuicios y aventuras

Seca hoja
que reverdece silenciosa entre tus dedos
y se esparce elocuente en el vacío

 


 

Me dicen
que si te recuerdo
y no hay lágrimas en mis ojos
he sanado

Entonces
es el infierno
que no termina
de infligir sus llamas
como una astilla de arrecife
como un pedazo de roca calcinada
en mis órbitas
en mi rostro
en mis pestañas
en todo mi cuerpo convulso
que cae
y estremece el mar
el sol
la lluvia
el universo

 


 

Repito mis pecados día a día
hasta que el padre me advierte
que Dios se ha cansado
que ya no quiere oírme
que Dios le dijo que me buscara un lugar
un rinconcito
para que lo ayude a persignarse
cada mañana
cuando la luz florezca

 


 

Drama del querer parecérsele
y el soliloquio
y otra vez la locura
y el asombro de las palabras sueltas
en las concurridas aceras de una calle injuriada
del voltear la cara
en extraño fruncir de preguntas
de si es verdad que habla sola
que no es ella
que se le parece
que tiene mi voz y mis gestos
que le indican
dónde seguir desnudando el clamor
que la sumerge en la pasión
de tener que contar una vez
tres cinco nueve veinte veces
sin pertenecer
a ningún grano de arena
en esa placidez que lo recorre

Iris Tocuyo Llovera
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