Así el amor
Le invito seriamente:
¡Aire y placer para todos!
Elfriede Jelinek
Monstruo el deseo
convirtiendo al amante en propio verdugo.
Sumisión,
vestimenta plástica sobre el hierro ganado;
la mordida
jugosa,
expectante cicatriz
moreteada al borde de la vergüenza.
Bienvenida la huella hirviendo sobre la carne,
un trozo delirante
engrasando los goznes de las puertas prohibidas,
sus cerraduras.
Valemos lo abyecto,
la perversión,
los nuevos fracasos.
Así el amor.
Ahora
Sangrar la infinitud.
¿Dónde tocamos el pulso del milagro?
Los pobres tienen su propio fuego,
los ricos mendigan abrigo.
No hay misterio en la vigilia,
mas llegado el crepúsculo,
las venas se tornan espesas
pareciendo inocentes.
Ese hueco mudo tiene la respuesta inaugural
y aquellos que ignoran
su cercana defunción
han luchado
el mejor orgasmo esta mañana.
¿Ves más allá del olvido?
Secretos
Todos necesitan
de quien morirse
Hugo Mujica
Cruzar la transparencia: solo,
sin pies.
Besar el cuerpo
antes de cerrar el ataúd.
Urdir la resurrección.
Cubrirse con sedas.
En las cenizas del piano
la sombra mueve los dedos
desvistiendo el mayor de los silencios.
Se presiente, solamente.
Señuelo
El señuelo es la mujer
besada por las olas,
riñe sin pánico por quedarse a ciegas.
Tenue como un hálito
pone los esfuerzos de su cuerpo por delante de otras conquistas.
Hay vida del otro lado del miedo.
Espectros
Livianas sobre ranchos inundados.
En silencio van las ánimas
perdiendo sus costuras
al borde de los espejos.
La casa
Hay quien regresa a su sangre.
Podría estar en cualquier época,
en cualquier cuadro pintado
colgando del muro.
Nada extraordinario habita en esa casa,
apenas podrá recordarse
una ventana acaso,
el rincón de los retratos
o el gato rasgando el sofá,
mientras
en la despensa
sigue la araña tejiendo su red.
Lo inútil
Entregar la forma inaugural del pecado,
su despropósito.
Apurar la caída,
preparar los ungüentos solemnes,
las formas aromáticas.
Conceder permisos a la guerra.
Fundar un lugar en el mundo donde los peces,
al girar,
espejeen sus mensajes al vigía.
Un cuerpo se tiende en la maleza,
abre sus flancos
para obrar en el sudor de la entrega.
Dos turnos le tocan esta tarde
en pleno sol sobre la tierra.
Cada uno corresponde a media ración de alimento
para sus hijos.
Se honra la inutilidad del oficio,
meditando los dobleces de la nada.
Hacerse cómplice
conquistando los lobos del corazón.
¿Existen hombres en el mar?
Deseo
Intentaste robar mi palabra
como el fuego de los dioses.
Pobre,
no sabías.
La palabra
es algo que nadie tiene en la boca,
tampoco en el pecho.
La mía está en el deseo.
Merodeador
No era un hombre.
Eran los hilos antiguos
que se cosían a mi boca.
Llamarán silencio al vacío.
Templo
Traiga la noche
su bondad de búhos
a este oído cansado
de rezos altos.
Tránsito
Ignoró el sabor del estrago,
fundó el espejismo,
la desnudez del fuego.
No quiso perdurar más que un instante de luz
plagiado
en los anillos de la pequeña vela.
La ciudad se le hace hermosa desde el horizonte.
Azar
El carbón enciende las formas espontáneas.
Rosita sangra sus enaguas,
un niño deja las tiras del hambre en remojo,
otra respiración se detiene.
El perro quiebra su pata trasera,
una bala muerde la carne.
¿Vendrá del azar la justicia?
La mano
Se incendia Alejandría,
mi voz se escurre en sus papiros,
salta cada letra sobre la tierra pisada.
Allí va mi lengua largando sus raros vocablos.
La otra lengua se pasea viscosa
por la mano que inició la pira funeraria.
(El poemario Añil fue reconocido en abril de 2019 con el Premio Internacional de Poesía Alfonsina Storni, que otorga anualmente el Grupo Editorial Sial Pigmalión).
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