I
Dejemos que el paisaje
nos hable de las cumbres
que enseñan su belleza
desde ese Leitariegos que, a lo lejos,
parece enseñar nieves silenciosas
que lloran sus tristezas, que susurran
—igual que el Sil, a veces—,
un eco de tristeza
que pinta lienzos bellos en invierno,
que siente las estampas del invierno.
II
Dejemos que los valles
nos hablen, si amanece
—tal vez entre bostezos—,
del aire que nos roza de mañana,
sabiendo del lugar en que las nieves,
—igual que el Sil, a veces— nos recuerdan
que sienten los cordales
un eco de tristeza
que pinta lienzos bellos en invierno,
que siente las estampas del invierno.
III
Dejemos que los llantos
heridos de la lluvia
nos hablen de nosotros,
del suelo que habitaron los castreños
que hubieron de luchar contra esa Roma
que queda en ese tiempo de leyenda,
que sabe en la leyenda
un eco de tristeza
que pinta lienzos bellos en invierno,
que admira las estampas del invierno.
IV
Y, hablando de los castros,
de aquellas piedras viejas
que duermen en el musgo,
de tantos restos hijos de una historia
parida en el dolor de tanto siglo
—los siglos son los padres de la Historia—,
dejemos que nos hable
un eco de tristeza
que pinta lienzos bellos en invierno,
que admira las estampas del invierno.
V
Dejemos que el paisaje,
pues es paisaje bello,
tan nuestro como el alba,
nos hable de los tiempos de las gentes
que viven en las épocas de antaño,
que saben saludarnos desde el tiempo,
que amaron, como el aire,
el eco de tristeza
que pinta lienzos bellos en invierno,
que admira las estampas del invierno.
VI
Y el eco de tristeza
que pinta lienzos bellos,
que admira las estampas,
que sabe del ayer y de los guerreros
que hubieron de enfrentarse al enemigo
allí donde desciende el Sil airado
habrá de confesarnos
la furia y la bravura
de aquellos hombres llenos de coraje,
saliéndole al camino a las legiones.
VII
Un eco de tristeza
que sabe del pasado,
que dice que el pasado
de nuevo es el presente entre nosotros,
de nuevo se hace tiempo entre nosotros,
hirviendo en nuestra sangre, en vuestra sangre,
altiva como todos
aquellos que supieron
perder la vida a tiempo en el combate,
luchando contra aquella vieja Roma.
VIII
Y entonces comprendemos
que somos lo que somos,
si somos la derrota
que supo levantarse de la nada
a costa del dolor de tanto tiempo,
a costa de la herida que sufrimos,
sabiendo que lo dice
un eco de tristeza
que pinta lienzos bellos en invierno,
que admira las estampas del invierno.
IX
Porque hemos renacido
después de la derrota,
astures y leoneses,
valientes contra todo, si hace falta,
luchando contra un mundo que no entiende
el canto del arroyo y los susurros
del agua de los ríos
que corren como el agua
que pinta lienzos bellos en invierno,
que admira las estampas del invierno.
X
Y estamos, tras los siglos,
de nuevo en estas tierras
agrestes, pero bellas,
sabiendo reclamar al aire mismo
la voz de un eco nuestro que es heroico,
que vive en el paisaje y la caliza
que corta cada nube
que corre en ese cielo
que pinta lienzos bellos en invierno,
que admira las estampas del invierno.
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