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Tres poemas para el olvido

viernes 24 de julio de 2020
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Poema de la despedida

Si has de partir, que tu vela sea fuerte
y que tengas siempre vientos propicios
—no hay nudo que amarre al amor cuando se acaba.

Yo me quedaré en las costas, atado a los recuerdos
que detienen mis manos para no tocarte.
Me quedaré deshojando las horas de las despedidas,
intentando reparar cristales rotos,
dándole cuerda a relojes olvidados.

Tu barca ha de partir yéndose lejos,
navegarás segura hacia otros mares
buscarás, quizás, puertos exóticos
y misteriosos; descubrirás nuevas rutas
para transportar especias y mercadear sueños de seda.

Se borrarán tus huellas de mi playa
—suelen ser frágiles los castillos de arena.
Las gaviotas, sin embargo, seguirán cantando tu nombre,
tu risa quedará grabada en las alas negras
de los cormoranes,
tu recuerdo volará lejos junto a los albatros
dejando una estela luminosa.

Yo permaneceré junto a los muros escarpados,
descifrando madrugadas desde mis medias noches,
conteniendo los diques que quieren desbordarse,
alumbrando la oscuridad desde un faro
al final del mundo.

 

Mudanza

Mi ciudad se ha quedado silenciosa y estática,
bajo la luz mortecina de los faroles famélicos
que alumbraron tu partida.

Los fogones se han dormido.

Ya no danza el budare
sobre el fuego que usábamos para incendiarnos
la piel.

Las cuerdas han perdido su vibrato,
Los capachos se han desparramado por este suelo
que ya no te sostiene.

La paraulata no invoca en su canto tus canciones.

Los senderos se han doblado para convertirse
en laberintos incesantes que intentan devorarme
antes que comprenderme.

Mi calle se ha mudado a otro lugar.
Mi casa ha enmudecido
de ausencias. Nuestra historia se ha perdido
entre las soledades que me acompañan.

 

Animal nocturno

Animal nocturno, paso fiero,
fuego convertido en palabra.
He inventado un alfabeto para deletrear
tu nombre.
La voz no me alcanza para llamarte
cuando te respiro.
Sigo tu esencia por caminos
que jamás existieron.
Me muevo sigiloso entre las sombras
—la noche nunca fue más densa.
Transito puertas que se transforman en laberintos,
Descifro los enigmas de las esfinges
Y dejo caer los dados que determinan mi suerte.
Hoy me siento vulnerable, animal herido,
inconcluso. El agua fresca
ya no mitiga la sequía.
Tu recuerdo permanece.

Miguel Ángel Latouche
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