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Poemas de Ricardo Jesús Mejías Hernández

viernes 30 de abril de 2021
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Eternidad

Eterno quiero
que sea lo que hago
con mis dos manos.

Todo tiene fin
para los que no llevan
una fe cierta.

Es mi deseo
que haya algo que nos
espere siempre.

Remar hasta el
principio o final de
mi horizonte.

No hay quien mida
la duración de ciertos
momentos de Dios.

Infinito, no
tener límites, eso
puede ser amor.

Dios y su tiempo,
su red de pescador, su
omnipotencia.

¿Acaso un buen
poeta puede serlo?
¿Perdurar siempre?

Duración que no
tiene principio ni fin:
¿la del poema?

 

Costumbre

Como siempre, hoy,
pondré la misma piel en
el mismo sitio.

Otros seguirán
los propios pasos de los
hechos en serie.

Sembraré días,
cosecharé destiempo,
sobreviviré.

Todos vivimos
como animales de
costumbre: es ley.

Una cosa que
no acostumbro es la
procrastinación.

Mil veces armo
los rompecabezas de
la recta vida.

Bailo conmigo
esta melodía que
se repite hoy.

Remojo el pan,
el poema, ablando
los migajones.

Esta costumbre
de dejar los poemas
indescifrables.

 

Loco

La cárcel o el
manicomio pueden ser
hogar del loco.

Oigo las voces
que salen por hendijas
de mi insomnio.

Condenados son
los cuerdos a seguir en
la realidad.

Otra bandera
se levanta: la de la
imaginación.

 

Fruto

Frente al árbol
hay un fruto que cae
como poema.

Revestido de
silencio porque viene
de una sombra.

Una vez ahí,
procura la luz, el sol,
como palabra.

Todos saben que
es el alimento de
los pobres de Dios.

Orgulloso, el
árbol se enamora
de su cosecha.

 

Niebla

Nubla mi vista
el espiral de humo
de la soledad.

Ignoro dónde
se esconde el éter,
la transparencia.

Es una nube,
una sombra siniestra,
tal vez cortina.

Bienvenida la
compañía que pueda
desvanecerte.

La soledad del
humo del que se fuma
la vida misma.

Anónima es
la silueta que sigue
mi yo maltrecho.

 

Sangre

Sólo un hilo
que sigue por mis venas,
un color vivo.

Algunos pueden
no sentir que hierve y
fingirse de pie.

No la derramo
en la fantasía de
los personajes.

Guardo un poco
para los que procuran
mi heroicidad.

Reconozco en
mi cuerpo su valor de
savia o tinta.

Es la historia
una nube de sangre
que se repite.

 

Suicida

Sólo poetas
se admiten en este
arriesgado club.

Único valor
para ser admitido:
el estar vivo.

Indiferencia
al filo del verbo y
a los peligros.

Con las dos manos,
con el arma de fuego,
con los lápices.

Inocente la
poesía que viene
acompañando.

Duele quedarse,
duele deshojar la flor
hasta el final.

Amemos la sal
sobre las heridas de
irreverencia.

 

Arma

Algunas veces
disparo las palabras
al infinito.

Rey de las armas
que hieren más allá de
lo corpóreo.

Marcho al ritmo
de los soldados de fe,
con agitación.

Antes de partir,
doy un beso a la cruz
y a las flores.

 

Ira

Ir por la vida
con la violencia de los
desposeídos.

Remar al barco
que reza y llora la
sal y herida.

Amar con ira
la permanencia en el
presente mundo.

 

Bala

Basta de quietud,
bienvenida la bala
al paraíso.

Ahora, que se
abre la herida en
tiempo perfecto.

Los días vienen
a ser una suerte de
inequidades.

Ahora, que se
va el jardín a otra
parte sin valor.

Ricardo Jesús Mejías Hernández
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