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Figura de Acapulco

miércoles 13 de julio de 2022
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Inocencia

Sonrisas entre balas.
Abrimos la boca mirando al cielo.
Nos moja la pólvora,
pero tu mano está en la mía.

El viento despeja mi rostro.
Cubres mis ojos contra tu pecho.
Y México es perfecto,
aunque saltemos sobre los cadáveres,
ya sin asombro.

Estallan las palomas,
cada paso más próximas,
la voz de las sirenas que salen todas del mar
para acurrucarnos clandestinas.

Sollozo. Tarareas. Me cobijas.
La lluvia regresa desbordante, nos calcina.
Platónico emblema del amor en los huesos.

 

Líneas

A él le gustaba la amapola.
Me decía que visitaríamos a Blanca,
y yo creía que ella tenía huesos.
Llegábamos. Calle oscura de mala muerte.
Alguien tocaba el cristal, malcarado.
Dinero, grapa. El miedo en mis ojos.
Kafer sonreía para calmarme.
Nunca suspiré la piel de Blanca;
la de Cal, cientos de veces.
Derrapaba llanta, éramos apenas fantasmas
de la escena anterior.
Constantes la mala suerte,
los golpes policiacos, las uñas quemadas,
las aberturas en la carne,
el agua mineral en la nariz.
Él dibujaba líneas de polvo
en nuestro destino arrancado.
Y yo creía que era bueno,
porque acariciaba mi frente,
para hacerme dormir, entretanto,
y que no viera.

 

Niños

Somos globos flotando a la deriva.
Los encapuchados son niños
jugando con un alfiler.

Nos cazan desde la sombra,
numeran los pasos, se ríen con nosotros.

Un día, exhiben la aguja.
Los charcos se expanden
con el resplandor de la pólvora.

El pasamontañas no silencia
la mirada de niños que nunca sonrieron,
que nunca jugaron.

Ahora lo hacen.
Todos jugamos a las escondidas.

Terrorismo. Armamento.
El suspiro de la nieve,
la muerte anunciada.

Nadie se salva.

 

El circo

Los niños juegan a matar,
faramallas de la televisión.
—Los padres aplauden orgullosos
el circo de saltar entre los aros—.
Juegan a vaciar su sombra, a no carecer.
Un día, las cabezas clavadas en cualquier reja.

Nadie sonríe.
Los pequeños dedos manchados,
rostros soberbios. Ingenuos.
Los niños al final no distinguen,
sólo juegan. Se mueren de plomo,
lo escupen “hacia arriba”,
la frente les sangra.
Espectáculo cruel: la vida.

Quién pone el arma.
Quién la dispara.

 

Sin musas

Los enunciados en las papeletas
dicen siempre lo mismo.
Aún las palmas de los hampones están exhaustas.
Ya no hay pasión ni inventiva en los crímenes;
se ejecuta tan orgánicamente
que sobra el sinsentido.

La muerte está aburrida de los mismos pasos.
Yo, de ver cadáveres centrados en el ojo
de un morboso que se asoma
a buscar en las perforaciones de los cuerpos.

¿Nadie más advierte en la pólvora
un gesto de cansancio viejo?
No se sonríe más cuarteando a la vida.
Se mata porque se puede. Debiéramos ir
a limpiar los charcos, resanar las paredes
y construir otro mundo, sembrar las cabezas
para que les crezcan respiros o flores.

Todos estamos cansados, pero no de la matanza
sino del cansancio mismo, hartos de matar
el tiempo coloreando las notas rojas.
Los esbirros se han quedado sin musas.

Alondra Berber
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