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Tres poemas de Beatriz Peñaloza

viernes 2 de septiembre de 2022
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No importa nada

Asisto a la cremación de ellos
y a la tuya.
Es todo lo cremado,
todo desaparece
mientras camino sobre las aguas con tacones,
si me desconcentro no veo nada
quedo suspendida entre la nada
caminando, extrañando tu presencia
esparcida con firmeza.

Todo se derrumba en la despedida:
“te amo, perdona, gracias”
Voces que volvieron todo añicos.

No vale de nada la duda
no vale de nada el interrogante.
Fui entrenada para eyectar al enemigo y sobrevivir a la esclavitud
transito en medio de la incertidumbre de tres palabras,
de la sonrisa, de la firmeza en medio de la muerte,
de nada vale la duda a mitad del puente en medio del abismo,
me quedan los sabores amargos, el vino, el té y la poesía y el arte.

Mientras camino a oscuras
a tientas,
con una espada,
la desentierro con coraje y soledad:
sirvan vino, no importa nada.

 

Agradecimiento público a Frédéric Chopin

Cada nota del piano
resuena en mí:
espiral que conduce a esta casa vacía.

Acaricias las teclas
que golpean las cuerdas de las hebras de mi carne,
y la música sale directamente de mí
y logra explicar toda la galería que gira en mi mente.

Eres tú, mi querido Frédéric.
Agradezco el gesto de elucidar con delicadeza,
con belleza y ritmo,
mis pensamientos.

Unas veces con ritmo suave,
caminando en medio de la noche
con esa brisa persistente y fría
y esos faroles que alumbran a duras penas el sendero.
Otras, con ese torbellino
raudo y violento de tu Estudio Revolucionario
con la estofa de mis entrañas
con magia creas palabras en gotas frente a la incertidumbre,
me hablas,
mi pensamiento fluye
en un paseo por el universo,
entre la brisa del mango y el mamón
y el revoloteo de las palomas
y el cacareo constante de las gallinas
y las noches del gavial
y sus cafés en la mañana siguiente imaginando el futuro:
este futuro roto.

Camino entre la dispersión de todos los vidrios rotos
los de la prehistoria, los de la civilización avanzada de los antiguos astronautas,
los del eterno presente de Octavio Paz,
los de la Crocopizza, los de Venecia, los de París
y todo ese mar de vino tinto,
los de Roma, los de Siena,
los de Zúrich y los de Frankfurt,
los de la Navidad y los cumpleaños,
los semanarios, mesarios, aniversarios,
hacia adelante y ahora a la inversa progresiva
mientras veo en cámara lenta el devenir anunciado
y camino con la certeza de la mano derecha en medio del teclado
mientras mi memoria estalla como la mano izquierda en la misma pieza
soy la mano izquierda y la mano derecha,
soy la polirritmia, soy el silencio frente al computador,
soy cada palabra en gota que digo en medio de este silencio,
en medio de la mutación del tiempo y del camino
en medio de la orina y los esputos
en medio del cuchillo y las protuberancias
en medio de los centímetros y las descripciones detalladas del forense
en medio de la lluvia
forro mi cuerpo en impermeables, abro el paraguas y dibujo el arcoíris
mientras en una frase paralela
me convierto en la bruja del cuento
y la Inquisición me señala y me condena a la hoguera
la solución se presenta disfrazada de café, pero no respondo
entonces el edicto del rey se proclama a gritos en medio del silencio,
todos escuchan,
yo no logro escucharlo, no lo veo, por eso lo espero,
la polirritmia de silencios va creciendo,
sacudo el dominio de Egipto
y el arte muestra el camino fragmentado
ahora los espejos sí muestran mi rostro
he roto los yugos, he destapado los espejos
pero todo está a oscuras, sólo escucho tu estudio revolucionario
soy un cisne blanco que se posa sobre el río

 

Ni tan blanco, ni tan negro

Que no fue tan blanco ni tan negro,
que tuvo matices,
que una cosa llevó a la otra,
que quedé atrapado.
Las luces del piano se encienden al tocarlo
cada nota alumbra el camino
y tu rostro lleno de vacíos,
entre la contorsión del llanto
y tus puños que cierras como un niño,
y un torbellino que se lleva mis casas
se lleva tu cara
se lleva tus nadas.

Yo como un cisne reposo suavemente sobre el río de Zúrich
hace frío, contemplo la neblina mientras tú hablas
el piano se ilumina mientras toco cada nota
cada cuerda está hecha de mi carne,
tú estás hecho de mi carne
te construí desde la nada,
pero el viento te borra
solo queda un montón de polvos y cenizas.

Ese “tú” lleva acento
lo acentúo y permaneces un poco más antes de desvanecerte
estás hecho de dos aguas
de lagrimas de llanto
de lagrimas de risa.
Corrijo: “lágrimas” también lleva acento,
pero igual se desvanece como la lluvia que dibujé aquella tarde
ella me dijo que me dibujara bajo la lluvia,
entonces dibujé mi cuerpo cubierto de impermeables, botas para la lluvia y un paraguas gigante:
¡Asunto resuelto!
Completé el paisaje con un arcoíris.
¡Asunto arreglado!
Todo se desvanece como si la lluvia hubiera caído sobre el dibujo
y sobre ti hasta disolver esas cenizas tuyas,
pero estás allí sentado apretando tus puños como un niño,
tratando de explicarme como si yo fuera tu madre o la maestra.

El piano no deja de alumbrar la oscuridad
que en cada resplandor me muestra ese instante
y todos como si pudiera ver el pasado y el presente juntos
como en una película antigua
como esas sombras que veía al jugar con las velas en las noches en la casa de la abuela:
¡Un monstruo comedías!
Yo me quedo absorta
suspendida entre la paz y el asombro
y me despido de una mitad de mí

Beatriz Peñaloza
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