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Heridas espaciales y mermeladas caseras, de José Pulido
(selección)

lunes 3 de octubre de 2022
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Heridas espaciales y mermeladas caseras
José Pulido
Poesía
Barralibros.editores
Caracas (Venezuela), 2019
ISBN: 978-1704531854
126 páginas

Nada se salva de lo elemental

Viento afiebrado
que las selvas y los hielos refresquen tu talante
no me hagas ir hacia ti, mi peso es polvo

El sol calienta el aire que respiran y que han respirado
los de arriba y los de abajo

el sol convierte las aguas en placenta
hubo una vez de suma catalepsia en que los rayos se volvieron peces y reptiles

Hubo millones de mujeres adoloridas y esperanzadas,
nacidas para dar a luz a multitudes
que respiran

El sol calienta la tierra donde todos los seres se convierten en harina
de huesos, en flujo de piedras, en raíces;
hombres, mujeres, niños, animales veloces y lentos, voladores y
nadadores, corredores y saltarines.
Todos respiraron y dejaron el aire aquí mismo

El sol calienta mis labios y sabe que voy a decir algo y
entonces me pega sus barcos por el pecho
como sacudiendo un paño mojado y me empuja hacia unas indeseadas
lejanías de islas, de azulejos y de rocas
el lavamanos que te asusta con su emboscada en el espejo
el sol, andando afuera,
me lanza el sucio lamparón del humano descuido, de las paredes agrietadas
por el bélico paseo y la muerte de la artesanía
—sólo Dios podría ser albañil en esta calle—
El sol repite un latigazo de nubes y chillidos
inunda con mariposas incendiarias el bosque interminable de las olas
y me hace parpadear

¿Qué es lo que quieres que yo haga?
jamás he podido establecer comunicación con esas heridas espaciales supurando
entre un bostezo nulo, un anuncio optimista y un horizonte indefinido
no sé qué efecto tienen las carreteras sumidas en distancia
y las voces que chocan murmurando en su ámbito de tenis
mis otras cercanías,
donde las cortinas cumplen una función de sicoanálisis

Nunca quise entablar comunicación
con el cielo y el muelle en un solo y compacto momento
la orilla evocando una pescadería
la pudrición de las neveras
el basurero inmóvil, las algas arrumadas que de pronto
retornan
al útero del génesis
esos olores para vomitar
venidos de las profundidades sin estrellas
deben ser como una advertencia

El ángel William Shakespeare interrumpe lo que hace Kafka
y le dice sin muchos miramientos: “Un día desaparecerán todos los
lapiceros y los papeles en blanco y tendrás que escribir en las paredes
de un castillo”

 

Para la hora de rehacer

Tienes que levantar tu casa con huesos de vorágine
esa es la materia prima que han dejado
aunque también podrás reconstruir apelando a las voces
que cantaron, rezaron, describieron

Alójate en gramática
para que retoñen los mejores designios de la escuela
primaria
debemos reponer la luz que nos rodeaba
crear nuevas relaciones de dolor y anestesia
que la sed tenga instintos para fundar el agua

Estaba meditando pareceres
calles del corazón que alguien debía barrer
pensando en cómo hacer para que llueva
se vuelven cáscaras los pequeños insectos que lo invaden
en sus períodos de trasto roto, órgano de querer desafinado

Rumiaba recostado en la pared del corazón
viendo pasar las exageraciones de uso irrepetible
y hubo una imagen del amor cuando estuvo en mi mano
¿te has percatado de que el amor era fresco, irresponsable y tierno,
cosa impulsiva de ángeles?
cuerpo virgen en cuarto de oscuridades viejas

Tienes que levantar tu casa con huesos de suspiros
entendiendo los gustos de miedo originario
que dejan los deseos primerizos

No importa en qué consiste
hazlo barro, hazlo viga
hasta que rehagas el íntimo país

Está bien todo, digo alucinado, para no desplumar
mi poca fe
el caso es que no puedo amanecer
en el amanecer,
no me deja escapar el crucigrama
no puedo salir del corazón
voy más adentro, hacia turbios pasillos, sus sótanos adrede
no encuentro la puerta de la aurora
ni siquiera hay un pálpito

Jesús se ponía de mal carácter cuando dudaban de sus poderes
los demonios se acercaban disfrazados de cerdos
porque no aguantaban la curiosidad y las ganas de rascarse
contra sus piernas sudorosas
después salían despavoridos

 

Perfil de un antiguo lugar

La intrahistoria, esa intimidad con que en mi casa
ponían a Simón Bolívar y Lucho Gatica en la misma pared
cuajada de recortes de figurines con la impronta de Coco Chanel

El único esfuerzo que hacía
era sentarme en una silla a contemplar el azar
los timadores se cuelan por todas las rendijas
las desilusiones chorrean como heridas de árbol
anunciando la dejadez maluca de las dictaduras

había quien tenía, cómo no, su camioneta ranchera de dos tonos
amargo de Angostura en sus veladas
esa clase de gente sin beisbol
ah, me tengo que marchar hacia la tarde
decía mi comadre fastidiada de tangos
sólo bastaba mirar aquel vestido y era pura rumba

yo me comprometía a soñar con unas idas a Caracas
esta voz de cosa ajena, de poesía en peligro y de boleros
esta complexión anatómica de perseguir los muslos que alumbraban

te vas a bailar, empolvado de trasnocho y sucios los zapatos
eres nadie en un autobús que sube como alucinado
olisqueando a esa maja hacia los primeros ranchos disponibles
a veces el cielo queda bajando las escalinatas
las navajas ansiaban degollarte de madrugada y su boca también
¿qué más podía proceder? Y esa es la historia, la intrahistoria
que no sabré contar ni que me paguen
porque es algo que sólo yo amaré

La ciega va llorando por toda la sala desvinculada
de la hora del día
porque le han prohibido en su propia familia
que se acerque al lugar donde hacen los milagros

 

Educación

No podría imaginar si Aristóteles
estudiaba aplicadamente
sólo puedo sospechar
que no hablaba mucho de poesía
porque su maestro detestaba el tema

En la calle la gente cerraba los ojos
deleitándose con la poesía de Homero
—sus héroes disfrutaban matándose, aunque alegaban
que lo hacían por amor—
los pueblos preferían el gancho de la épica
y abandonaban el gusto por la estética
como si fuera la parte quemada de los panes

Aristóteles estudió diecinueve años
para graduarse de Platón
y se convirtió en lector
luego fue profesor de Alejandro Magno
y le habló de Homero con gran énfasis
Alejandro aprendió pronto
y se graduó de conquistador

Se especula que Shakespeare, aparte de su esposa,
también amó a un hombre
Y sacan a relucir
lo que escribió:
“Nadie sabe evitar el cielo que conduce a los hombres
a este infierno”.
En fin: todos amamos a Shakespeare de distintas maneras

 

Mermelada casera

El universo se mueve sobre el tejado
ondeando azules músculos
el huracán del tiempo se abalanza hacia al hueco donde habita
la locura pensada, sintiendo en cada quebranto
los pormenores de la creación

Si no existieran supermercados tendría que salir a cazar
a esas bellezas de venados
y guardar carne seca dentro de mi habitación
y entonces —estoy especulando— necesitaría
sembrar unas cuantas flores en incómodos tiestos dentro de la casa
yo, incapaz de matar y estéril asesino en el sembrar

No es difícil estar en otro pueblo
aunque carezcas de amistades y no hables el idioma
porque te conoces un poco a ti mismo y puedes dialogar con tus pensamientos coterráneos
pero implica una dosis de tristeza no poder saludar a la amiga que pasa a esta hora
en la otrora ciudad desguarnecida, frente a la que fue la puerta de tu casa,
cuyos detalles jamás habrás notado
puede que haya tenido un adorno de bronce, puede que los ojos de la amiga
estuviesen nublados

la mermelada que hacías en el lejano hogar
era, por lo tanto, mermelada casera
la mermelada que estás haciendo ahora
es nuestra casa,
con el dulce sopor de albaricoques yéndose

Un pan mediante y un cuchillo para untar, borraron las malas intuiciones,
las menos acertadas
porque Magallanes, Marco Polo, Vasco da Gama, Francis Drake,
el almirante Nelson y cualquier otro navegante
tuvieron su lado positivo, como los que amabas
en la infancia
cuando Salgari enviaba a Sandokan y a otros bucaneros en busca de emociones
¿Qué están haciendo esos piratas cada vez que llegan a una orilla?
¿Meten o sacan el baúl del tesoro?
No. Están sembrando naranjas según me comentó
el Corsario Negro.

El escorbuto secaba y llagaba los cuerpos en el mar
aun comiendo blancuras de peces bendecidos
y sólo con limones y naranjas pudieron combatir la hedionda muerte
dejar un naranjal en cada puerto era la misión de los marinos

Y heme aquí divagando con una mermelada
una mermelada casera que es como un beso del amor materno
ensayando señales de ternura que ni siquiera doblega el más allá
Sin añoranzas, es simplemente un beso de naranja,
durazno, albaricoque,
en un tarro semejante a otro

Sin embargo, hay momentos en que sorprende saber que por aquí pasó y se detuvo,
en el mismo lugar donde te has detenido
uno de esos personajes
que conoces como si fuera tu familia
William Butler Yeats,
por ejemplo, aunque era un andariego y podía estar diseminado en cualquier parte

Saber que nos hemos parado frente al mismo muelle con el mismo
puente viejo arrumado detrás
me hace olvidar un poco que tengo que hablar en otro idioma

Escribo para darte una idea

No soy un encanto ni tengo un alma transparente que puedas observar
si fuera planeta sería Saturno, nada respirable.

José Pulido

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