Te busco
Tú eres la causa de mis extravíos:
Te busco en los bosques
donde espero que retocemos
tomados de las manos
y descifremos los enigmas de la piel
en medio de este fuego que intenta consumirnos.
El amor es una danza
que nos trasciende y nos libera.
Te busco en los bosques
y te encuentro convertida en savia,
o en ninfa voluptuosa
y febril. Dispuesta a transgredir límites,
caer en la tentación
y encontrar nuestro propio paraíso.
Caminas entre los arboles
desplegada
de sonrisas y tornasoles.
Entonces, en ese preciso momento,
me descubro al filo de mis resurrecciones
y me abandonan mis miedos
y desaparecen los fantasmas
y las esfinges ya no tienen acertijos
con los cuales desafiarme.
Te busco en los bosques
y te encuentro cubierta de néctar,
sudorosa, dispuesta a armar rompecabezas
y conjugarnos de manera interminable.
Y no hacen falta palabras
¡No necesito discursos para reconocerme
en tu piel!
Es sutil el roce de las mariposas que liban tus labios
en el sutil despertar de la primavera.
No necesito palabras para describirte.
Tu presencia lo invade todo,
con la fuerza de los siglos sigilosos
que nos preceden.
Tú coloreas sobre el lienzo de mi alma,
lo llenas de colores y de formas,
produces texturas donde anidan
tus besos,
juegas con las sombras para dejarme
iluminado
entre las gradaciones de tus claroscuros.
Dibujas los paisajes de nuestros encuentros,
rutas que aún no hemos transitado,
enredaderas que trepan por la brevedad
de tu talle voluptuoso.
¡Tú lo dices todo!
y no hacen falta palabras.
Una imagen
Te veo de medialuna.
Vistiendo al menos
una de las paredes
que me habitan
y me contienen.
Vienes coronada
de cintas y de flores.
Me observas silenciosa
Con tu mirada pescas un sueño
y lo sueñas.
Tu cara larga y febril
se despliega sobre el lienzo
y se convierte en cosmos.
Guardo tu imagen desde los tiempos
de tu primera ciudad;
cuando el sol nos incendiaba la piel
y nos conjugábamos en un mismo deseo.
Vienes vestida de azul.
Te reinventas en los ecos de la tierra.
Me ato al rumor primoroso de tu voz
desde hace miles de años.
Estás allí,
¡y no lo estás!
Tu luz
Bajo el tirante de tu vestido
se devela un campo de batalla.
Miro tus ojos inescrutables
y me encuentro con un paraje
que aún no he conocido.
Bajo por tus cabellos
como quien se desliza
por un rayo de luna
en una noche clara.
Te recorro y me encuentro
con tu olor a mandarinas
guiando mis pasos a lo largo
de cada encrucijada.
¡Ya la lámpara no nos hace falta!
Tu luz es suficiente
para vencer la penumbra.
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