
A Ana Beatriz, por entender la importancia de este proyecto y por su paciencia y amor incondicional
A Miranda Victoria, mi hija, amor de mis amores
El presente ensayo corresponde a un trabajo más extenso sobre la novela Plata quemada, del autor argentino Ricardo Piglia. Procuraremos, en la medida que el tiempo lo permita, publicar los otros asuntos tratados en dicha investigación.
El mundo ficcional de Plata quemada
Para Thomas Pavel (1986), un mundo ficcional es aquel que se caracteriza, fundamentalmente, por representar una idea o probabilidad de mundo, que construido a través de las palabras y la imaginación prefigura una realidad que no es ni verdadera ni falsa; por lo tanto, los acontecimientos que en él se presentan poseen cierto tipo de realidad propia; sin embargo, es importante resaltar que los mundos de ficción, aun cuando presentan una realidad unívoca y alternativa, no están necesariamente escindidos de la realidad; es decir, los mundos ficcionales no tienen la intención de proyectar un engaño en su sentido más literal; al contrario, se especializan en dar rienda suelta a una actividad que debe considerarse periférica y que es aprehensible sólo en la medida en que está condicionada por una serie de convenciones que contrarrestan las reglas establecidas por la normalidad.
La novela Plata quemada cuenta la historia de un robo, su planificación, su desarrollo y su desenlace.
En este orden de ideas, podemos afirmar que la novela Plata quemada (2000) encuentra su justificación en el planteamiento precedente, puesto que en ella uno de los fenómenos que con más acuciosidad se han estudiado es el relacionado a la dicotomía realidad y ficción, debido a que es una obra que tiene su referente inmediato en un hecho real: el asalto a un banco perpetrado por una banda de delincuentes que luego de hacerse con el botín huyeron de Argentina a Uruguay y, tras permanecer dos meses escondidos en un apartamento, fueron rodeados por la policía y se batieron en una batalla a muerte que duró dos días y dejó un amplio saldo de muertos.
Desde su sentido explícito, la novela Plata quemada cuenta la historia de un robo, su planificación, su desarrollo y su desenlace y al mismo tiempo, desde su sentido implícito, nos cuenta la historia de todos los elementos que en él incidieron: la historia de un complot, la historia privada de sus perpetradores y, por último, la historia de una época y de un país corrompido; por consiguiente, el mundo ficcional que se describe en la novela es un mundo abyecto donde las fuerzas marginales y amorales de la sociedad reinan de forma campante. En este sentido, afirmamos que la obra está sustentada en las bases del crimen, el robo, la corrupción, la violencia de Estado, la violencia ilegal y la marginalidad:
Son fríos, no tienen piedad, están muertos (pensaba Silva), son como cadáveres vivos y sólo quieren saber a cuántos pueden llevarse con ellos. Son un ejército en miniatura. La adrenalina los ayuda a superar al terror. Están pichicateados, son máquinas de matar. Quieren ver cuál es el límite al que pueden llegar, jamás se van a rendir, quieren hacernos hocicar a nosotros. A ellos no los asusta el peligro, traen la muerte en la sangre, matan inocentes en la calle desde los quince años, hijos de alcohólicos, de sifilíticos, son resentidos, carne de frenopático, delincuentes desesperados más peligrosos que un comando de soldados profesionales, son una manada de lobos acorralados en una casa (Piglia: 2000: 187).
Como podemos vislumbrar, estamos ante una novela que lleva hasta sus últimas consecuencias no sólo la ficcionalización de una época degradada y caótica, sino que al mismo tiempo realiza una profunda reflexión en cuanto a los más complejos asuntos humanos, puesto que en cada uno de sus personajes se inscribe una terrible condición existencial que simboliza la tragedia del individuo moderno, mediante la representación de individuos fracturados espiritualmente, solitarios, desclasados, drogadictos, invertidos, psicópatas y asesinos inclementes que condensan la naturaleza aberrada y deforme del mundo marginal.
Otro elemento fundamental que sustenta la dinámica del mundo ficcional de la novela Plata quemada es el que está ligado al valor del dinero y su apropiación ilícita, ya que es a través de él que se catalizan los demás acontecimientos de la historia. Dicha apropiación ilícita y violenta del dinero ejecutada por los asaltantes y su posterior incineración, desencadena una serie de acciones descabelladas y violentas que presuponen una afrenta contra los valores fundamentales de la sociedad capitalista.
En este sentido, inferimos que existe cierta pulsión en la obra ligada a una profunda reflexión en torno al valor de uso, apropiación y circulación del dinero dentro de la sociedad; en otras palabras, un manejo de la realidad ficcional que podríamos llamar materialista y monetaria, pero no en su sentido pragmático y financiero sino en un sentido más maledicente y pérfido, debido a que el dinero dentro de la obra se proyecta en relación con el delito y el crimen:
Si la plata es lo único que justificaba las muertes y si lo que han hecho, lo han hecho por plata y ahora la queman, quiere decir que no tienen moral, ni motivos, que actúan y matan gratuitamente, por el gusto del mal, por pura maldad, son asesinos de nacimiento, criminales insensibles, inhumanos (Piglia: 2000: 195).
Ahora bien, estamos ante una novela que nos cuenta una historia límite, una historia que podríamos denominar de la pesada, una crónica negra, de tipos duros, desalmados, una historia que si nos detenemos a pensar por un instante es más similar a una pesadilla que a cualquier otra cosa y que sólo podría ser posible en la ficción, pero ocurre que es una historia real que fue ficcionalizada y que a través de un proceso migratorio pasó a formar parte de un mundo inventado y alternativo. Por lo tanto, creemos necesario hacernos una pregunta: ¿cuál es la línea intermedia donde se cruzan la ficción y la verdad en la novela Plata quemada?
Respecto al cuestionamiento realizado, Ricardo Piglia, en su libro Crítica y ficción (2014), esboza un planteamiento que nos puede ayudar a esclarecer dicho asunto:
Me interesa trabajar esa zona indeterminada donde se cruzan la ficción y la verdad. Antes que nada porque no hay un campo propio de la ficción. De hecho, todo se puede ficcionalizar. La ficción trabaja con la creencia y en este sentido conduce a la ideología, a los modelos convencionales de realidad y por supuesto también a las convenciones que hacen verdadero (o ficticio) a un texto. La realidad está tejida de ficciones (p. 10).
De forma sucinta, en las líneas anteriores vislumbramos cómo Piglia traza las líneas que construyen uno de los elementos principales que dan forma a la poética de la novela Plata quemada. Desde su concepción de la literatura los límites entre la realidad y la ficción son imprecisos, ya que no existe un plano único donde la ficción se realice de forma concreta. En este sentido, para Piglia la ficción es un fenómeno que no obedece a un canon preciso; al contrario, es un fenómeno heterogéneo, “un espacio fracturado donde se despliegan distintas voces que son sociales, puesto que la literatura no está en ningún lugar como una esencia, sino como un efecto” (Piglia: 2014:11).
De entrada, sin ningún tipo de ambigüedades, Piglia deja clara la naturaleza fáctica de la misma y su condición de historia marginal y olvidada.
En este orden de ideas, podemos señalar que el efecto de la ficción se genera en la creencia, en cierto pacto intencional e implícito del lector con la obra, debido a que éste decide de forma consciente aceptar los hechos narrados y dicha aceptación revela un rasgo inherente a la institucionalización de los criterios de verdad. Por lo tanto, en el caso de la novela Plata quemada el objetivo no es tratar de auscultar la presencia de lo real en la ficción, sino de indagar sobre la presencia de lo ficticio en la realidad, puesto que es en el plano de la ficción donde los hechos fácticos alcanzan una especie de reorganización y a su vez un orden más profundo y complejo que la realidad misma:
Esta novela cuenta una historia real. Se trata de un caso menor y ya olvidado de la crónica policial que adquirió sin embargo para mí, a medida que investigaba, la luz y el pathos de una leyenda. Los hechos ocurrieron en dos ciudades (Buenos Aires y Montevideo) entre el 27 de septiembre y el 6 de noviembre de 1965. He respetado la continuidad de la acción y (en lo posible) el lenguaje de los protagonistas y los testigos de la historia. No siempre los diálogos o las opiniones transcriptas se corresponden con exactitud al lugar donde se enuncian pero siempre he reconstruido con materiales verdaderos los dichos y las acciones de los personajes. He tratado de tener presente en todo el libro el registro estilístico y “el gesto metafórico” (como lo llamaba Brecht) de los relatos sociales cuyo tema es la violencia ilegal (Piglia: 2000: 221).
La cita anterior obedece al epílogo de la novela. Como se advierte, el autor explica los orígenes de la obra y los motivos que le llevaron a su creación. Es interesante observar que de entrada, sin ningún tipo de ambigüedades, Piglia deja clara la naturaleza fáctica de la misma y su condición de historia marginal y olvidada; por otro lado, enfatiza que el elemento que lo sedujo y lo llevó a interesarse en ella fue su carácter literario y emotivo; es decir, la pulsión novelesca se origina en el carácter telúrico y avasallante de la historia. Por consiguiente, es importante destacar que dicha pulsión de novelar el asalto y la futura tragedia, no sólo tiene su origen en la simple seducción gansteril que generó el acontecimiento, sino en cierta obsesión del autor por rescatar y reordenar un hecho que guardaba cierto secreto más allá de ser un vulgar asalto e historia de matones.
En este sentido, podemos afirmar que el leitmotiv que sostiene el ritmo trepidante de la obra es la intención del autor por desenmarañar, a través de la ficción, la red implícita de corrupción y violencia en la cual se centraba dicho acontecimiento, y al mismo tiempo representar y profundizar sobre la escisión que reflejaban sus perpetradores; es decir, la intención de ficcionalizar dicho hecho, desde nuestra mirada, residió en la búsqueda de la oscura verdad que se albergaba en el corazón de la historia misma y que en el fondo revelaba un carácter monstruoso, trágico y heroico, que sólo era posible develar a través de la ficción.
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