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La poesía de la Generación del 27: el caso de Pedro Salinas

lunes 26 de julio de 2021
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Pedro Salinas
Gracias a su dominio del inglés, el poeta Pedro Salinas pudo impartir en el exilio cursos de literatura española en distintas universidades anglosajonas.
¿Serás amor un largo adiós que no se acaba?

Se entiende por Generación del 27 una pléyade de grandes poetas de España tales como Gerardo Diego, Jorge Guillén, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Vicente Aleixandre y Luis Cernuda, entre otros. El nombre quedó acuñado como tal, según el criterio de los especialistas, en parte porque en su mayoría los poetas mencionados nacen en torno a 1900, estando marcados por una impronta de alguna manera común, configurando un “supuesto” de grupo y actitud, coincidiendo al mismo tiempo con el centenario de Góngora, 1627, lo que generó, en consecuencia, una importante revalorización del poeta barroco.1

La herencia que recibieron de la Generación del 98, dado que son los sucesores de tres de los grandes maestros de la poesía española, en un rango de categoría universal, don Miguel de Unamuno, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, constituye para el grupo un tesoro no sólo poético, sino también cultural de extraordinario valor, adoptando nuevas formas de expresión, si bien manteniéndose dentro de la tradición. La siguiente ponencia analiza La voz a ti debida, de Pedro Salinas.

“Machado les había enseñado a interiorizar las experiencias y guardarlas en la bodega del alma hasta que salían aromatizadas con las esencias de la ‘madre’. Además, había enseñado a castigar el lenguaje, frente a la generosa oferta que de él nos hacían los modernistas, demasiado opulentos de habla para el gusto castellano”. Juan Ramón Jiménez les había enseñado a depurar los sentimientos, penetrándolos en busca de su verdadera hondura. Y lo que les correspondió hacer a los poetas del 27 fue continuar en esa línea para lograr, como dice Jorge Guillén, “la fiel plenitud de las palabras”.2 “Porque el individuo se posee a sí mismo, se conoce, expresando lo que lleva dentro, y esa expresión sólo se cumple por medio del lenguaje… Hablar es comprender, y comprenderse es construirse a sí mismo y construir el mundo”.3

Salinas, de raigambre castellana, nace en Madrid y mira hacia Levante, hacia tierras alicantinas, donde se vincula estrechamente con Miró.

Jorge Guillén, siempre con enorme interés por todo lo concerniente a su íntimo amigo Salinas, ordena su obra poética que se compone de nueve libros, de forma armoniosa, agrupándola en tres etapas: la inicial, de 1923 a 1931, comprende Presagios, Seguro azar, Fábula y signo. La segunda, de 1933 a 1938, constituye un verdadero ciclo, a lo largo del cual desarrolla su poesía más excelsa, La voz a ti debida, Razón de amor y, al final, Largo lamento. En los años 40, El contemplado, Todo más claro y el póstumo, Confianza. Este último no tenía nombre, y se escogió como título general el de uno de los poemas.4

No es fácil hacer un resumen de los primeros libros, cuyos títulos ya son bastante indicativos. Los críticos aplican a su obra distintas denominaciones como “conceptismo interior”, “pasión de absoluto”, “dialéctica entre el ser y el no ser, entre el amor y la nada”. Jorge Guillén sale al paso y afirma: “¿Vida sólo interior? ¿Alma vuelta hacia sí misma? Nunca. La índole espiritual tan evidente de toda la obra no implica ningún ensimismamiento, ni siquiera dentro del ámbito íntimo que se traza a veces el amor. Salinas está siempre en relación de amor o de amistad con las cosas y las gentes, siempre dispuesto a descubrir en ellas su valor, su trascendencia, su sentido”.5

Pedro Salinas (1892-1951), de raigambre castellana, nace en Madrid y mira hacia Levante, hacia tierras alicantinas, donde se vincula estrechamente con Miró, en una entrañable amistad, estableciendo lazos de influencia y admiración.6 Su dominio de idiomas, francés e inglés, le permitirá traducir a Proust, entre otros escritores franceses, así como impartir cursos de literatura española en distintas universidades anglosajonas, entre ellas Cambridge, y más tarde Estados Unidos.

La influencia de Juan Ramón Jiménez es determinante, y será en el tema amoroso donde surgirá con mayor fuerza su voz, preñada de excelencia poética, entroncándose con lo mejor de Garcilaso y Quevedo, de Bécquer y Espronceda, bien ya sea exultante de gozo, tocando techo de eternidad, al saberse correspondido por su amada, o bien desde la intensidad dolorosa de conocer que acaso “¿Serás amor un largo adiós que no se acaba?”.

Katherine Prue Reding nació en Kansas en 1897. Se especializó en Lengua y Literatura Española en la Universidad de Kansas y Berkeley. Más tarde impartirá clases en Richmond, Virginia, y desde 1930 en el Smith College, en Northampton, Massachusetts. En el verano de 1932, con ocasión de una visita de carácter académico de Katherine a España, conoce a Pedro Salinas, en ese momento profesor de los cursos de verano de la Residencia de Estudiantes, cuyo programa era la Generación del 98. En sus propias palabras:7

En el verano de 1932 fui a Madrid a estudiar y a estar con mi amiga y colega, miss Caroline Bourland, jefa del Departamento de Español del Smith College. Ella me aconsejó que me matriculara en la clase de Generación del 98 que Salinas impartía. Lo hice, pero llegué tarde a la primera sesión. La única silla libre estaba al final… Cuando acabó la clase salí corriendo sin hablar con nadie. A la segunda clase no fui, pero poco después miss Bourland se encontró a Salinas… y en medio de la conversación la invitó a cenar. Ella aceptó encantada y entonces él, como quien no quiere la cosa, le dijo que había oído que tenía una amiga alojando en su casa, ¿vendría ella también?… ¡Hay que ver cómo los acontecimientos más maravillosos dependen de las decisiones más triviales! Más tarde descubrí que ni la invitación a miss Bourland ni el preguntar por su invitada fue algo casual. Me había visto en clase. Ya había caído el relámpago y la persecución había comenzado.

Esa noche Pedro estuvo tan chispeante como sólo él podía estarlo… Era una luminosa noche de verano. Después de la cena regresamos a nuestro piso y salimos al balcón a contemplar las estrellas… Yo estaba fascinada. En ese momento la conversación se centró en la clase que Pedro impartía. Cuando le expresé mi arrepentimiento por no haber ido a su clase sobre Unamuno se ofreció a darme los apuntes…

De este modo continuó durante las semanas que estuve allí… Entonces me di cuenta de lo que estaba pasando: me sentía halagada, deslumbrada y cautivada. Así empezó todo… Se fijó en mí en aquella primera clase y eso fue todo: un flechazo:

“Yo no necesito tiempo
para saber cómo eres;
conocerse es el relámpago”.

(La voz a ti debida).

En cuanto a mí, correspondí a Pedro sin ningún remordimiento de conciencia o sentimiento de estar obrando mal. Él había hecho girar círculos de magia a mi alrededor con su don de palabras y visión poética. Yo estaba en otro mundo. Había ocurrido un milagro.

Según Jorge Guillén:8

Era fatal que la poesía de Pedro Salinas culminase en el tema amoroso. Y así fue, y magníficamente. Aquí reside la gran originalidad de nuestro poeta. Después de Espronceda, y Bécquer, después del Canto a Teresa y las Rimas, ¿se ha escrito en España algo más importante que La voz a ti debida y Razón de amor? Henos ante un amor que es todo un mundo independiente y aparte de la realidad ordinaria, aunque este mundo del amor sea a su vez realísimo —si no el más real— y todo quede en él exaltado: la pasión, la ternura, la sensualidad, dirigidas al cuerpo y alma de los amantes, que lo son con ardor permanente… ¿Dónde acontece la gran aventura? En la más solitaria de las islas, en esa soledad que recata siempre a todas las parejas de enamorados. Allí pasa lo que tiene que pasar, y no entenderíamos nuestra cálida historia si la confundiésemos con un amor platónico o místico…

En palabras de Joaquín González Muela,9 el hilo conductor recorre el desarrollo de la pasión, desde sus inicios hasta la despedida:

Ha sido, ocurrió, es verdad.
Fue un día, fue una fecha
Que le marca tiempo al tiempo…

(La voz a ti debida)

El descubrimiento del nuevo amor que surge en su vida transforma su existencia radicalmente. De alguna forma, las experiencias del poeta anteriores al encuentro de la amada se habían perdido en el tiempo. Las cosas habían dejado de existir, habían perdido gusto y significado, y ahora, gracias a Ella, vuelven a tener sentido, el mundo se reviste de nuevas realidades ante el prodigio del enamoramiento que surge en su madurez.

¡Ay, cuántas cosas perdidas
que no se perdieron nunca!
todas las guardabas tú.

(…)

En ti seguían viviendo.
Lo que yo llamaba olvido
eras tú.

(La voz a ti debida)

La relación amorosa continua en forma epistolar, incorporada Katherine de nuevo al Smith College, en Estados Unidos. La esperanza de una vida compartida en el futuro será el sentimiento dominante tras la separación de ambos: “Ever increasing faith in miracles”.10

…Pero ya sabes que me esperas en todas partes, y me despides en todas partes. Me esperas en la luz y en la oscuridad, en el día y en la noche, en la carta y en los pensamientos. Y yo espero que me esperes, alma mía. ¿Me esperarás, vida, me esperarás sin cansarte?11


Qué alegría, vivir
sintiéndose vivido.
Rendirse
a la gran certidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos,
me está viviendo.

(La voz a ti debida)

El curso académico 1934-1935 que pasa en Madrid se produce un quiebre determinante en su relación, debido al intento de suicidio de la esposa del poeta, Margarita Bonmatí, al descubrir la relación amorosa. Katherine decide poner fin a la situación, en medio del complejo contexto histórico del momento, con la guerra civil y el exilio de Salinas a Estados Unidos en 1936.

Debido a las gestiones en buena parte de Jorge Guillén, la colección de cartas nacidas al calor de esta relación amorosa se encuentran desde 1979 en la Houghton Library de la Universidad de Harvard. La negativa de Katherine Whitmore fue en un principio tajante, si bien, después de una paciente persuasión por parte de Guillén, al cual ella apreciaba mucho, decidió acceder, desprendiéndose de algo tan querido como íntimo, cauce de aquel “amor en vilo”: “The manuscripts are ready to go now, but Jorge, it is very hard for me to leave such passionate letters for some scholar to pore over and write about… You know that I have always guarded them jealously, even from you…”.12

Siempre en el sentimiento profundamente arraigado y esperanzado de su amor imbatible por Katherine, el poeta abandona España.

Actualmente, el análisis de la trilogía amorosa a la luz de la correspondencia entre ambos resulta mucho más comprensible dado que en paralelo —a veces las misivas eran diarias, al menos en sus comienzos— caminan juntos, verso y carta, íntimamente ligados.

La atmósfera cerrada del epistolario a veces recrea un ambiente claustrofóbico pero, como dice Enric Bou,13 ese es el sino del amor, la creación de un universo en base a dos, y exclusivamente sólo para dos, con sus reiteraciones, dudas, obsesiones, angustia y dolor por la ausencia, intensidad de sentimientos, cenit de eternidad… Es importante el protagonismo de las misivas dado que “a causa de la distancia que los separa, las cartas se convierten en el espacio virtual en el que se consuma esa pasión”.

Siempre en el sentimiento profundamente arraigado y esperanzado de su amor imbatible por Katherine, el poeta abandona España, primero rumbo a París, y luego se instala en Estados Unidos, afrontando su “destierro” por razones políticas, al menos en un primer momento, “in high spirits”, y acepta el puesto de profesor visitante en el Wellesley College en Boston, y más tarde en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore.

En el curso académico de 1937-1938 Katherine viaja a México en calidad de directora de Estudios Extranjeros de Smith College.

Es curioso observar, en Jorge Guillén y Salinas, dos versiones del amor tan distintas, parafraseando a Antonio Machado, ambos fieles “a la flecha que les asignó Cupido”. El primero con un amor continuo, seguro, feliz, sin sobresaltos, mientras que el segundo gozó la intensidad de un amor felicísimo pero breve, fugaz, “un amor de pareja que el destino tiene separada; un amor fulgurante en estaciones de ferrocarriles y aeropuertos, con muchos hello y good bye”.14

Dadas las circunstancias insuperables para lograr una estabilidad en su relación amorosa, será Katherine quien tome la decisión de contraer matrimonio con Brewer Whitmore. En su carta del 17 de junio de 1938, desde Wellesley, Pedro Salinas con enorme desgarro y extraordinaria generosidad acepta la realidad: “…En suma, como tú dices, yo no puedo ser una solución para tu vida, porque la solución que yo te ofrecí es amor, y nada más, amor en vilo, amor sin matrimonio por ahora. Comprende que mi ruina económica, y la ruina de España, han hecho más imposible que nunca que me separase de mi familia: mi obligación con ella es hoy más severa que nunca…”.15

Al regresar de México a Northampton, en 1939, decide casarse con Brewer Whitmore, profesor de Smith College, adoptando el apellido con el cual se la conoce en ámbitos literarios y académicos. Mantendrá todavía algún contacto fugaz con Salinas, como lo prueban el epistolario y los poemas de Largo lamento, pero la relación ya había terminado mucho antes.16

No quiero que te vayas,
dolor, última forma
de amar. Me estoy sintiendo
vivir cuando me dueles
no en ti, ni aquí, más lejos:
en la tierra, en el año
de donde vienes tú,
en el amor con ella
y todo lo que fue.

(…)

Si tú no me quedaras,
dolor, irrefutable,
yo me lo creería;
pero me quedas tú.
Tu verdad me asegura
que nada fue mentira.
Y mientras yo te sienta,
tú me serás, dolor
la prueba de otra vida
en que no me dolías.
La gran prueba, a lo lejos,
de que existió, que existe,
de que me quiso, sí,
de que aún la estoy queriendo”.

(La voz a ti debida)

España se desangra en una guerra civil, y el universo amoroso del poeta se desmorona, sus ideales se ven traicionados, su desencanto le embarga y una nostalgia feroz le devora:

…He perdido mi casa, muchas cosas que en ella tenía y que me eran muy queridas. He perdido mi carrera y mi posición social en España. Mi pobre fortuna quizá ha desaparecido. Todo eso son el balance, las pérdidas… He podido encontrar una posición profesional decente y que me permite vivir. No soy un desterrado… y si una lluvia de amargura cae sobre mí a ratos, al pensar en las ignominias e infamias que los hombres cometen, otras veces siento lo bella y eterna que es la chispa y la llama de un alma dentro de un ser humano, y que sólo en eso hay un motivo para vivir.17

Pedro y Katherine se vieron por última vez en la primavera de 1951, pocos meses antes de la muerte de Salinas el 4 de diciembre del mismo año:

El final fue triste pero inevitable… Como quiera que fuera, sucedió y fue glorioso en su momento. Acabó sin amargura. El cariño que sentíamos el uno por el otro no podía morir. Él me ayudó en más maneras de las que puedo contar y estoy infinitamente en deuda con él. Y yo ¿qué le aporté yo a él? Fuera un error o no, fui yo quien le dio el ímpetu para crear su mejor poesía en las alegrías y en las penas. Ambos deberíamos estar satisfechos.18

 


 

¿Serás, amor,
un largo adiós que no se acaba?
Vivir, desde el principio, es separarse.
En el primer encuentro
con la luz, con los labios,
el corazón percibe la congoja
de tener que estar ciego y solo un día.
Amor es el retraso milagroso
de su término mismo:
es prolongar el hecho mágico
de que uno y uno sean dos, en contra
de la primer condena de la vida.
Con los besos,
con la pena y el pecho se conquistan,
en afanosas lides, entre gozos
parecidos a juegos,
días, tierras, espacios fabulosos,
a la gran disyunción que está esperando,
hermana de la muerte o muerte misma.
Cada beso perfecto aparta el tiempo,
le echa hacia atrás, ensancha el mundo breve
donde puede besarse todavía.
Ni en el llegar, ni en el hallazgo
tiene el amor su cima:
es en la resistencia a separarse
en donde se le siente,
desnudo, altísimo, temblando.
Y la separación no es el momento
cuando brazos, o voces,
se despiden con señas materiales.
Es de antes, de después.
Si se estrechan las manos, si se abraza,
nunca es para apartarse,
es porque el alma ciegamente siente
que la forma posible de estar juntos
es una despedida larga, clara.
Y que lo más seguro es el adiós.

(Razón de amor)

 

Bibliografía

  • Salinas, Pedro. La voz a ti debida. Razón de amor. Edición: J. González Muela. Editorial Castalia. Madrid, 1969.
    . Poemas escogidos. Edición prologada por Jorge Guillén. Espasa-Calpe Argentina. Buenos Aires, 1953.
    . Cartas a Katherine Whitmore. Edición de Enric Bou. Editorial Austral. Barcelona, 2002.
    . El defensor. Alianza Editorial. Madrid, 1967.
  • Valbuena Prat, Ángel. Historia de la literatura española. Tomo III. Editorial Gustavo Gili. Barcelona, 1958.
Alfredo Fredericksen Neira
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Notas

  1. Valbuena Prat, Ángel. Historia de la literatura española. Editorial Gustavo Gili. Barcelona (España), 1957. Tomo III. Pág. 626.
  2. Salinas, Pedro. La voz a ti debida. Razón de amor. Edición de J. González Muela. Editorial Castalia. Madrid, 1969. Pág. 12.
  3. Salinas, Pedro. El defensor. Alianza Editorial. Madrid, 1967. Pág. 290.
  4. Salinas, Pedro. Ibíd. Pág. 14.
  5. Salinas, Pedro. Ibíd. Pág. 15.
  6. Valbuena Prat, Ángel. Ibíd. Pág. 665.
  7. Salinas, Pedro. Cartas a Katherine Whitmore. Edición Enric Bou. Austral. Barcelona, 2018. Pág. 377 y ss.
  8. Salinas, Pedro. Poemas escogidos. Edición y prólogo de Jorge Guillén. Editorial Espasa Calpe Argentina. Buenos Aires, 1953, Pág. 12 y ss.
  9. Salinas, Pedro. Ibíd. Pág. 16 y ss.
  10. Salinas, Pedro. Ibíd. Carta 39, 22 de noviembre de 1932. Pág. 105.
  11. Salinas, Pedro. Ibíd. Carta 43, 14 de diciembre de 1932. Pág. 110.
  12. Salinas, Pedro. Ibíd. Nota de Enric Bou. En agradecimiento a Claudio Guillén. Pág. 15.
  13. Salinas, Pedro. Ibíd. Prólogo de Enric Bou. Razones de amor. Pág. 27 y ss.
  14. Salinas, Pedro. Ibíd. Introducción de J. González Muela, Pág. 36.
  15. Salinas, Pedro. Ibíd. Carta 131. Pág. 303 y ss.
  16. Salinas, Pedro. Ibíd. Prólogo de Enric Bou. Pág. 14.
  17. Salinas, Pedro. Ibíd. Carta 139, 27 de noviembre de 1938. Pág. 333-334.
  18. Salinas, Pedro. Ibíd. Apéndice. Pág. 384. Houghton Library Harvard University, bms Span 107 (1). Traducción: Concepción Diez de Revenga Ruiz.
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