Concursos literarios
Eventos
Documentos recomendados
Cartelera
Foro de escritores
Ediciones anteriores
Firmas
Postales electrónicas
Cómo publicar en Letralia
Letralia por correo electrónico
Preguntas frecuentes
Cómo contactar con nosotros
Envíenos su opinión
Intercambio de banners


Página principal

Editorial
El libro de Borges. Lanzamos una convocatoria para participar en un libro conmemorativo sobre Jorge Luis Borges.

El corral de los corderos, de Cristina Feijóo
Nuestra editorial electrónica publica un nuevo libro de cuentos.

Escritor letraliano gana concurso
El argentino Bruno Kampel, cuyos trabajos han sido publicados en Letralia, gana concurso en España.

Noticias
Falleció Joaquín Rodrigo. El compositor del Concierto de Aranjuez falleció en Madrid a los 97 años.
Transformarán casa de Tito Salas en taller-museo. La vieja casa donde viviera el pintor venezolano será restaurada por una comisión en la que participan diversos entes gubernamentales.
La Semana Negra observa a Kosovo. La duodécima edición de la Semana Negra reunió en Gijón a escritores y artistas de otras disciplinas en una gran fiesta cultural.
Vargas Llosa recibe el Menéndez Pelayo. El escritor peruano-español exaltó el carácter rebelde de la buena literatura.
Por un pelo. Camilo José Cela no será juzgado por el supuesto plagio de que fue acusado por la escritora Carmen Formoso Lapido.
48 obras. El Salón Aragua, una de las justas artísticas más importantes de Venezuela, admitió 48 obras en su edición de 1999.

Paso de río
Brevísimos y rápidos del río que atraviesa la Tierra de Letras.

Literatura en Internet
Data. Una revista sobre cine, video, cómic y literatura de ciencia ficción, que circula en el Web y en papel.

Artículos y reportajes
¿Invención editorial? Una fábula "de" Rubén Darío. El investigador salvadoreño Carlos Cañas-Dinarte descubre que una fábula atribuida a Darío podría no haber sido de él.
La Real Academia y los medios de comunicación, Millás y su reveladora ficción. La escritora chilena Liza Rosas Bustos comenta el libro Orden alfabético, de Juan José Millás.

Sala de ensayo
Fénix de madrugada (dos preguntas). El chileno Carlos Briones inicia, a partir de un libro de Miguel Arteche, una reflexión sobre el Ave Fénix.

Letras de la
Tierra de Letras

Dos cuentos
Fernando Oviedo
Poemas
Hernán Zamora
Tres textos
Manuel González Navarrete
Mi mano
Luis Daniel Fernández García
Un viernes de loco estar o de loco irse
Ramiro García
Cuatro puntos cardinales
José Abraham Fernando Moscoso Briceño
Solul
Ángel Campos Martín-Mora
Sombreado
Verónica Andrea Manzo
La noticia
Luis Martínez
Dos textos
Anaray Lorenzo Collazo

El buzón de la
Tierra de Letras

El regreso del caracol Factótum. Estados Unidos
Ver, de Lubio Cardozo
Arrabal amargo, de Javier Rey de Sola


Una producción de JGJ Binaria
Cagua, estado Aragua, Venezuela
info@letralia.com
Resolución óptima: 800x600
Todos los derechos reservados. ®1996, 1999

Letralia, Tierra de Letras Edición Nº 74
19 de julio
de 1999
Cagua, Venezuela

Editorial Letralia
Itinerario
Cómo se aprende a escribir
info@letralia.com
La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Artículos y reportajes

Comparte este contenido con tus amigos
La Real Academia y los medios de comunicación, Millás y su reveladora ficción

Liza Rosas Bustos

En su último libro llamado Orden alfabético, Juan José Millás dibuja con palabras el mundo de un púber que gravita entre la oscura realidad de fiebres altísimas, un padre ausente obsesionado con la idea de aprender inglés y un sueño persistente: el mundo alfabético de una enciclopedia que lo lleva por rutas semánticas inimaginables con un orden de cosas original y revelador.

A través de éste, el chico penetra en un espacio onírico paralelo al suyo, pero mejor, donde la palabra impresa cobra vida propia y todos los libros y papeles se vuelan como pájaros por la ventana lejos de los hombres tal como lo hacen las aves esquivas y en busca de un refugio lejos de la gente donde nadie los puede alcanzar. El mundo resultante, donde las escuelas se cancelan porque sin educación ni leyes que puedan condensarse en lengua escrita se convierte en el mejor lugar para el chico, escape ideal de sus fiebres y su fastidiosa realidad ya que ofrece un espectáculo sin obligaciones. Como si esto fuera poco, el resultante caos familiar le otorga la suficiente libertad para establecer lazos con una chica llamada Laura e incursionar en el campo minado de nuevas experiencias como lo es el de la sexualidad. Pero nada demasiado bueno o demasiado malo dura para siempre. La agridulce realidad caótica se vuelve algo incómoda cuando las consonantes y las vocales comienzan a desaparecer una por una, bajo un orden misterioso cuyo criterio no obedece leyes. Atragantada por las palabras que no puede articular, Laura ya no puede ser la misma. Lacerados por la falta de ciertos fonemas en las palabras, la seguridad del hogar se transforma en un espacio hostil. Nostálgico por su mundo real que se presenta a la vez deprimente, el púber se decide a aventurar en algo que en Nueva York podría compararse con la estación central de las palabras: el mundo de la enciclopedia. Pero encuentra en ella un lugar poco familiar regido estrictamente por un orden alfabético que a pesar de ser entretenidísimo para el lector, no le otorga la suficiente tregua a su nostalgia.

La historia, tejida con el ingenio tradicional de Millás, no deja de tener un contenido satírico y hasta podría cobrar carácter visionario para aquellos que asistieron al seminario El impacto de la prensa y el uso de medios audiovisuales en español. El encuentro, auspiciado por el Instituto Cervantes y el Banco de Santander, atrajo a un flujo de académicos escritores y periodistas que desembocaron en el auditorio de la sede del banco en Nueva York para discutir los caprichos y la problemática de su majestad la lengua escrita, su uso y abuso además de su futuro a través de los medios de comunicación. Los cambios se advierten y hasta los miembros de la Real Academia de la Lengua están dispuestos a aceptarlos, eso sí bajo ciertas condiciones y acuerdos y no sin antes exponer bajo cierta crítica escrutadora sus teoremas que arrojan algo de incertidumbre. Con el advenimiento de la informática, el periodista y miembro de la Real Academia de la Lengua Juan Luis Cebrián vaticinó que la lengua oral y el lenguaje de imágenes sobrepasará en popularidad y practicalidad a la lengua escrita tanto como los casetes VHS sobrepasaron a los obsoletos casetes de video del formato Betamax. Cebrián fue optimista, pero advirtió se arrasará con la facultad de raciocinio a través de la conexión libre de conceptos. Algo parecido sucede en el sueño del personaje del relato de Juan José Millás. Al perder ciertas vocales, las cosas pierden su esencia. Palabras como "mesa" o "tenedor" se van extinguiendo y es imposible nombrarlas por lo que el uso del aparato se vuelve un proceso incómodo. Para evitar ingratitudes, la familia del chico se dispone a comer con la mano y a sentarse ya no en la "m..." sino en el sofá, para disfrutar una cena sin los inconvenientes de la ausencia, escena cuyo cambio visiblemente irreversible sugiere algo de desamparo.

Pero salgamos de la ficción y volvamos al seminario que buscaba compartir, combatir y comprometer nuevos preceptos. La prensa escrita extendió el compromiso de aceptar y promover normas de intercambio de más largo alcance entre las naciones transatlánticas, América Latina y los hispanohablantes de Estados Unidos, que ya bordean los 25 millones, para fomentar un sentido de unidad. A pesar de intensas disputas con un público apasionado que demostró con sus comentarios que la lengua trae consigo una bolsa de conexiones de identidad, el eco fue unánime: existe una necesidad imperiosa de crear algo con lo que todos estén de acuerdo. La tarea es ardua y es necesario que no nos andemos por la tangente, difícil será encomendarle a alguien la misión de legislar contra algo tan personal como las palabras. Más difícil va a ser si ciertos anglicismos sirven de un lado del Atlántico más que del otro, si las palabras "comandar" o "chequear" por ejemplo cobran sentido para aquellos que usan dos compendios del habla aunque sean constantemente censuradas por dudosa legalidad semántica. Para nosotros los que vivimos en Estados Unidos y estamos sujetos a los constantes caprichos del cambio de códigos, el aceptar dichas palabras como alternativas a dirigir es un proceso inconsciente pero útil. Para otros resultan ser complicados barbarismos chabacanos con fines políticos y hasta un instrumento para desproveer a nuestros medios de comunicación que sólo tratan de acomodarse a ciertas necesidades de mercado y comodidad, de absoluta autoridad.

Pero la Real Academia de la Lengua es benévola. Ya comienza a advertir que muchas palabras tienen que darle paso a otras nuevas, y se encargará de legalizar aquellas que se han pedido prestadas al idioma inglés o se hayan fabricado según las necesidades. Ojalá el diccionario sea de volumen cargable y tenga además unas cuantas páginas en blanco. Con tanta palabra naciendo y pidiéndose prestada va a ser difícil incluirlas a todas y acusar a aquellos que usan las que no aparecen de ilegalidad. Se agradecen las intenciones del periodista y académico Juan Luis Cebrián que pretende acuñar en su regazo a las guaguas, a los chavales y a los bebitos, a los cibernautas y al naciente idioma informático nacido con el advenimiento de la tecnología estos últimos años, pero si así sucede, tendrá que prescindir de un libro que lo congele todo, tendrá que optarse por algo que se lleve para todos lados como referencia de bolsillo. Pero para eso está su majestad la informática. Después de todo, es la maquinita mágica que facilita el influjo de miles de palabras que se cuelan en el vocabulario cada minuto que uno de estos 400 millones abre la boca y no encuentra palabra para algún invento o necesidad nueva, y se la pide prestada a algún otro idioma que hable o simplemente la fabrica en un arrebato de autoridad. Más que mal, el ordenador o computador es un invento nacido de las necesidades prácticas del hombre de este siglo. Si así sucede, los señores de la Real Academia tendrán que tomarse las tardes registrando las palabras nuevas. Así su vaticinio donde la tecnología invade todo se convertirá en una tangente realidad. Tal como dijo el señor Cebrián, la lengua oral y las baratas imágenes sobrepasarán en popularidad y practicalidad a la lengua escrita en un mundo que dependerá de teclas y aparatos electrónicos. Pero no siempre se puede confiar algo tan sagrado como las palabras a una simple pantalla en la que se posan miles de ojos anónimos para establecer contacto y obtener información. Para qué estamos con cosas, se puede incluso prescindir hasta de la tecnología. Se podría por ejemplo contratar a policías semánticos y gramáticos, espías que denuncien y a través de esto refuercen la norma y además se aseguren de que en la lengua española de dos continentes con diferentes fronteras y desafíos no exista la fabricación ni el empréstito de palabras bastardas. Incluso en el idioma, hay que acabar con la ilegalidad.


       

Indice de esta edición

Letralia, Tierra de Letras, es una producción de JGJ Binaria.
Todos los derechos reservados. ©1996, 1998. Cagua, estado Aragua, Venezuela
Página anterior Próxima página Página principal de Letralia Nuestra dirección de correo electrónico Portada de esta edición Editorial Noticias culturales del ámbito hispanoamericano Literatura en Internet Artículos y reportajes Letras de la Tierra de Letras, nuestra sección de creación El buzón de la Tierra de Letras