Poemas
Manuel González Navarrete
Sacrilegio del cuerpo
Espacio de misterio,
un cuerpo de mujer nos fortalece.
Se adentra, pegajoso como un Dios,
y expía nuestras culpas.
Nadie,
ni Cristo ni sacerdotes
impide el sacrilegio.
Símbolo al fin,
una mujer se torna desmesura,
angustia despiadada por el sexo,
identidad y odio,
salvación,
secreto.
nada,
ni comunión ni rezos,
ni la hostia que en mi lengua desvanece
redimirán la sangre.
Probar su filo
Para Teresa
Impaciente la espada
busca probar su filo.
Se yergue, tiembla un poco,
emprende el vuelo...
Del mar vienen las voces
que maceran mi oído,
ecos que persuaden
la piedra a pinceladas.
Llegan de allá
desaforados cantos,
apremio;
una mano que sujeta,
deseo;
el susurro que crece,
grito;
los afligidos ojos,
deceso.
...rasga el aire decidida,
abre en la carne un tajo
y parte, rectamente,
mi inagotable pecho.
Minucias
Un hombre evade la tristeza...
es muerto.
Otro convoca la sonrisa...
cae fulminado.
¿Qué hacer si la primavera
se hace la desentendida?
Paradoja
Afuera, día gris,
una llovizna interminable.
Aquí, un haz de luz
separa el entrever de cuerpos
y hiere la palidez
de un rostro ensimismado.
En el verano impasible:
una mirada centellea perversa
y enciende el sol
en este vagón del metro.
Matinal
Escucha cómo en la calma
goza la mar
sus arpegios de agua.
Marfil y madera,
sonido de peces
que brillan y saltan.
Mira cómo las manos
de líquido azul
acarician la playa
y siente el vaivén
con que el viento
nos mece y nos canta.
De lo alto,
en rápida escala,
notas de luz se desgajan,
esperan el tiempo
de preñar las olas
—cristales de plata—
y hacer de la canción
una sonata.
Haikús
Lluvia de estrellas,
fulgor que lame la piel,
es la candela.
Canta la brisa,
la mar en calma, leve,
como ceniza.
Despierta niña,
que el colibrí ya agita
las campanitas.