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Víctor Gaviria o de la asfixia al ver La mujer del animal

viernes 2 de junio de 2017
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“La mujer del animal”, película de Víctor Gaviria

La gran noticia es que ha vuelto. Ese mismo sujeto que antes nos puso en el mundo del cine por medio de La vendedora de rosas, o la historia de un ser anodino movido por el punk, Rodrigo D: no futuro, o que nos restregó el narcotráfico desde los excluidos con Sumas y restas y que ha hecho de la vida derruida su centro, como con la crónica El pelaíto que no duró nada, y sus cortos y documentales, ha vuelto. Don Víctor, el cineasta, nos ha puesto frente a los ojos lo que siempre vemos y lo ignoramos, o aquello que es olvidado por la falta de atención, o eso marginal aun siendo prevalente. Sus producciones se han considerado de realidad, una que no se acaba y se multiplica. Pero con su llegada, puso un pie muy en alto: las demás historias nos aturden, nos sofocan, nos generan miedo y rabia. Nos permiten comprender algunas fisuras graves de la sociedad, pero con La mujer del animal lo que obtenemos es una asfixia al borde del colapso y nos sitúa como en una cuerda floja.

Lo de Víctor Gaviria no es tan sólo lo violento de su cine, es también cómo cuenta las historias.

Soportar feminicidios, violaciones, el ultraje de todos los modos hacia la mujer, es, además de traumático, una situación demasiado incómoda. Frente a ese espejo, pasan imágenes que se quedarán en nosotros. Sabiendo además que es una situación que se está repitiendo ahora mismo, que se promueve, que se alimenta desde lo cultural, y que lo peor, se silencia, o poco se hace para combatirlo. Como psicólogo que es don Víctor, sabrá que ha escogido un tema que nos sacude.

El animal es un residuo, un producto de muchas circunstancias, las del propio individuo, desde luego. Al tiempo, vemos una fatídica madre que le permite y agencia, vemos la horrenda pobreza, la violenta desolación, la casi nula reacción de los demás. Por allá, en medio de la exclusión y el borde fronterizo de lo que tiene licencia, se van condenando nuestros ojos, se cometen los crímenes. No hay que forzar mucho el sentido, y las solas imágenes con las que se promueve la película nos aterrizan a esa pista de lo truculento.

Ficha técnica

Año, país, duración: 2016, Colombia, 116 minutos.
Dirección y guion: Víctor Gaviria.
Productor: Daniela Goggel.
Música: Luis Fernando Franco.
Fotografía: Rodrigo Lalinde.
Actores: Natalia Polo, Tito Alexander Gómez, Michelle Madrigal, Dulce M. Jiménez, Karen L. Ricardo, Luisa F. Valderrama, Adriana López.
Género: Años 70 • Drama social • Basado en hechos reales.
Productora: Polo a Tierra, Vigo Producciones.

Víctor Gaviria salió con toda y con todo en esta película. Si le quitáramos el hecho fuerte, es decir, el sometimiento a la mujer y las constantes violaciones, la película es un arsenal de efectos narrativos. Su manera de ser contada nos atrapa, la escasez del contexto es desproporcional con las variantes del relato, que están enriquecidas con escenas, personajes, situaciones, giros, y un manejo de cámara que también nos estrangula. Nos atrapa. Así que lo de Víctor Gaviria no es tan sólo lo violento de su cine, es también cómo cuenta las historias.

Es un animal don Víctor haciendo cine. Ninguna de sus películas puede ser fácil de olvidar, se meten en nosotros como un alguien que nos trasgrede, nos revuelca, nos infringe cargas violentas, hace que estallemos o quedemos sin aire. Ni nos deja parpadear y no tenemos cómo escapar una vez hemos decidido asistir a ver sus películas. Es más, a veces cometemos la insolencia de repetirlas. Y sus historias, ni las inventa, ni son porque él las haya elegido, están ahí, le llegan, lo buscan, y luego las vuelve relatos audiovisuales dobles: una película de ficción y al tiempo un documental.

Como si no bastara con la sola historia, nos documenta de dónde salió, enrostra a los reales (aunque en sus cintas todos lo son), y son más agresivos. Pasa con Yo te tumbo tú me tumbas, un docu anterior o simultáneo con La vendedora de rosas, y ahora lo hace con Buscando el animal, donde de inmediato entendemos que esa realidad de violencia brutal y salvaje contra la mujer no es sólo de un caso, ni de una época pasada, es de ahora mismo, y son muchos, cientos, los testimonios.

John Harold Giraldo Herrera
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