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Tolkien en Compostela

martes 18 de julio de 2023
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J. R. R. Tolkien
Se sabe que Tolkien tenía dos diccionarios gallegos, el de Marcial Valladares y el de Carre Alvarellos, que ahora están con su nombre en la biblioteca de Oxford. Le interesaba Galicia, el final del Camino de Santiago en Europa.

Llevamos cincuenta años sin Tolkien. Siempre tuvo mucha fascinación por Gales y por Galicia. Y por el mundo céltico en general. Él bebió en varias culturas y en varias mitologías, con las cuales refundió la suya propia, pero en el centro estaba la cultura céltica.

Se sabe que tenía dos diccionarios gallegos, el de Marcial Valladares y el de Carre Alvarellos, que ahora están con su nombre en la biblioteca de Oxford. Le interesaba Galicia, el final del Camino de Santiago en Europa. Se dice que Tolkien bebió mucho de los Cuentos de Canterbury, de Chaucer. Y en esa obra se habla varias veces del Camino de Santiago. Pero eso es erudición barata, yo quiero ver el espíritu, el significado.

Tolkien siempre habla de apoteosis en sus obras. Un tipo que parece del montón y mediocre de repente se eleva a las alturas del heroísmo y deslumbra. Frodo y Bilbo, modestísimos personajes del pueblo de los hobbits, acabarán mostrando toda su grandeza oculta. Un campesino del montón se convierte en el Aragorn héroe y líder de pueblos. Y así pasa también en el Pórtico de la Gloria, que es la plasmación de una apoteosis. El mundo entero glorificado y resplandeciente en el fin del mundo después de todas las purificaciones y pruebas. Una serie de personajes ascendidos a su propia gloria destellan en lo alto.

Los personajes de Tolkien están siempre peregrinando; de hecho, Tolkien sólo escribe la historia de una peregrinación.

En Tolkien aparece a menudo la transformación y la transfiguración. Casi todo se transforma continuamente, en un torbellino de raíces célticas, y se convierte en otra cosa. Y los seres se transfiguran sin fin, el escurridizo Gollum, pero también los malvados, y la dama Galadriel. El mago Gandalf se transfigura a menudo y se muestra en todo su esplendor en un mundo lleno de encanto y de vitalidad. Pero el Pórtico de la Gloria precisamente plasma la transfiguración por antonomasia. El apóstol Santiago, con otros dos, es el que en una montaña solitaria ve cómo Cristo se transfigura y muestra su verdadero rostro. Y él también se transfigura. Y es lo que buscan los peregrinos que van de todas partes al Pórtico. Y en el Pórtico campesinos de la zona de Compostela se transfiguran, por el genio de la escultura, en profetas y apóstoles. A pesar de esa restauración estridente y chillona tan discutible, que usa técnicas científicas, cuando no son las técnicas las que captan la atmósfera de una obra de arte.

Los personajes de Tolkien están siempre peregrinando; de hecho, Tolkien sólo escribe la historia de una peregrinación. En El hobbit peregrinan para buscar unos anillos. En El señor de los anillos peregrinan a un volcán para destruir el poder que dan los anillos. Y en ambos se peregrina para captar la grandeza de los tiempos originarios de El Silmarillion. A veces los personajes peregrinan bajo la lluvia, como Frodo, igual que en Galicia. Y en un pasaje dice Tolkien que tal vez la vida es peregrinar bajo la lluvia y la muerte sería limpiar los cristales.

Y los celtas peregrinaban siempre hacia sus finisterres, en la Bretaña francesa, en Gales, en Cornualles. Y en Irlanda hacia Dingle y las islas Blasket con sus monasterios. Eran sus fines del mundo y eran también su plenitud y su nostalgia. La saudade gallega y la nostalgia de los países celtas por el infinito y el país de las hadas. El país de nuestros anhelos, como se titula una obra fascinante de William Butler Yeats.

Pero el Pórtico de la Gloria es el final de una peregrinación, que atraía a personas de todos los confines de Europa. El Pórtico era el final, con su gloria mate y sutil (no estridente y chillona), a no ser que el peregrino quisiera acercarse con saudade al océano. También Tolkien habla con nostalgia de un mundo de plenitud perdida, en unos poemas desgarradamente sugestivos. Tolkien era un gran poeta, igual que el maestro Mateo era un gran escultor.

De modo que Tolkien bebió profunda y sutilmente en fuentes célticas, igual que Robert Graves en La diosa blanca. Y extendió esa atmósfera céltica transmutada al mundo entero, en millones de lectores. Dicen que la Academia Sueca no le concedió el premio Nobel porque no tenía estilo. Como si tuvieran mucho estilo José Echegaray o Winston Churchill. O como si tuviera un gran estilo Bob Dylan, con sus repetitivos estribillos que son letras de canciones pero no llegan a ser poemas. En cambio Tolkien tenía un profundo estilo, que daba un aura mágica y una atmósfera nostálgica a todas sus obras. E incluso escribió poemas ilimitadamente evocadores.

Antonio Costa Gómez
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