
La obra del escritor ecuatoriano Diego Maenza se caracteriza por la búsqueda permanente de temas límite, pero también de mecanismos para llevar su tratamiento de los géneros al límite formal. Esto es bastante evidente en Identidades, un libro bisagra que usa el género del cuento para explorar todas las bifurcaciones posibles entre sus subgéneros e incluso con otros géneros.
Nacido en 1987, Maenza es colaborador de Letralia desde 2016 y ha publicado los libros de cuentos Caricreaturas —con la que en 2017 quedó como primer finalista de los Fondos Concursables del Ministerio de Cultura de Ecuador— y Teoría de la inspiración (2017), el poemario Bestiario americano (2018) y la novela Estructura de la plegaria (2018). Durante 2017 dirigió la revista digital de literatura latinoamericana Libro de Arena.
Además de todo esto, Maenza ha resultado ganador de la reciente convocatoria del Instituto de Fomento de las Artes, Innovación y Creatividad de Ecuador, en la categoría Artes Literarias y Narrativas, con su libro de relatos Engendros, motivo por el cual será publicado a inicios de 2020. Quienes quieran conocer más de su trabajo pueden visitar su página web o seguirlo en su Twitter, @DiegoMaenza.
A propósito de la reciente publicación de Identidades, hemos conversado con él para intentar descubrir quién es Diego Maenza, cómo es su trabajo, cuáles son sus lecturas.
Lee también en Letralia: Identidades, el libro en el que Diego Maenza demuestra que puede reinventarse una y otra vez.
Para nosotros, decir que usted es un autor multifacético es un tanto aburrido. El empeño y la destreza que tiene al momento de dominar diferentes géneros hace que lo miremos como un autor más bien arriesgado, que busca hacer algo distinto a lo que comúnmente puede hallarse en otro lugar. Sin embargo, ¿cómo se define usted mismo? ¿Cuál es su propósito como autor?
Es una pregunta muy amplia y que se podría abordar desde diferentes lados. Quizá lo que intente sea escapar a las definiciones, eludir los estereotipos, no permanecer estático, reinventarme en cada nueva propuesta, patentar apuestas nuevas, aunque existe un largo y complejo camino entre proponérselo y lograrlo. Por otro lado, los propósitos son variables, y dependen mucho de los contextos a los que me enfrente como escritor. No me gusta confesarme en mi literatura. Detesto la literatura de la confesión. Trato de optar por una escritura despojada lo más que puedo de mis vivencias personales. Nada de lo que escribo está basado en mi vida. Quizá este distanciamiento me permite acercarme con una mirada mucho más objetiva a los temas que deseo afrontar. Cada uno de mis libros ha estado impulsado por ciertos parámetros que se requerían específicamente para su construcción, atormentados por determinados demonios que impusieron sus normas estéticas y temáticas, o que se negaron a navegar por otras rutas que hubiesen desembocado en el mismo lugar, pero quizá de manera menos escabrosa. Los demonios o musas saben hacerlo estrellar a uno contra bancos de arena o cayos rocosos, e incluso contra hermosas barreras de corales, porque comprenden que los afluentes conflictivos son los caminos más satisfactorios para la escritura. He trabajado cada libro bajo premisas y necesidades diferentes. No obstante, siempre he tratado de conservar una visión de conjunto de la obra que deseo formar a largo plazo. En este contexto, Identidades pasa como un punto de inflexión. Creo que funciona a manera de catalizador entre lo que fue y lo que vendrá. Quizá lo que busque sea lo que a veces deseamos muy en el fondo (en algunas ocasiones sin estar consciente del todo) los autores con compromiso (compromiso hacia nuestra propia obra, no se entienda fuera de esto): escribir algo que permanezca, que perdure más allá incluso de nuestras propias expectativas.

Sobre Identidades, háblenos del proceso creativo de este libro: cuándo comenzó a trabajar en él, cuál es el objetivo que, como autor, le ha asignado a este nuevo libro dentro de su trayectoria creativa.
Identidades se formó de una manera interesante. Son cuentos que he venido trabajando desde la juventud y que han adquirido la madurez necesaria para formar un todo. Cada relato se encuentra planteado en un género literario diferente. En el libro se puede encontrar tanto un relato erótico como uno filosófico, uno policial o uno de ciencia ficción, fantástico e histórico, terrorífico, de horror, satírico… microrrelatos. En fin. Pero el asunto de los géneros no pasa únicamente por la definición prevista y más obvia, sino que trata de explorar todas las acepciones del concepto. De esta forma, se juega dentro de la narrativa con el ensayo, el escrito teatral, el aforismo, y otras maneras de hacer escritura. También he aprovechado la ductilidad de la temática general para conducirlo por la representación literaria de los conflictos de género entendidos en el campo de la identificación sexual. Como se podrá notar, he tratado de adherirme a estas ventajas de la elasticidad del concepto para plantear una propuesta novedosa de lectura. En vista de lo dicho, en principio pensé en titular la obra como Géneros, pero comprendí que la palabra identidades captaba de mejor manera las intenciones que le he atribuido al libro. Es una propuesta que aglutina muchas significaciones y considero que Identidades marca un rumbo muy saludable para mi literatura.
¿Existe la posibilidad de que Identidades tenga una segunda entrega?
Entiendo la pregunta en el sentido de que si continuaré trabajando en la línea y pulso que ha marcado Identidades. Puede que sí, pero no será ninguna continuación, ni nada por el estilo. Creo que la premisa es mantener la originalidad y no desgastarla. El objetivo es no repetirse. Continuar evolucionando. No obstante, Identidades no marca un punto de llegada, más bien fija un punto de partida, y viéndolo en este sentido mi objetivo a corto plazo será trabajar ya no con la presentación de géneros, sino con su fusión. Veremos qué sale de todo esto.

Háblenos, también, de su novela Estructura de la plegaria. Si hay algo que notamos es su interés en escribir sobre temas fuertes; en el caso de esta novela, se trata de una historia que toca la pederastia y el aborto en un contexto católico. ¿Cómo fue el desarrollo de esta novela?
Estructura de la plegaria tuvo una gestación muy prolongada. Fueron alrededor de ocho años los que dediqué a trabajarla. Es la historia de un sacerdote que convive con un muchacho y lucha contra sus instintos, y de una monja que inexplicablemente ha quedado en estado de gestación. No obstante, si escribirla fue un proceso complejo y duro (al tener que asumir ciertas voces dentro de la trama), la batalla por la publicación resultó más ardua. Fue de cierto modo mi enfrentamiento a la búsqueda de editores y aprendí mucho en el camino. Y como autor padecí el choque contra el mundillo editorial, donde los escritores encontramos de todo, desde el silencio indolente de las editoriales que no toman mínimamente en cuenta a los autores noveles al punto del desprecio, hasta las respuestas más conservadoras, agresivas y absurdas, que amenazaban con el hecho de que una novela como la mía jamás vería la luz.
La novela ha tenido una salida modesta, pero me siento satisfecho con su existencia, y ha mantenido lecturas variadas. Allegados que accedieron a la obra con la intención de hallar en ella denuncias y condenas, y luego la sintieron “tibia” en cuanto a enfrentamiento con la religión; y también hubo del otro bando, personas que se acercaron a la novela pensando que hallarían paliativos espirituales y chocaron con realidades que no pudieron soportar. Dicho así, los teístas la consideran demasiado blasfema y los escépticos la ven conservadora. Creo que en esa ambigüedad radica algo interesante, y se patenta el riesgo de la literatura y la satisfacción de sentir que no he cumplido con nadie, sino exclusivamente con mi literatura.
Tengo una anécdota con Estructura de la plegaria. En el lanzamiento del libro, la novela fue adquirida por un sacerdote. Me agrada pensar que quizá ha sido uno de los pocos lectores que la habrán amado y odiado a la vez, es decir que la habrán sabido entender. La novela actualmente está siendo traducida al portugués.

Celebramos que su poemario Bestiario americano haya sido traducido al italiano, ¿cómo fue este proceso? ¿Qué significa la poesía para Diego Maenza?
Siempre digo que Bestiario americano ha sido un librito que me ha brindado muchas alegrías. Pero también trato de seguir conduciéndolo por el sendero de los sucesos positivos. Inscribí Bestiario americano en la plataforma Tektime, que organiza el contacto entre autores, narradores, traductores y lectores. De esta manera encontré traductor para Bestiario y mi obra continúa expuesta para el interés de futuros traductores a cualquier idioma. Francesco Basso, quien también es escritor, trabajó la versión italiana, y de igual modo se ha producido un audiolibro en italiano en la voz de Patrizia Barrera, y uno en castellano en la voz de Erika Marcheggiani. Por cierto, Tektime ha asumido la distribución de la segunda edición de Bestiario americano y está disponible en formato físico y digital para la mayoría de países.
Con respecto a la poesía como forma de escritura, la trabajo de manera subterránea. Bestiario americano me impuso su desarrollo en clave de poesía y fue un llamado que no pude eludir. No hubiese podido escribirlo en prosa. Conservo en proceso un proyecto poético de mayor envergadura y que lo retomo cada vez que dicho impulso me lo reclama. Espero algún día terminarlo con un poco de satisfacción.
También nos gustaría conocerlo un poco más como lector, ¿Cuáles son los temas en los que está investigando actualmente? ¿Cuál ha sido el libro que más le ha gustado leer este año y por qué lo recomendaría?
De unos meses acá me ha dado el impulso loco de investigar sobre la vida de algunos violadores y asesinos seriales de Suramérica. Con mirada de escritor, me resultan unas criaturas interesantes, en cuanto sus vidas y motivaciones facilitan la posibilidad de explorar uno de los lados oscuros del ser humano, y literariamente no se ha escrito algo a profundidad sobre ellos. Hay mucho material en este espacio. Creo que saldrá algo muy oscuro y horrible de todo esto, y para ser sincero, está resultando una experiencia a la que me estoy enfrentando con un poco de temor. No obstante, son los riesgos de la literatura, de los cuales no se sale indemne.
En cuanto a recomendaciones, aventuro algunos libros que siento más cercanos: La escalera de Bramante, de Leonardo Valencia, un libro vasto que aglutina diversas técnicas narrativas en un alarde de maestría poco común; Ciencias ocultas, de Mike Wilson, que porta una literatura rompedora y como en cada nuevo libro su lectura resulta refrescante dentro del panorama latinoamericano; La niña del Derosipam, de Ricardo Chávez Castañeda, un libro atroz pero escrito de manera hermosa, y El monstruo pentápodo, de Liliana Blum, que escarba en las costras adheridas a nuestra piel que no queremos tocar.
En pleno segundo semestre de 2019, ¿cuáles son los retos que se ha fijado como autor? ¡Háblenos de sus proyectos!
Estoy en la búsqueda de editorial para una novela que tengo culminada e inédita. Aborda el tema de la violación sexual. También me encuentro trabajando en una novela que considero un enfrentamiento de muerte. Tiene que ver con el mundo homosexual desde todas las perspectivas posibles. Será algo así como lo que los críticos llaman novela total, pero en torno a las perspectivas de géneros, a la filosofía queer. Son temas sensibles, que a veces no llegamos a asirlos del todo, o que los abordamos desde lados conflictivos y equívocos, y quiero trabajarla con calma, no quiero errar en ciertas concepciones. Quiero ser cauteloso, y por ello me he propuesto darle el tiempo que el proyecto requiere, dejarlo respirar e irlo retomando con la frescura adecuada. Me llevará algunos años, lo sé, pero el objetivo es obtener una obra lo menos imperfecta posible.
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